Perdida en pandemia… ya no sé qué quiero… ni quién soy: Leyendo Cariño Malo (2ª parte)

La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar (Francis Scott Fitzgerald).


Algunas comunas de la Región Metropolitana pasan a Transición, Chile cae ante Paraguay en la Copa América, los precandidatos debaten sus ideas en cámara, Garín se baja de los Juegos Olímpicos de Tokio, se comienzan a vacunar niñas, niños y adolescentes -de 12 a 17 años- a lo largo del país, el Ejecutivo pide renovar estado de excepción, Mon Laferte participará en disco tributo a Metallica, Tomás Barrios jugará su primer Wimbledon y el Huaso Isla logra que Bravo y Vidal se abracen en un live de Instagram.

En nuestro continente, crece la preocupación en torno al covid. En una dramática jornada, Argentina reporta 792 muertes y en Brasil preocupan los niños: han fallecido más de 800 menores de cinco años desde el inicio de la pandemia. En otro frente, Estados Unidos califica las elecciones presidenciales del Perú como justas y libres, la embajadora de Colombia ante Naciones Unidas contradice a la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en cuanto al número de víctimas fatales asociada a la represión de las protestas y un auto bomba deja cerca de 36 heridos en Cúcuta -entre los cuales hay militares estadounidenses-.

Al otro lado del océano, China lanza al espacio una nueva misión con tres astronautas, crece la tensión entre la armada inglesa y la rusa en el Mar Negro, la variante delta del Covid prende las alarmas en Israel, país que viralizó por rrss catárticas ceremonias de niñas y niños destruyendo sus mascarillas y la Canciller alemana Angela Merkel señala que la proliferación de esta nueva variante tiene a Europa en la cuerda floja. En la península ibérica el gobierno de Pedro Sánchez indultó a nueve independentistas catalanes y una corte de La Haya ordenó a la empresa petrolera Shell reducir sus emisiones de CO2 en un 45% para 2030. En el fútbol, la ley anti-LBGT de Hungría y los roces balcánicos causan polémicas extradeportivas en la Eurocopa.

Cierro las pestañas de Twiter y Linkedin y me conecto con Cila, cliente que la semana pasada me confiesa no saber qué hacer con su vida, pues la pandemia la ha obligado a preguntarse quién es y qué quiere -preguntas que eludió por años jugando tenis- y que la hacen sentirse totalmente confundida y perdida.

Hola Sebastián, después de nuestra primera sesión, decidí ir a un carrete de mi trabajo. Algo chico, solo cuatro mujeres. No me gustan estas cosas, pero me dije que tenía que ir. Y fui. Me lo propuse como una tarea y supongo que ya desde ahí está todo mal. Voy por cumplir. No hay nada que ganar… y tampoco voy para pasarlo bien… y es por eso que evito exponerme a estas situaciones.

¿Qué situaciones?

Situaciones sociales donde no tengo el control. Es patético decirlo así, pero bueno. Es así (Silencio). Mira… trabajo en un family office, y todas las personas que trabajamos ahí, menos yo, están vinculadas por la familia, el colegio o por las dos anteriores.

¿Y cómo llegaste ahí?

Buena pregunta. Estudié en Estados Unidos con Teresa, la hija mayor de esta familia. Ella estaba súper deprimida y yo no dimensionaba quienes eran estas personas. Era mi room mate y un día, ya medio desesperada, la saqué de la cama, la vestí y la llevé a entrenar conmigo. Teresa estaba súper mal, pero era orgullosa. Yo la usaba de sparring. La trataba con dureza y ella no estaba acostumbrada. Dentro de la cancha, me daba igual su depre y aunque sé que lo que te voy a decir no suena bonito, varias veces la dejé llorando y creo que mi nulo tacto la ayudó. Incluso te podría decir que me desquitaba de todo lo que la había aguantado y reconozco que con la raqueta en la mano la hice sentir que no servía para nada, que era una carga, un desastre y que estaba colmando mi paciencia.

¿Y qué pasó?

Nada. Pese a lo que te describo, la Tere no ponía resistencia. Al principio, como te dije, la tenía que levantar, sacar de la cama y vestir, pero en cuestión de semanas ya lo empezó a hacer sola. Y de a poco empezó a entrenar a un buen nivel, empezamos a ir juntas a clases y ahí me di cuenta que no solo era brillante con los números y las abstracciones, sino también con las personas. ¡Y eso que estaba deprimida! Ella veía el big picture y sabía leer a los seres humanos. Yo solo miro la pelota. Me enfoco. Supongo que al principio nos complementamos y eso nos ayudó a las dos, pues gracias a ella empecé a conocer compañeros y compañeras. Siempre con ella. Nunca sola. Y sus papás venían de tanto en tanto a visitarnos. Eran totalmente distintos a los míos.

¿En qué sentido?

