Perdida en pandemia… ya no sé qué quiero… ni quien soy (3ª parte)

Quien se opone a llorar, quien se lamenta contra la época hostil del desaliento, quien se pone a otra cosa que no sea el combate, no será un vencedor, será un vencido lento (Miguel Hernández).


Llegó Julio. Comienza la franja electoral, interpelaciones y acusaciones contra los ministros de Salud y Educación, Alexis Sánchez quiere jugar este viernes contra Brasil. Entre marzo y mayo se perdieron 63.000 empleos según el INE, asumen nuevos alcaldes -algunos literalmente cortando candados y cadenas- Tomás Barrios tuve un buen debut y despedida en Wimbledon y Garín avanza en el pasto contiguo. A días de la instalación de la Convención Constituyente, se anuncian nuevas marchas y los autoconvocados se suman a la petición de los representantes indígenas: quieren -o exigen- la renuncia del secretario ejecutivo de la Convención. Este lunes no es feriado.

Fuera de nuestras fronteras los peruanos siguen con la revisión de las actas impugnadas, Argentina supera los 93.000 fallecidos por covid, las coimas y las vacunas salpican la administración de Jair Bolsonaro, México permite el uso recreacional de cannabis, en Colombia cumplen dos meses las protestas y el fútbol sudamericano no se detiene ni por la temible variante delta. En el hemisferio norte una inédita ola de calor azota a Canadá y Estados Unidos, Rusia cuestiona el orden mundial basado en reglas occidentales y China acusa directamente a los sobrinos del tío Sam de ser el mayor destructor del vecindario global.

En Europa los estadios tienen público, la ultraderecha pierde en las elecciones regionales de Francia, macrobrote en Mallorca deja a más de mil niñatos españoles contagiados de covid-19, Italia repatria a sus tropas desplegadas en Afganistán, Israel inaugura su primera Embajada en el Golfo Pérsico, Inglaterra sueña con la Eurocopa -tras eliminar a Alemania-, Tokio propone extender las medidas por el covid-19 a un mes del inicio de una nueva versión de los Juegos Olímpicos, la selección de fútbol Suiza da la gran sorpresa -dejando a Francia fuera-, mientras el Reino Unido prepara el que sería el cumpleaños número 60 de Lady Di y la visita de la Canciller alemana Angela Merkel a Windsor.

Apago mis redes sociales y me preparo para conectar con Cila, cliente que en sesiones anteriores ha sostenido que la soledad de esta pandemia la ha obligado a pensar en quien es y qué quiere, preguntas que durante décadas eludió jugando tenis, estudiando y trabajando de sol a sol.

Hola Sebastián, salí bien mal después de nuestra última sesión. Perdida, confundida, con rabia. Estuve así un par de días, odiándote un poco. Y supongo que esto me llevó a llamar a mis papás. Hablo poco con ellos. Desde que Antun y yo nos salimos del tenis profesional, mis papás se retiraron de la vida. Antes, para financiar nuestras carreras, tenían que echar a andar muchos negocios de manera paralela, pero ahora con un par subsisten. No quieren nada y eso, en cierta medida, también se siente como que no quieren nada de mí.

¿Qué quieres decir?

Puede que me equivoque, pero el retorno de mis padres a sus raíces o, si quieres, a su desarraigo patagónico, nos dejan a Antun y a mí totalmente fuera de su juego. Mi hermano solucionó esto formando su propia familia, enfocándose en su pasión hotelera y disfrutando las bondades de un trabajo que le permite jugar tenis con selectos pasajeros. Armó un estilo de vida a su pinta -menos extremo que el de mis padres- en una playa paradisíaca, con una mujer e hijos que comparten sus gustos por el deporte y los viajes. Lamentablemente esa vida no es para mí.

¿Por qué?

Porque lo mío siempre fue pelear contra la adversidad, contra la injusticia y asumo que la única batalla que encontré en mi infancia era inconfesable. No quería ser niña, no porque me gustaran las mujeres o porque quisiera ser hombre, sino porque odiaba que me limitaran, que me dijeran “esto no lo puedes soñar, a eso no puedes jugar, nunca serás como ese jugador”, simplemente porque no era un niño. Y cuando nos fuimos de Punta Arenas, esto se exacerbó, pues ya no eran solo luchas mentales, sino que la realidad me excluía de torneos, no me permitía entrenar con amigos ni estar siempre con mi hermano y mi papá. Me cargaba quedar fuera y sentir que si llegaba a ser número uno, iba a ser número uno del tenis femenino y no del mundo… (largo silencio).

¿Qué pasó cuando hablaste con tus papás?

Nada. Mi papá está absorto en las ovejas, la filosofía y el fin del mundo. El covid no hace más que confirmar todas sus teorías apocalípticas. Lleva décadas hablando del cambio climático, del agua, del efecto del hombre en los bosques … Mira… da para largo mi papá… pero lo que más rabia me dio fue que me dijo que me tenía que leer una biografía de Hannah Arendt.

arreo de ovejas magallanes

¿Qué te pasó con esa recomendación?

Me encantaría que mi papá preguntara por mí. El asume cosas. Asume que me interesa saber lo que pasa en el campo, que me interesan sus últimas lecturas filosóficas y que me voy a leer su recomendación. ¿Y sabes lo peor? Me interesa todo lo relacionado al campo, me entretienen sus divagaciones apocalípticas y me compré la biografía de la señora Arendt.

