La columna de Guarello: El fin del talento

Foto: Agencia Uno

“En vez de estar jugando un cuatro contra cuatro en la plaza, con arcos marcados con chalecos o piedras, los cabros se llenan de 'conceptos' y 'mecanizaciones', pero no son capaces de gambetear una silla”.



Hace varios años, en otro medio, escribí una columna llamada “fútbol libre”, donde abogaba por el retorno al fútbol callejero y salvaje, disminuido y acorralado por las escuelas de fútbol, excelente negocio, pero muy malos semilleros de jugadores. La tesis, sin datos empíricos admito, apuntaba que la temprana mecanización y conceptualización del juego en niños que solo quieren pasarlo bien, les quitaba espontaneidad y libertad, disminuyendo la imaginación, la habilidad y la capacidad de superación entre sus pares, sin necesidad de supervisores y niveladores.

Entrevistando en radio ADN a Francisco Meneghini, Paqui, actual entrenador de Unión Calera, él sin quererlo avaló mi tesis: los profesores y entrenadores de divisiones inferiores, en vez de fomentar la habilidad y la técnica, se concentraban en movimientos mecánicos, tácticas, “conceptos” y pizarra. El mismo Paqui les hizo una pregunta a varios entrenadores de cadetes sobre qué hubieran hecho si tenían a Neymar a los 15 años. La respuesta le sorprendió, aunque no tanto, todos le hubieran “corregido” su alma individualista, su tendencia a la gambeta, a meter tacos, a hacer túneles.

Luego, usted se pregunta por qué en Chile en los últimos años han salido camionadas de defensas centrales y volantes mixtos, pero muy pocos punteros habilidosos y menos enganches que puedan meter pases gol o conducir un equipo. Ya deformados desde los ocho años, cuando entran a la escuela de fútbol en vez de estar jugando un cuatro contra cuatro en la plaza, con arcos marcados con chalecos o piedras, los cabros se llenan de “conceptos” y “mecanizaciones”, pero no son capaces de gambetear una silla.

El problema, claro está, no se limita a Chile y es por eso que en Europa se pagan más de cien millones de euros por cualquier “distinto”, aunque en la historia del fútbol no pase de ser un habilidoso como tantos. Caso Hazard, Griezmann o Rashford. Son excelentes jugadores, pero no valen la totalidad de la selección chilena o paraguaya. Es un despropósito.

Es curioso que hoy Brasil no tenga un diez o carezca de punteros. O que Argentina tenga a Messi acompañado de correctos jugadores, pero que hubieran quedado fuera de cualquiera de las grandes selecciones albicelestes de la historia. Y en Chile ni hablar. Después de Alexis ¿Quién?. A la Joya Palacios lo quieren devolver desde Brasil, porque está muy verde y necesita un rodaje que en Inter de Porto Alegre no están dispuestos a solventar. En 19 partidos no ha metido un solo gol ni entregado una asistencia. Lo acusan de “tímido”.

Las gambetas de Neymar durante la Copa América de este año, en Brasil.

Ya no se patea desde afuera del área porque el profe de inmediato grita “no rifemos la pelota”, no se gambetea porque rompe la mecanización de la jugada, no se hace un túnel porque viene el reto de andar “payaseando” en la cancha. Prospera el pase al costado, la pelota asegurada, la “tenencia”, la “posesión”. Parece que se jugara con miedo, sobre todo los entrenadores. A perder, para empezar, pero miedo también a salirse de la norma o contradecir el mantra de la INAF o las tendencias globales. Ningún entrenador quiere parecer antiguo, hablando de habilidad o meter paredes, lo importante son los “conceptos” y la “idea de juego”.

Un apunte final: cómo cambió la U con Franco Lobos de titular. Encara, gambetea, desborda. Algo que era la norma y hoy parece una rareza. Paremos con tanta ideologización del fútbol y dejen a los cabros divertirse. La pelota manda.

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