Cuando los países del hemisferio norte comenzaron su proceso de apertura tras largos meses de confinamiento, ciertas condiciones se fueron dando en cada uno de ellos para tomar la decisión de dejar atrás los encierros y las cuarentenas. En algunos casos, incluso, también se comenzó a terminar con las medidas de protección individuales y sociales. Chile, habiendo vivido ayer el día con la segunda mayor cantidad de casos diarios de Covid-19 desde que empezó la pandemia -8.680 nuevos positivos-, parece estar lejos de aquello.

¿Qué tiene que ocurrir para que el país pueda pensar en una apertura? ¿Qué condiciones se tienen que dar para que esto ocurra? ¿Estamos cerca de llegar a soñar con una situación como la que ya empiezan a vivir países como Estados Unidos? Siete expertos consultados por La Tercera entregan su visión y coinciden en siete puntos claves.

Vacunación

Es quizás la condición que encuentra más respaldo: sin vacuna no hay apertura. “En este momento las vacunas están registradas para el uso de mayores de 16 o 18 años, según el caso, entonces queda un porcentaje de población sin acceso a vacuna. Al menos cuando alcancemos un nivel sobre el 80% de la población objetivo tendremos un alivio”, reseña Pablo Vial, infectólogo de la Universidad del Desarrollo y la Clínica Alemana y miembro del Consejo Asesor Covid-19. Lo respalda Marcela Garrido, directora del Departamento de Epidemiología y Estudios en Salud de la Universidad de los Andes: “Debemos tener una cobertura de vacunación de la población objetivo mayor al 80%. Y tener al menos dos semanas después de su segunda dosis. Así, nos aseguraremos de tener a la mayoría de la población con inmunidad”.

Álvaro Erazo, exministro de Salud del primer gobierno de Michelle Bachelet y miembro del Consejo Asesor Covid-19, va en la misma línea: “Hay que ser rigurosos en ejecutar los programas de vacunación para lograr cobertura universal e inmunidad de toda la población susceptible”, dice. Cree que se debe lograr como mínimo una inmunidad del 80% de la población objetivo, “aunque me pondría una meta del 85%”. Además, cree necesario hacer un “esfuerzo por ampliar la cobertura a segmentos de menores de 18 años”.

Claudio Castillo, académico en Salud Pública de la Usach, va incluso más allá: “Al menos un 80% de la población total, incluyendo niños, con esquema completo, con mecanismos de incentivos para que los más jóvenes o reticentes se vacunen una vez que esté disponible universalmente”.

Para Heriberto García, director del Instituto de Salud Pública (ISP), se debe asegurar “la velocidad de vacunación y los refuerzos” que puedan necesitar las dosis ya establecidas y observar qué tanto dura la inmunidad. En ese sentido, explica que una vez inoculada la población, “lo que primero baja es la letalidad y después los contagios, que van más de la mano de los comportamientos y medidas”.

En ese orden, Miguel O’Ryan, cirujano de la Universidad de Chile y exmiembro del Consejo Asesor Covid-19, asegura que, aunque ve utópico pensar ahora en una apertura total, hay que pensar en ello “en la medida en que lleguemos a una alta vacunación y el patrón de infección responda a ella. Es decir, que no surjan variantes que escapen de la inmunidad en forma importante, lo que creo poco probable”.

Gabriel Rada, médico internista, director del centro Evidencia UC, que apoya la toma de decisiones sobre la base de data verificad, y asesor técnico del Colegio Médico, dice que hay que centrarse en “la combinación de una campaña de vacunación masiva sumada a medidas de control de la pandemia eficientes”. Por eso, advierte, a la fecha no se cuenta “con ejemplos exitosos de países que hayan recuperado la normalidad en base a la vacunación como única medida”.

Baja sostenida de casos

Debe haber una disminución persistente de casos durante 14 días, que indique una tendencia clara de baja”, dice el doctor Vial. Esta es otra de las condiciones que comparten los expertos.

