Cuando Mirna Suárez llegó por primera vez a la fábrica de Baldosas Córdova, hace 10 años, fue la primera mujer en mucho tiempo en entrar al antiguo galpón del barrio Mataderos. Hasta hace una década, hacer baldosas era un oficio casi completamente perdido. Y los pocos conocedores que quedaban de esta antigua técnica y sus procesos eran todos maestros baldoseros. Ni una sola mujer.
Pero las encargadas de darle un segundo aire de vida a las baldosas fueron dos mujeres. "Llegué en una época en la que los pisos de baldosa no eran apreciados, sino que eran vistos más bien como un cacho", cuenta Mirna. "Habíamos perdido el oficio de poder hacer matrices para las baldosas porque los maestros iban jubilando y no hay nadie más que conozca estas técnicas. Hasta que llegó una diseñadora joven que era muy inquieta y entre las dos nos planteamos el desafío de recuperar el oficio". 
Una de las principales dificultades al momento de hacer una baldosa es la matriz con la que vas a trabajar. En España, donde se encuentra la fábrica más antigua de baldosas de todo el mundo, las encargan a un maestro especialista en este tipo de trabajos que las fabrica en Argentina. "Él solo se dedica a eso, no hace baldosas. Es un oficio perdido que muy poca gente hace en el mundo. Nosotros nos planteamos el desafío de poder hacerlo aplicando técnicas de orfebrería. Así que yo misma aprendí a hacerlas" cuenta Mirna.
Las matrices de las baldosas parten siempre con un dibujo. Luego, ese mismo trazo se replica con tiras de bronce de distinto espesor y largo que se moldean con alicates y herramientas para recrear el diseño que está en el papel. Se usan distintas herramientas para poder darle los ángulos y las curvas del dibujo original. "Todo el proceso de la fabricación de una baldosa se hace a mano", explica Mirna. "Muchas de las matrices con las que trabajamos ya las tenemos, porque hemos creado casi 400 matrices. Pero muchas veces los clientes quieren un diseño propio y les hacemos una matriz especial para eso". 
La mayor dificultad que reviste una matriz es que todas son distintas y que cada una presenta desafíos diferentes. Hay algunas que por diseño necesitan que ciertos sectores queden desconectados del resto. Otras que tienen patrones muy intrincados y tienen muchos elementos que deben calzar perfecto. Pero todas deben ser funcionales, evitando que los colores se mezclen unos con otros y permitiendo que el maestro pueda vaciar con facilidad el cemento en su interior al momento de hacer la baldosa. "Una matriz puede tomar días, pero también se puede demorar semanas", dice Mirna. "Hacer la matriz es difícil, pero más difícil es hacerla y que funcione a la perfección. Para mí no hay matriz lista hasta que el maestro la prueba y me dice que puede hacer baldosas con ella". 
"El oficio de hacer baldosas está ligado a muchos oficios y nada de lo que necesitas lo puedes ir a comprar a una tienda especializada, sino que lo tienes que ir resolviendo tú mismo. Eso es lo maravilloso pero también lo complejo de hacer baldosas", explica Mirna. "Todos los días te puedes plantear un desafío distinto. Parte del proceso para nosotros es probar y embarrarlas. Es así como hemos logrado las cosas". Al principio, muchas veces el resultado no es el que han esperado. Pero probando y haciendo ajustes es como han llegado a implementar estrategias de mosaico en cerámica o a rescatar antiguas técnicas que ya no se hacían en la fábrica, como el grano pulido o terrazo.

Hay un desafío importante desde el punto de vista técnico, sin duda. Pero para Mirna una de las dificultades más grandes fue incorporarse a un mundo que estaba dominado por hombres. "Trabajar con maestros artesanos siendo mujer es difícil. Tienes que validarte y para eso tienes que conocer el proceso a la perfección", comenta. "Ellos estaban acostumbrados a tener jefes hombres y a que el trato fuera siempre muy rudo y tosco", recuerda. Fue así como Mirna entendió que para poder mejorar el producto que estaban entregando tenía que conocer a la perfección el proceso de producción de las baldosas. "He tenido que aprender todos los oficios porque para poder hacer un buen control de calidad y mejorar el producto teníamos que saber de qué les estábamos hablando, qué les estamos pidiendo y si realmente se puede hacer o no", explica. Los clientes se fueron poniendo cada vez más exigentes y cada vez le pedían más a las baldosas: que la baldosa salga sin problemas de diseño, sin problemas en la superficie y con los colores que han pedido. "Muchas veces esos errores siguen ocurriendo porque al fin y al cabo el trabajo detrás de la baldosa lo hace una persona y no una máquina. Por eso cuando el amarillo queda en el lugar del azul a mí en lo personal me parece bonito", comenta. "En los pisos de mi casa lo he dejado así, con los colores al revés. Y es que eso me recuerda que es un trabajo hecho a mano".

Mirna Suárez (57) trabaja hace 10 años en la fábrica de Baldosas Córdova.