La huelga: ¿un mal negocio para trabajadores y empresas?

Escondida
Huelga de Escondida en 2017. Foto AgenciaUno

Por algún motivo, que resulta difícil de comprender, existen quienes piensan que la huelga es un buen instrumento para negociar con las empresas. Se trata en verdad de una posición bien curiosa porque ello, en primer lugar, supondría conocer casos exitosos de negociación en los que huelgas se hayan traducido en mejoras sustanciales con respecto a lo que la empresa había ofrecido en etapas previas de la negociación. Es verdad que, en ocasiones, ante la aprobación de la huelga se mejoran las condiciones propuestas anteriormente. Sin embargo, una vez que la huelga se ha hecho efectiva muy rara vez se mejora la oferta y, por el contrario, muchas veces ésta resulta menos atractiva que la original. Ello es aún más habitual en el caso de huelgas que se extienden por un largo plazo. Si a ello se agregan los impactos en los climas laborales y en las relaciones entre las personas, hubieran o no tenido participación, nadie podrá puede dudar que, por regla general, la huelga resulta perjudicial para la empresa y para los trabajadores.

Aún a riesgo de parecer una perogrullada, sería mucho mejor que sindicatos y empresas pusieran real empeño en lograr un acuerdo en la etapa de negociaciones y no esperaran llegar a un acuerdo en la etapa de votación de la huelga. No parece lógico ni razonable que existan trabajadores sindicalizados que pongan sus expectativas de mejora salarial en una huelga, ojalá lo más dañina posible hacia su empresa. Lamentablemente, al parecer por una falsa expectativa creada en los últimos años por quienes propugnaron la reciente reforma a la negociación colectiva existe una muy infundada impresión en algunos sindicatos y sus asesores de que la huelga sería un buen sistema de negociación. La verdad, como se ha visto, es que esta creencia es errada. Más bien se puede entender que la huelga deviene de un fracaso de las negociaciones y raramente beneficia a los trabajadores. En esta materia se requiere de más pragmatismo y seriedad, evitando aventuras que sólo perjudican a las personas y a la empresa.

Tanto trabajadores como empresa deben entender y trabajar para que la huelga, aún siendo un derecho legalmente reconocido, no se convierta como hasta ahora en una herramienta de presión y se extremen los esfuerzos para llegar a acuerdos durante la etapa de la negociación. Ello no solo es lo más racional, sino que evita agrias confrontaciones con -a veces- negativas consecuencias para todos.

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