Con todas las consecuencias de la pandemia -en términos personales, sociales y económicos-, el 2020 probablemente sea uno de los años más desafiantes en materia de salud mental. Y particularmente en Chile, pues la llegada del Covid-19 ocurrió a pocos meses del estallido social, que provocó un remezón en todos los niveles.

Paradójicamente, los cuadros depresivos, de angustia o estrés que han reportado miles de personas en las encuestas no se vieron reflejados en atenciones presenciales de salud mental. Ello, empujado por el cierre de algunos centros de salud a las prestaciones no urgentes o distintas al coronavirus, la suspensión de las consultas programadas y también al temor de las personas de acercarse a los recintos por el riesgo de contagio.

De hecho, de acuerdo a los datos publicados por el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) y recopilados por la Universidad de Santiago (Usach), las primeras consultas psicológicas -también denominadas ingresos- en el sistema público disminuyeron un 51% el año pasado. Es decir, mientras que en 2019 hubo 4.491.803 atenciones, en 2020 se generaron solo 2.187.911.

El análisis es parte de un estudio sobre el impacto de la pandemia en los servicios de salud que realiza la Usach con la Universidad de Tulane, en Estados Unidos. Al respecto, el académico encargado del capítulo local, Claudio Castillo, detalló que desde el año pasado ha ocurrido una disminución en las consultas presenciales “por la poca disponibilidad de los servicios, pero también porque no se podía acceder a ellos: había temor de los usuarios de asistir a los servicios de salud porque estos estaban priorizados para enfermos de Covid-19. Es decir, hay un efecto secundario a raíz de la pandemia, que impacta en la disponibilidad de estas prestaciones”.

Castillo destaca que las cifras son reveladoras, “ya que los servicios de salud mental en Chile no estaban respondiendo antes de la pandemia a la demanda existente por consultas psicológicas. Por lo tanto, ya había una brecha, previa a la pandemia, y lo que ha hecho la pandemia es generar una profundización de ésta, sobre todo en la población con alta vulnerabilidad, como los menores de edad y las mujeres”.

El psiquiatra de la Universidad Católica Pablo Toro plantea que las patologías mentales son parte de las múltiples enfermedades que se descuidaron, en términos de atención, durante el primer año de la pandemia en el país. “Varias de las enfermedades que atendemos nosotros también son crónicas, como los pacientes con depresión, con trastornos de ansiedad. Y esto es grave, porque es más probable que tengan descompensaciones o cuadros agudos”.

El experto sostiene que ante la falta de consulta “sucede, habitualmente, que se consiguen las recetas para automedicarse, lo cual no es debido, ya que los medicamentos tienen cierto dinamismo respecto de sus dosis”. Y agrega que el peor escenario es que los pacientes terminen hospitalizados por trastornos psicóticos”.

La psicóloga y académica de la Universidad de Talca, Nadia Ramos, destaca que, frente a escenarios adversos las personas suelen tener mecanismos de enfrentamiento al estrés. Sin embargo, “la no atención en pacientes puede tener efectos importantes. Por ejemplo, pacientes que tenían un malestar agudo a propósito de la pandemia o por motivos personales que no recibieron tratamiento, se les puede haber instalado una patología de salud mental. Algo que a lo mejor si hubiese sido atendido a tiempo pudiese haberse resuelto. También, aquellos pacientes que están en tratamiento, pero que luego no pudieron seguir accediendo a ellos, pueden agravar su patología”, explica.

Salud mental infantil

Los principales motivos de consultas psicológicas infantiles tienen que ver con problemas de conducta, déficit atencional, rendimiento académico, dificultad en la regulación emocional y con sus relaciones interpersonales, explica la psicóloga clínica infanto juvenil María José Camiruaga.

Desde la Sociedad de Pediatría Chilena (Sochipe), la doctora Claudia Sagredo recalca que “cuando se habla de atender la salud mental de los niños, niñas y adolescentes, estando en pandemia, se deben considerar dos dimensiones. Primero, que previo a la pandemia ya había menores que necesitaban atención y que estaban en control psicológico, y por otro lado, aquellos que también necesitaban atención, pero que estaban a la espera o sin un diagnóstico ni controles. Segundo, hay que considerar el impacto que esta pandemia ha tenido sobre la salud mental de este grupo, ya sea directamente o a través de sus familias y su entorno (salud mental de sus cuidadores, encierro, ausencia de desarrollo en espacios abiertos, restricciones económicas, entre muchos otros aspectos)”.

En cuanto a las estadísticas publicadas, los ingresos a programas de salud mental de niños de hasta los nueve años cayó en promedio un 62% el año pasado, comparado con 2019, y disminuye aproximadamente un 59% en menores desde los 10 hasta los 14 años, en el mismo periodo de tiempo. Esto, pese a que un estudio elaborado por la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia advirtió que tres de cada cuatro menores de entre cuatro y 10 años estarían manifestando irritabilidad, desobediencia y cambios alimenticios, mientras que uno de cada cuatro dijo estar constantemente triste.

Según las cifras del Minsal, son 11 las regiones que han reducido en más de la mitad sus consultas dirigidas hacia niños, niñas y adolescentes. La Región de Los Ríos es la que menos atenciones ha realizado, con una baja del 77% en niños y del 70% en adolescentes. Frente a estos números, la representante de la Sochipe alerta que los menores que presentan “cuadros con síntomas depresivos y ansiosos están en aumento. También han aumentado los cuadros de ideación e intento suicida en urgencias de niños, niñas y adolescentes”.

