Ecos de Tokio: ¿Por qué Chile no entra al Olimpo?

Los 58 deportistas chilenos que clasificaron a Tokio. De ellos, María Fernanda Valdés y Fernanda Aguirre no pudieron participar.

Pese a ser el país que más invierte en deporte en Latinoamérica, los resultados de la delegación nacional en los Juegos Olímpicos estuvieron lejos de las expectativas. Falta de análisis de datos para generar políticas públicas, subjetividades, excesiva burocracia y el mal trabajo de las entidades responsables son parte del diagnóstico que realizan tres expertos sobre la realidad criolla.


Con solo cinco deportistas, la de San Marino se convirtió en una de las delegaciones más pequeñas en Tokio, pero también en la más efectiva, pues se despidió con tres medallas (una de plata y dos de bronce). Así, una micronación de apenas 34 mil habitantes logró lo que Chile no ha podido desde Beijing 2008, estirando a 13 años, a falta de un batacazo del pentatleta Esteban Bustos, su sequía de preseas.

De acuerdo a la Ley de Presupuestos de este año, la partida para el deporte nacional fue de US$ 198 millones, la cifra más alta de América Latina (ver infografía). Parte de ello está destinado al Alto Rendimiento y a la preparación para los Juegos. Según dio a conocer el propio Ministerio del Deporte hace unos días, en los últimos cuatro años se destinaron US$ 250 millones para el ciclo olímpico, una suma sin precedentes, que tuvo buenos resultados en megaeventos regionales, pero no en Tokio. Entonces, resulta lógico -y necesario- preguntarse por qué, a pesar de la fuerte inversión, la delegación criolla apenas pudo entregar un cuarto lugar en el golf (Mito Pereira) y un quinto puesto en la lucha (Yasmani Acosta).

“La clasificación a unos Juegos Olímpicos o grandes eventos no puede ser el fin último para asignar recursos públicos. El Alto Rendimiento es muchas veces blanco o negro. Personalmente, preferiría delegaciones más pequeñas, pero competitivas, que una cada vez más grande pero sin competitividad”, señala el sociólogo Diego Moreno, magíster en políticas publicas de la Universidad de Auckland y triatleta.

Como parte del diagnóstico, Aquiles Yáñez, doctor en ciencias y director del Centro de Investigación en Fisiología del Ejercicio de la Universidad Mayor, sostiene que la falta de coherencia en los lineamientos hace que los resultados no sean los óptimos. “En todos los casos, un criterio básico es observar la continuidad de los procesos, que en nuestro país no se dan, porque parte de las autoridades responsables son cargos políticos, de manera que es imposible que exista una política pública sostenible, en relación al deporte en general y, en particular, el Alto Rendimiento”, advierte.

El catedrático ejemplifica esta problemática en algunas decisiones administrativas: “Hace pocos meses se desvincularon dos de los especialistas con más experiencia en la evaluación fisiológica, que es extremadamente compleja, cuyas variables y parámetros sirven para determinar la incidencia relativa en el desempeño”.

A excepción de Yasmani Acosta, la mayoría de los deportistas que la Unidad Técnica Metodológica proyectaba como carta de medalla no estuvo a la altura en cuanto a resultados. Y, de hecho, fue Mito Pereira, uno de los que no estaban en los planes y solo era contemplado como eventual sorpresa, quien obtuvo el mejor resultado. El resto, buscaba ganar experiencia, ganar algún partido o cerrar decorosamente una carrera.

Yáñez cuestiona ciertos parámetros que tuercen los análisis. Desde su visión, esto tiene que ver con la carencia de datos para hacer esos balances: “En muchos casos, la evaluación que se hace es emotiva, subjetiva y hasta caprichosa. Es frecuente que cuando se hace una crítica al desempeño deportivo, aparezcan comentarios como que no se respeta el sacrificio, la entrega, la dedicación, en fin. Eso es claramente equivocado, porque, en ciencia, y los científicos en concreto, trabajamos con números, datos, lo más objetivos posible. Y el mayor desafío es justamente ese, obtener datos para evaluar, para ponderarlos y, de acuerdo a ellos, diseñar una ‘práctica deliberada’, que no es otra cosa que actuar con la mejor evidencia hasta el momento. Eso es serio, científico”.

Y profundiza lo dramático que puede llegar ser el no tener datos, lo que atenta contra la detección de talentos. “En general, resultados de evaluaciones físicas y fisiológicas de deportistas chilenos no se publican, si es que se realizan. Existen poco o nada de publicaciones científicas con rigor metodológico. Hay un par de trabajos con remo, pero son básicos y abordan aspectos antropométricos, que son muy útiles y necesarios, pero falta mucha más investigación, estudios longitudinales de cada una de las disciplinas deportivas; enfatizar el estudio en el inicio de las carreras deportivas. Algunas disciplinas comienzan siendo niños, que son las etapas más complejas, junto con la adolescencia, que es donde se comienzan a manifestar con mayor nitidez algunas condiciones determinantes para cada caso”.