Mis papás, si bien son duros y rigurosos, son muy presentes, cercanos y humanos. Los papás de la Tere eran como de otra galaxia. Y ellos encontraban que lo que yo había hecho por su hija no lo había logrado nadie. Y rechacé todo lo que me ofrecían no por orgullo o modestia, sino porque solo me interesaba el tenis y confiaba en mí. Me había retirado del circuito, pero en mi cabeza no de manera definitiva, y pensé que tras un par de años en la universidad iba a limpiar mi cabeza e iba a volver a competir (Silencio).

¿Y?

Nada, me acabo de dar cuenta que de nuevo me fui para mi zona de confort, el tenis y que estoy evitando hablar de mí y de lo que me pasa con las mujeres y con los hombres. Sebastián, volviendo al principio, hice el esfuerzo, fui al carrete y tras mucho rato entendí que “Cariño Malo” era un libro del que hablaban y hablaban…

¿Quiénes hablaban de qué?

Perdona… mis compañeras de trabajo. Son todas amigas del colegio. Son súper amorosas conmigo, pero desde que la Tere se fue a vivir con su marido a Estados Unidos, las evito. Y es que no sé qué hablar con ellas. No tenemos nada en común y cuando caché que ese cariño malo era un libro, me sentí totalmente out. Hice como que entendía, pero no cachaba por qué hablaban con tanto entusiasmo. De repente empezaron a hablar de sus pololos, ex pololos, de sus maridos y me empecé a sentir mal. Empezaron a contar cosas espantosas de otras personas que todas conocían menos yo. Me fui al baño y ahí googlee el libro. ¿Lo conoces?

No

¡Qué bueno! No soy la única. Mira, es un libro sobre la violencia hacia las mujeres de clase alta. ¿Es normal que me sintiera tan mal si yo nunca he vivido nada parecido? Al volver del baño ellas seguían hablando de personas con nombres y apellidos, hablaban de colegios, fiestas, balnearios. Y todas cachaban todo y yo no cachaba nada. Y cada vez me sentía peor. Mentí, les dije que tenía que irme. Odio esa parte.

¿Cuál parte?

Odio esa parte donde en base a puro cariño intentan retenerte. ¿De verdad les importa que me vaya o necesitan sentirse buenas personas? En fin, esas cosas pasan por mi cabeza, soy bien odiosa ahora que lo digo en voz alta, pero cuando llegué a mi casa me leí en el teléfono todo lo que encontré de Cariño Malo y me terminé comprando el libro esa misma noche.

¿Qué te pasó con la lectura?

Al principio, me sentí totalmente discriminada. No estuve en ninguno de esos colegios del barrio alto, no me he casado ni he tenido pololos o hijos (silencio). Después de este sentimiento de exclusión… sentí alivio. ¡De lo que me salvé! Pero… ¿Ha sido verdaderamente bueno llegar a los 30 sin ninguna relación? Y sí, me dieron rabia y asco esos hombres violentos del barrio alto, y pensaba en lo afortunada que había sido de tener un papá y un hermano como los que tengo. Pero lo que más rabia y pena me daban eran las mujeres. ¿Cómo aguantaban… cómo aguantan tanto? La dependencia y violencia económica y psicológica. La presión social, presión que recién ahora voy entendiendo, pero que nunca realmente viví por estar tan metida en el juego. ¿Me salvé? Me sentí pésimo, se me dio todo vuelta y no pude evitar pensar en todo lo que perdí.

¿Qué perdiste?

No tuve una infancia o juventud normal. No aprendí a socializar, a salir con amigas, a mantener amigos, pololear. Y sí, me salvé de muchas cosas horrorosas que aparecen en Cariño Malo, pero me perdí tantas otras y ahora, a mis 30, no sé si pueda recuperar el tiempo perdido. ¿Se puede aprender a tener amigas? ¿A cultivarlas? Las únicas relaciones que he mantenido a lo largo tiempo -que no sean las familiares- han sido las vinculadas al tenis y ahora… a mi trabajo (silencio). Y pienso que hubiera sido de mí sin la Tere, que hubiera pasado si ella no me ayudaba a engancharme al mundo. ¿Habría terminado pastoreando ovejas como mis papás en la mitad de la nada? Y me angustio Sebastián, pues sin el tenis, éste trabajo es todo lo que tengo y aún con la inmensa cantidad de horas que he pasado -en la oficina y por zoom- con estas compañeras… aun así… me siento una outsider. Por fuera, tal vez me vea como ellas, pero por dentro hay un abismo y al leer estas historias, llenas de nanas, papás con plata, amigas y pololos de colegios amigos, siento un vacío total (Silencio). Me siento sola, sola y perdida, como si 25 años de mi vida hubieran sido un hoyo negro. Murió mi carrera deportiva y ahora tengo que empezar a vivir… y leer Cariño Malo sólo confirmó mis peores temores.

Continuará…

Lea la primera parte de esta columna en este enlace.

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