Por otro lado, la caída en la asistencia a consultas, de acuerdo a Camiruaga, “también tienen que ver, en un principio sobre todo, con la paralización que tienen muchos adultos frente a una situación de mucho estrés y ansiedad”. Por lo tanto, explica la psicóloga, “si un apoderado cree que su hijo requiere una consulta debe tratar de llevarlo, y si no se puede, puede aportar mucho el tener momentos de conversación. Hablar sobre lo que nos está pasando, lo que estamos sintiendo y que les enseñemos a discriminar cuáles son las emociones”.

Menos consultas por violencia y abuso sexual en tiempos de pandemia

Según la Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios 2020, elaborada por la Subsecretaría de Prevención del Delito, dos de cada cinco mujeres de entre los 15 y los 65 años de edad admiten haber sido víctimas de violencia alguna vez en su vida.

Sin embargo, el año pasado bajó un 30% la cifra de mujeres que por primera vez asistieron a una terapia por motivo de violencia y victimización. En detalle, fueron las mujeres entre los 45 y 59 años las que menos acudieron a terapias sicológicas, observándose una caída del 41% en 2020, comparado con 2019.

La académica del Departamento de Trabajo Social de Utem y experta en violencia de género, Sonia Romero, explica que esta baja “no solo tiene que ver con los problemas de movilidad -en pandemia-, sino que refleja un problema mayor: la dependencia económica que tienen la mayoría de las mujeres que están con hombres abusadores que hace que no denuncien, unido a las escasas redes de apoyo”.

Desde 2019 el Ministerio de la Mujer ha dispuesto el Fono Orientación 1455, una línea telefónica de ayuda para mujeres que se encuentran en situaciones de violencia. Hasta el 18 de mayo de este año han recibido 39.227 llamados. A la misma fecha en 2020 eran 44.509.

Ese fono de emergencia, sin embargo, no se especializa en atención psicológica. Romero considera que la iniciativa “es insuficiente” y agrega que las mujeres que sufren maltratos dentro de sus hogares “han logrado generar estrategias de resistencia y de sobrevivencia frente a la violencia. No es que no hacen nada, sino que buscan la manera de mantenerse con vida, como no hablar del tema, no ir a las consultas y no hacer la denuncia”.

En las consultas por abusos sexuales, el año pasado la baja promedió un 30% respecto de 2019. En las jóvenes entre 10 y 14 años la caída fue mayor y se alcanzó un 38%. Las regiones que presentaron las reducciones más significativas fueron la Región de Valparaíso (51%) y la Región de Atacama (60%).

Preocupa entre los expertos las cifras ocultas que puedan existir tras la baja de las consultas por estos delitos. Eso, considerando que el encierro obligado por la pandemia podría haber propiciado estos hechos y, por otro lado, dificultar la denuncia de parte de las víctimas.

El psicólogo y coordinador de la Fundación Para la Confianza, Diego Riveros, manifiesta respecto del abuso sexual infantil que este es generalmente “cometido por una persona cercana a la víctima y una de las características de este fenómeno es la imposición del secreto y el silenciamiento al que es sometida una víctima, permitiendo a los agresores seguir cometiendo estos hechos”.

Rivera añade que “las dificultades presentes para pedir ayuda en los casos de abusos sexuales se relacionan directamente con las características mismas del fenómeno, en que muchas veces el pedido de ayuda viene de la mano con el proceso de develación, momento en el que una persona que ha sufrido un abuso sexual puede contar a otros por primera vez lo que ha ocurrido. Es importante entender todo esto como una experiencia traumática, la que puede generar efectos en varias dimensiones de la personalidad de una víctima y lo que termina ocurriendo es la pérdida de los recuerdos, que en algunos casos pueden tardar años en recuperar”, advierte el psicólogo Riveros.

Medidas

De acuerdo al Minsal, la pandemia obligó a hacer ajustes en la modalidad de entrega de prestaciones, incorporando prestaciones remotas -que no están consideradas en el estudio- dependiendo de la fase del plan Paso a Paso de cada comuna.

“En este escenario, se vieron distintas iniciativas locales para dar continuidad a los procesos de atención, como la implementación de call center, la creación de nuevas instancias de coordinación sectorial e intersectorial y de acompañamiento, en conjunto con el compromiso de los funcionarios para el diseño e implementación de planes de trabajo para afrontar la pandemia”, dijo el jefe del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud, Matías Irarrázaval.

Irarrázaval admite que “a pesar de estos esfuerzos, se observa a nivel global en la red una disminución de las prestaciones regulares, principalmente de las vinculadas a atención grupal y acciones promocionales/preventivas, lo que es esperable por el contexto y los esfuerzos ministeriales para contener los riesgos sanitarios”.

En este escenario, en junio del año pasado se implementó el programa SaludableMente, una plataforma web “donde las personas pueden obtener diversas opciones de información y ayuda profesional para el cuidado de su salud y bienestar emocional”. También se implementó en el Hospital Digital atenciones psicológicas a quienes lo soliciten, las que desde enero se brindan a través de videollamadas gratuitas.

De acuerdo a la información del Ministerio de Salud, desde julio de 2020 y hasta este año los centros de Atención Primaria de Salud (APS) realizaron 499.014 controles de salud mental por teléfono, mientras que especialistas de la red concretaron otras 346.342 atenciones remotas. También se hicieron 332.210 videollamadas para suplir las consultas presenciales.