¿Te gustó?

No soy tan buena para leer, aunque dudo que mi papá lo sepa. Me compré Cariño Malo la semana pasada para saber de qué se hablaba en mi trabajo y ahora me empecé a leer esta biografía -escrita por Laure Adler- simplemente para saber qué piensa mi papá de mí (silencio). Al principio, me mareé un poco con los nombres de filósofos, pero apenas llegué a la parte de Heidegger entendí porque a mi papá le gustó esta biografía.

¿Por qué?

Mi papá es fanático de Heidegger y en los entrenamientos, sobretodo en los trayectos, nos leía pasajes de Ser y Tiempo. Con Antun no entendíamos nada, éramos niños, pero se notaba que para mi papá era algo que rayaba lo sagrado. Mi padre no es un hombre espiritual en el sentido de ir a misa, pedir perdón y arrepentirse de sus pecados. Para nada. Pero sí es un hombre que se emociona con la filosofía y que busca que todo lo que hace, desde ser ganadero, a ser padre de tenistas, tenga un fundamento filosófico. Puedo ver a mi papá adoctrinándonos en el auto, en el avión, obligándonos a pensar filosóficamente sobre nuestras faltas y nuestros aciertos. Y me imagino que la gran gracia para mi papá es que ella siendo judía y él nazi, hayan sido amantes, que ella lo dejara, que se volviera anti-nazi, que haya tenido otros hombres, que después de ser sionista… se haya transformado en anti-sionista. En fin, supongo que el mensaje de mi papá es que hay mujeres capaces de ir más allá de las convenciones, los prejuicios y las normas sociales. Y triunfar. Pero el costo… fue muy alto.

¿Y tú?

¿Yo qué?

¿Cuál ha sido tu costo personal?

Claramente era más fácil pegarle a la pelota y odiar el mundo. Lamentablemente la vida, desde que me salí del tenis, no me ha dado tantas razones para seguir odiándola. No me puedo quejar. Terminando la universidad en Estados Unidos, la Tere me invitó al family office. Sus papás me recibieron y me siguen tratando como a una hija, mis jefes y mis compañeros son un siete y mis compañeras de trabajo, pese a que no tenemos nada en común, son amorosas. Tengo un muy buen sueldo, me gusta mucho lo que hago, pero salgo del trabajo y empiezan mis problemas. Al principio, mucho gimnasio. Después me dio por correr y en pandemia me dio por el yoga. Y es que los días y las noches tienen muchas horas cuando estás sola. Me he visto obligada a pensar en este cuerpo que cumplió 30 años. Y digo mi cuerpo, pues en mi cabeza no siento que haya pasado el tiempo. No me siento muy distinta de esa niña que se apasionaba viendo tenis en la televisión, a la que luchaba secretamente en los circuitos femeninos por algún día competir con hombres o a la universitaria de la Ivy League que esperaba que el estudio la hiciera olvidarse del tenis… y de ella…

¿Y ahora?

Es raro esto de pensar… pensar de verdad… y supongo que una mujer como Hannah Arendt se vio obligada a hacerlo en un mundo de grandes hombres y de guerras mundiales. Un mundo de filósofos, de intelectuales, en el que se hizo un espacio siendo una fiera. Y perdona la tontera, pero igual la envidié, pues ella compitió con hombres. No fue la campeona de la filosofía entre puras mujeres, sino que podía jugarle un partido de igual a igual a Heidegger, Jaspers o Benjamin. Y entiéndeme, no creo en la paridad, no quiero que me ayuden y por eso me gusta mi trabajo, pues aquí soy una más. ¿Una… uno más? Bien ahí, pero fuera de la oficina… la cancha sigue dividida; hay cosas para hombres y otras para mujeres y esta división -o más bien la rabia que me produce la división-, me ha complicado la existencia.

¿En qué sentido?

Mira, una vez fui a una psicoanalista y me dio a entender que todas y todos nacemos bisexuales y que a lo largo de la vida vamos haciendo renuncias… ella hablaba de duelos… que nos permitían empezar a ser simplemente hombres o mujeres. Sinceramente, me pareció patético. Entendí la teoría, pero es bien fácil ser Sigmund Freud y tener que renunciar a la parte débil y profetizar desde la parte masculina. ¿Por qué tenía yo que renunciar a mi lado fuerte? Y ahora parece que lo entiendo. El mensaje que me manda el mundo es que tengo que renunciar a mi fortaleza para encajar; para que los hombres me quieran y las mujeres me acepten. Y como Hannah Arendt, me he negado a ser víctima y he luchado hasta el final. Lamentablemente no sé cómo termina la biografía de esta mujer. Recién estoy en la mitad, pero el precio de dar la pelea fue y ha sido muy alto en todas las etapas. Hoy tengo 30, estoy sola y espero que después de tanto pensar, un hombre me quiera tal cual soy. ¿Es mucho soñar? Y tengo claro que tendré que seguir aceptando que las mujeres se incomoden conmigo, hasta que encuentre un grupo a las que les guste estar con una mujer que nunca se rindió.

Lea la primera parte de esta columna en este enlace.

Lea la segunda parte de esta columna en este enlace.

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