Y agrega: “Cuando el R sea menor a 1 (número promedio de personas infectadas por una persona infecciosa) va a ser resultado de una menor transmisibilidad que obtendremos con vacunas. La tasa en Chile (ayer) fue muy alta por cada mil habitantes, y tenemos que llegar a números bajo los mil contagios al día. Ahí recién uno podría creer que estamos un poco controlados y dar cierta tranquilidad. Pero para tener una vuelta a la normalidad creo que se va a exigir incluso más que eso”. El infectólogo ejemplifica con Estados Unidos, donde están en proceso de apertura con 20.000 casos diarios aproximadamente, aunque con mayor población. “Para llegar a ese equivalente tendríamos que tener en torno a mil en Chile”, explica.

O’Ryan, en tanto, cree que se requiere pasar de una situación de pandemia a endemia baja, es decir, un número de casos más bien reducido. “No hay números claros a mi parecer, pero intuitivamente, menos de 100 casos diarios, con incrementos en invierno que pueden llegar a unos 500 a 1.000 casos diarios”, expone.

Erazo asiente: “Los positivos debiesen llegar a un mínimo mucho mejor que a lo de ahora. Debiésemos tener un aplastamiento de la curva significativo, así como también reducir el número de activos, en el entendido de que vamos a tener una situación de brotes o riesgos de brotes periódicos”.

Garrido, de la U. de los Andes, aporta con ciertas cifras esperables en torno a los casos para pensar en la apertura: “El control de la pandemia lo podemos medir con un R efectivo menor a 1, una positividad menor del 5% por al menos una semana (ayer fue de 10,71% a nivel país) y con un 80% de los casos nuevos provenientes de contactos estrechos”.

Menos hospitalizados

En su reporte de ayer, el Ministerio de Salud informó que de las 4.458 camas críticas habilitadas que hay en Chile, solo hay 207 disponibles. A ojos de los expertos, esta es otra de las situaciones que se deben superar si es que el país pretende avanzar hacia una apertura.

Debe haber un indicador sobre la saturación del sistema de salud como la ocupación de camas críticas menor a un 80%”, dice Garrido, jefa de epidemiología de la U. de los Andes. Eso, a su juicio, “dará mayor flexibilidad y capacidad de respuesta ante eventuales cambios de la pandemia”.

Sin aventurarse con números, O’Ryan sí concuerda con el fondo, el de la disponibilidad. Cree que sí o sí se tiene que dar “una ocupación de camas UCI más bien baja, que no someta al sistema a un estrés más allá que el que ocurre con otros virus respiratorios”.

En ese sentido, Vial aporta: “Las primeras señales que dé la vacuna deben ser esas: la disminución de los casos graves, que en todo caso ya se está empezando a observar”. Detalla sobre esto último que actualmente “las curvas se han distanciado un poco y ya no van tan en paralelo los casos con aquellos que requieren hospitalización”, lo que debe replicarse para una posible apertura. “Necesitamos sobre todo un sistema de salud que tenga holgura en cuanto a atender a los casos más graves, llegando a niveles de incidencia que nos permitan decir que se puede (pensar en abrir)”, asegura.

García, del ISP, asegura que “lo ideal es mantener estables las tasas”, dado que estas van a mostrar “si la pandemia está siendo controlada o no. La hospitalización está incluida, va todo de la mano. Lo importante es que baje la relación de la gente que muere, que para morir se tuvo que hospitalizar y antes de eso contagiar, con la que está vacunada”.

Asimismo, Erazo ve imperioso que Chile tenga “suficiencia de camas críticas y una red asistencial fortalecida desde la Atención Primaria, que juegue un rol fundamental y con más capacidad”.

Salir del invierno

Hay también un factor externo: las estaciones del año. Los expertos coinciden en que el factor invierno poco ayuda en pos de la apertura.

“Lo complejo es que en el hemisferio sur estamos iniciando la temporada fría, lo que impacta en el cambio de conductas de las personas, ventilan menos los espacios y realizan actividades sociales en espacios cerrados”, asegura el académico Castillo.

