En el Hospital Regional Hernán Henríquez, enfermeras y enfermeros, asistentes, doctores y otros funcionarios, están enfrentando el reto más duro de sus vidas. Están lidiando con una enfermedad de la que el mundo sabe poco y frente a la cual aún no hay un tratamiento probado. Con pacientes que mueren sin poder despedirse de sus familiares. Con compañeros que se han contagiado o que han debido entrar en cuarentenas preventivas por temor a estarlo. Y con sus propias vidas familiares en pausa, con sus hijos lejos, con encierros voluntarios en sus horas de descanso por miedo a dañar a sus familias.