La interpelación parlamentaria de la que fue objeto el ministro del Interior para que diera cuenta de la política migratoria del gobierno tuvo escasa resonancia pública, siguiendo la tónica de lo que han sido otras interpelaciones. A pesar de las generalidades y la reiteración de argumentos en general conocidos, de la exposición del secretario de Estado se puede desprender con claridad que el fenómeno de la inmigración y la necesidad de regularlo adecuadamente no ha estado dentro de las prioridades del Ejecutivo.

Así, no hubo explicaciones convincentes de por qué el gobierno dilató tanto la presentación al Congreso de un nuevo proyecto de inmigración, ni por qué se desestimó el proyecto enviado por la anterior administración -en circunstancias de que existían varias coincidencias-, lo que ha devenido en una valiosa pérdida de tiempo. Tampoco parece razonable la imprecisión acerca del costo fiscal que representa para el país la llegada de inmigrantes, pues ello dificulta trazar políticas públicas.

Las cifras que entregó el propio ministro del Interior dan cuenta del explosivo aumento de la inmigración haitiana, que en apenas cuatro años pasó de 1.600 residentes a más de 70 mil. Llama la atención que este fenómeno no fuere suficientemente elocuente para que la autoridad actuara más rápidamente para ordenar mejor este flujo, en conformidad a una política migratoria moderna. Tras la interpelación han quedado flotando más dudas que certezas en cuanto a la forma como el Estado está asumiendo los desafíos y oportunidades que presenta la llegada de extranjeros al país.