El infectólogo Vial concuerda con lo expuesto anteriormente: “Estamos entrando al invierno, que sabemos facilita la transmisión de infecciones respiratorias, por lo que la estacionalidad también tiene su importancia. Todos tendemos a vivir más al interior y a ventilar menos, por el frío. Estamos hasta más cerquita, entonces la apertura podría tender a darse cuando estemos saliendo del invierno”.

El director del ISP concuerda y cree que para avanzar al desconfinamiento se debe coincidir con una estación más calurosa. “En verano en la cuenca de Santiago hay bastante ventilación y ya vimos que a pesar de las mayores libertades los contagios no aumentaron. Hoy hay más contaminación, no hay una ventilación adecuada y habiendo similitudes, los casos igual aumentaron”, explica.

En ese sentido, O’Ryan, el médico de la U. de Chile, cree que es importante, para evitar retrocesos, “posibles periodos de incremento de restricciones durante el invierno”. El exsecretario de Estado Erazo agrega que “en la medida en que salgamos de contingencias invernales será un mejor escenario para proponernos estas metas, sin lugar a dudas”.

El comportamiento de la población

El cómo respondan las personas también es un factor importante. Eso al menos creen algunos de los consultados.

“Hay cosas que son de uno, no de la autoridad sanitaria. Se ponen reglas, pero también hay decisiones que tienen que ver con la conciencia personal”, asegura Heriberto García (ISP).

En ese ámbito, Erazo señala que es importante considerar “la respuesta comunitaria y social, que debe estar más integrada a la toma de decisiones”. El exministro añade que para que esto ocurra se deben “buscar mecanismos de mayor comunicación con la ciudadanía. Es relevante empoderarla”. Para ello ve importante la creación de una red de protección social, “porque los efectos que va a dejar la pandemia obliga a tener una red potente. Si no, va a ser muy difícil lograr, ante cualquier nuevo brote, una protección”.

Trazabilidad y vigilancia

Fue otro de los puntos comentados al preguntar por las condiciones para una posible apertura. Tres de los expertos así lo creen.

Hay que tener un sistema de trazabilidad robusto, fundamentalmente en el tiempo que nos demoramos en detectar y aislar a las personas”, señala Álvaro Erazo, quien agrega que también se debe mejorar “en la identificación de brotes. En eso hemos estado débiles”.

Castillo, académico de la Usach, apoya la idea. Cree que debe ser “un sistema funcionando de manera pertinente, oportuno y efectivo, incluso considerando masificar el test de antígeno o su venta en farmacias, como ocurre en otros países”.

Asimismo, ve necesario “un sistema reforzado de vigilancia de variantes, con secuenciación genómica de casos provenientes de brotes de rápido avance junto con quienes den positivo y tengan historial de viajes al extranjero”. Erazo lo respalda: “Hay que tener un sistema de detección fidedigno en los controles fronterizos y de alerta temprana en la región, de vigilancia genómica bien instalado en nuestro país. Las variantes son un componente crítico”.

Gabriel Rada, en tanto, ve que la implementación de un sistema de testeo, trazabilidad y aislamiento “realmente efectivo, con un componente tecnológico, no solo es fundamental para retomar la normalidad, sino que para mantenerla”.

Gobernanza y comunicación

Hay también un último aspecto que algunos expertos consideran importante a la hora de pensar en un avance. No tiene que ver con las condiciones propias de la enfermedad, sino con quienes están al mando del manejo de la pandemia.

Claudio Castillo cree que el plan Paso a Paso se debe rediseñar, y que debe cambiarse la gobernanza y la estructura de toma de decisiones. “De manera que sea más transparente para la ciudadanía, basada en evidencia y con una comunicación de riesgos que transmita efectivamente el momento epidemiológico y sanitario”.

Erazo también cree que la comunicación de riesgo “debe ser central”. Y añade: “Debe mejorar la gobernanza en materia sanitaria, la comunicación debe ser educativa, que se anticipe, que advierta de manera creíble”.