Columna de Daniela Lagos: Breeders, la cruda paternidad
Breeders se siente como una mirada honesta y cruda de algunos de los elementos más complejos de la paternidad, y es una serie que además toma la misión de exhibir todo aquello no en tono de drama.
Es una comedia británica sobre una familia inglesa de clase media, con una mamá, un papá, un tímido hijo adolescente y una brillante hija preadolescente. Una comedia que habla sobre las dificultades de ser padres. O en este caso más específico, padre.
Esa es la base de Breeders, la serie que debutó en marzo de 2020 y que el lunes 31 estrena su cuarta y última temporada en FX, mientras que todos sus ciclos anteriores están disponibles en Star+. Y si bien en el papel puede sonar como una historia del montón, algo liviano y para pasar el rato, la realidad es muy lejana a eso. Breeders es una producción arriesgada, a ratos oscura y muy incómoda.
Martin Freeman (El hobbit) es el actor al centro de la historia que habla de una familia, pero sobre todo de un padre que a pesar de ser una buena persona y querer mucho a sus hijos, tiene un serio problema de control de ira, lo que hace que varias escenas de cada uno de los episodios sean de él gritando o haciendo todo lo posible por no empezar a gritar. Y no son alegatos chistositos, como podrían ser los de Ed O’Neil en Modern family (o Casado con hijos); son ataques de ira con todas sus letras, que asustan a su familia y hacen que él termine sintiéndose muy mal.
Así, Breeders se siente como una mirada honesta y cruda de algunos de los elementos más complejos de la paternidad, y es una serie que además toma la misión de exhibir aquello no en tono de drama, que probablemente sería lo más fácil, sino que lo hace en estilo de comedia, para así caminar con equilibrio de cirquero entre las risas y la incomodidad, o a veces directamente la rabia que puede provocar en el espectador.
Con 30 episodios ya estrenados y 10 más por venir, un elenco sólido (liderado por Freeman y la gran Daisy Haggard) y cuidados guiones, esta es una serie que ha pasado por debajo del radar mainstream, pero es sin duda una obra honesta y llena de corazón que vale la pena ver, para reír y también sufrir un poco con una familia televisiva que se siente más real que muchas otras.
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