Cuando me pidieron que le enseñara a bailar cueca a Ricardo Lagos Weber, que entonces era vocero de gobierno de Michelle Bachelet, dije que sí inmediatamente. Había visto el video en que él bailaba dando saltos y del cual todos hablaban. Había sido para la inauguración de las fondas en el Parque O'Higgins en septiembre de 2007. Yo ya sabía que necesitaban mi ayuda para reformular su cueca. En esa época yo estaba de bailarín en El Baile de TVN y en el Buenos días a todos. Daniel Sagüés, que era el director de Animal nocturno, animado por Felipe Camiroaga, me llamó para que hiciera bailar perfecto al ministro para uno de los programas.

A mí llegaron porque soy coreógrafo profesional. Estudié danza en Chile y en Francia. Actualmente he hecho cuatro revistas en Teatro Tacones, estoy con Hombres Fantásticos de Ernesto Belloni, donde soy director coreográfico, y he trabajado más de 15 años en televisión. Llevo seis años en Mega como coreógrafo de todos sus realities. Pero en esa época, cuando me llamaron por la cueca del ministro, estaba sólo en TVN.

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A la televisión llegué bailando en el Bafochi. Ahí estuve desde los 17 años hasta los 23. Al principio iba a escondidas, porque mi papá no quería que yo fuera bailarín, pero para mí era un sueño desde chico. Él estaba contento con que yo jugara vóleibol. De hecho, fui seleccionado nacional y a raíz de eso pude estudiar un año de Derecho en la Universidad de Chile, pagado por la selección. Pero lo mío no era eso, así que me salí. Eso significó dos cosas: ser infinitamente feliz por cumplir mis sueños, y que mi papá me quitara el habla. Han pasado 14 años desde la última vez que conversamos. Lo de mi papá es un tema de homofobia, de discriminación y prejuicios. Pero allá él.

Cuando entré al Bafochi me empezó a cambiar la vida. Íbamos a la Teletón y al Festival de Viña del Mar. Los directores preguntaban por mí, especialmente Hugo Urrutia. Él me dijo en varias oportunidades que me fuera a la televisión, pero yo me negué. Eso, hasta que cumplí 21 años y decidí hacer las dos cosas: estar en TVN y en el Bafochi.

Mis papás son separados, por eso se facilitó más perder el contacto con mi papá. A ellos los casaron por convenio familiar en Uruguay cuando tenían 15 años. Yo nací en Chile, y luego viví allá hasta los 14. Cuando la dictadura terminó, nos vinimos los tres. Tiempo después, se vino mi abuela paterna, quien finalmente me crió. En el colegio me hacían bullying porque hablaba como argentino, decían. Nunca me hallé en Santiago, tampoco entendía de política. Hoy sé lo justo y necesario, pero no entiendo más allá. Por lo mismo no tuve prejuicios con Lagos Weber. Lo que más me preocupaba era que él quedara bailando de manera impecable.

Recuerdo perfecto de mi reacción cuando vi su video bailando cueca: quedé para adentro. Verlo bailar fue entre divertido e impactante. Pero es algo muy común en Chile. Del total de chilenos, apenas el diez por ciento sabe bailar cueca. Si vas a la fonda del Intercomunal, ves a los cuequeros de las agrupaciones folclóricas de Peñalolén bailando cueca en el centro, pero la gente que va no lo hace.

Ese video fue el que mostraron para preguntarme si es que podía hacerlo bailar bien cueca para el programa Animal nocturno. Dije que sí, porque al final cualquier persona puede bailar cueca. La cueca es súper exacta. Hay que saber que hay un saludo, una cortesía a la mujer donde se habla con ella. Se deja a la mujer cuando ya se conversa la vuelta que van a hacer. Dan una vuelta, después las mediaslunas, después otra vuelta, después el escobillado, luego otra vuelta, luego el zapateo y se remata con el final. No es difícil.

Cuando Lagos Weber llegó a una de las salas del taller de Hugo Urrutia, me dijo: "Vas a tener que hacer un milagro conmigo, porque después de lo que pasé...". Yo le dije que se quedara tranquilo, que era mi responsabilidad. Y partimos con eso. Las dos primeras clases las tuvimos solos. Y para la última llegó la Isadora, que fue la persona que ensayó con él. Ella era entonces una de las bailarinas del Bafochi.

Sí, hubo chascarros en esas tres clases. A veces yo le decía que se moviera a la izquierda, y él se iba para la derecha, o le indicaba que fuera a un lado, y él iba a otro. Igual fue entretenido hacerle clases de cueca. Creo que Lagos Weber al menos se esforzó. Y fue súper simpático, súper afable. Eso lo digo porque uno con estas cosas conoce más a la gente. Es como cuando bailé con Marcela Sabat, y la conocí más. Con ellos aprendí mucho sobre la sociedad, sobre su trabajo.

Con él quedé sorprendido. Es muy caballero, de un humor muy bueno, de hartas tallas. Tuvimos que empezar de cero: le enseñé a bailar, a hacer el escobillado, las vueltas básicas y a zapatear bien. El zapateo fue lo que más le costó. Ahí fue donde nos demoramos más, porque él tenía la tendencia a saltar en vez de zapatear. Eso era antes, porque ahora lo veo bailar y hace lo que le enseñé.

Después de tantos años, he concluido que lo que le pasó a Lagos Weber no es algo que no le pase a nadie más. Es cultural. En los colegios deberían enseñar a bailar cueca desde kínder. La gente no sabe ni siquiera lo que es la cueca, de dónde viene, en qué países se baila. Hace falta cultura nacional. En Chile, la cultura folclórica es muy poca. Existe en Bafochi y en el Bafona, que son las agrupaciones del baile folclórico nacional, pero fuera de eso no hay nada que lo incentive de manera masiva.

Me atrevo a decir que las autoridades de hoy tampoco bailan bien. No saben bailar una cueca; y si la bailan, es la forma más básica. No saben bien el escobillado. Por lo mismo creo que fue mala onda reírse tanto de Lagos Weber. Si vas a una fonda, hay mucha gente que está saltando como él, bailando peor que él.

Desde que le hice esas clases no he vuelto a verlo. Pero siempre que se acerca esta fecha, y a él le recuerdan el episodio de su comentada cueca, me da las gracias. Hoy lo invitan a programas y destacan que baila, pero es heavy que siempre repitan su baile malo antes de poner el baile bueno. Más que orgulloso, me hace sentir bien que haya aprendido, pero creo que ya tienen que bajarlo de la pelota. Hay otros diputados y personas de gobierno que deberían dar el ejemplo bailando una buena e impecable cueca; ya deberíamos superar la del ex vocero de gobierno, hoy senador, que con esfuerzo aprendió a bailar bien.

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