Amplitud sin profundidad

Los numerosos programas deportivos en todas las áreas aparecen como iniciativas bienintencionadas, pero con ripios importantes, y una no siempre correcta definición de las prioridades. “El principal problema de Chile, que afecta tanto la participación deportiva como al Alto Rendimiento, es la inexistencia de un plan estratégico informado por la evidencia que permita proyectar el deporte y actividad física para los próximos 30 años. La actual Política Nacional de Deportes y Actividad Física posee problemas de fondo. En Chile lo que ha sucedido en materia de deporte y actividad física es que, por querer tratar de abarcarlo todo, se terminan diluyendo los objetivos centrales”, apunta Moreno, quien hoy cursa un magíster en políticas del deporte y la actividad física en la Universidad de Otago, Nueva Zelandia, y que tuvo la misión de construir el programa de deportes de la precandidatura presidencial de Ignacio Briones.

“Personalmente, me parece que se cae mucho en la improvisación o policy layering (estratificación de políticas); programas y políticas que se acumulan una sobre la otra y de una administración a otra, más allá de las buenas intenciones que no me cabe duda de que hay. Por ejemplo, el programa Promesas Chile, el Parque Deportivo Estadio Nacional (PDEN), la copia del modelo canadiense (cuyos programas siguen vigentes, pero con otros nombres), los Centros Elige Vivir Sano e, incluso, los Juegos Panamericanos 2023. No me quedan claro sus objetivos y la evidencia que respalde semejantes inversiones. Lo que se genera es un foco en la supuesta falta de motivación de la gente. Yo acá discrepo, y me parece que es incorrecto pedirle a la gente motivación cuando no se garantizan las condiciones mínimas para el deporte y actividad física, particularmente en sectores vulnerables”, afirma.

Las federaciones y la burocracia

Un punto negro a lo largo de la historia deportiva chilena es la labor de algunas federaciones. Como en todas las cosas de la vida, hay gestiones buenas y otras derechamente malas. De acuerdo al Registro Único de Federaciones Deportivas Nacionales, apenas 16 de las 55 existentes se han acogido a la ley que cambió la institucionalidad deportiva y que obligaba a estas entidades a transformarse en FDN para garantizar una mayor transparencia y eficiencia. Seis años después de la promulgación, la modernización del aparato está lejos de concretarse.

“Lamentablemente, las federaciones siguen pegadas en el pasado. Yo, por ejemplo, fui presidente de la Federación de Tenis en 1984, y 37 años después, veo que sigue teniendo la misma estructura. Además, ahora está circulando la idea de intentar cambiar los estatutos para reducir el directorio y hacer reuniones cada 30 días y no cada 15. Te creo si hubiera distintos departamentos específicos, que se dedicaran a las numerosas necesidades, pero eso no es así. Y me da la impresión de que tampoco existen estas áreas en las otras federaciones”, manifiesta Alejandro Peric.

El exdirigente cree que debe discutirse con urgencia la remuneración de los directores. “Durante toda la vida, el dirigente deportivo ha sido una persona, de buenas intenciones, pero que no se dedica ciento por ciento, ya que tienen otros trabajos y el tiempo libre que les sobra se lo dedican a la federación correspondiente. Entonces, que pasen a ser remunerados para que así estén a tiempo completo trabajando por sus federaciones”, plantea. Y agrega que “el Comité Olímpico tampoco escapa mucho a esa estructura, ya que si bien hay algunas áreas, todavía falta por avanzar”.

Por otro lado, llama la atención la excesiva burocracia de instituciones como ADO y el Plan Olímpico, programas en los que participan el COCh y el Ministerio del Deporte. De estas entidades depende la planificación de los deportistas. No obstante, el ambiente interno no es el mejor y ha habido situaciones graves, como la resolución de la Inspección del Trabajo contra el actual gerente de finanzas de ADO, Antonio Bermúdez, por “conductas indebidas y repetitivas en el tiempo con diferentes mujeres”. O, más recientemente, el sumario por malos tratos que actualmente le cursa el IND a Marcelo Ubal, secretario del Plan Olímpico, quien renunció el 25 de junio al órgano estatal para continuar en la misma función, pero ahora dependiendo de ADO.

Los ejemplos extranjeros

El modelo estadounidense está sustentado por el potente nivel del circuito universitario, un inagotable semillero de talentos, mientras que el cubano garantiza en la Constitución el acceso al deporte, siendo las escuelas de iniciación las bases, para pasar a las escuelas de nivel superior. En Colombia, desde los 10 años los deportistas enfrentan competencias de élite para sus categorías, en deportes que son prioritarios y que garanticen competitividad a nivel mundial. Aquiles Yáñez cree clave que también se consagre en la Carta Magna chilena, porque sería “un marco legal en que la actividad no quede supeditada a la generosidad particular”.

En tanto, Brasil se acerca más a la ciencia, donde la red de universidades públicas, estatales y federales trabaja hace más de 40 años en la recolección de datos para el diseño de políticas deportivas. Mientras que Nueva Zelandia pone su base en la participación. “Por ejemplo, el 72% de los adultos se mantiene activo físicamente, mientras que, en Chile, el 81,3% no lo hace”, dice Diego Moreno, quien añade una reflexión: “Chile debe definir dónde quiere estar en los próximos 30 años y cuántos recursos va a necesitar. Junto a eso, asegurémonos de gastarlos bien, para eso las instituciones y sus respectivos roles serán fundamentales”.

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