Alberto Raimundi demoró un par de días en atender a El Deportivo. No porque no tuviera la voluntad de hacerlo, sino porque, aclara, sus múltiples compromisos no se lo permitían. Ahora, de hecho, explica que tiene que ir ver a Gimnasia y Esgrima de La Plata, el club al que sigue. Sin embargo, asume que, esta vez, no hablará del Lobo, sino que tendrá que referirse a las burlas y acusaciones concretas que profirió en su relato después de la caída de la Selección ante Uruguay, que significó la eliminación de la Roja del Mundial de Qatar. “No nos olvidamos del paso por los vestuarios de Lima luego de haber comprado la Copa América”, espetó ese día, uniendo dos de los momentos icónicos que marcaron a la Generación Dorada. La narración produjo natural revuelo, sobre todo en las redes sociales. Raimundi aún lo siente en sus redes sociales.
Ya más pausado, ahora justifica sus dichos. Eso sí, aunque el tono varía, tampoco echa demasiado pie atrás. “Fui vehemente porque siento así el fútbol. Si escuchas todos los partidos que relato, siempre soy igual. Es mi manera. Era la última fecha, Uruguay ya estaba clasificado y el objetivo era ganar para que Chile quedara afuera. A Chile no lo odio, de ninguna manera. Esto es fútbol. Lamentablemente, la gente mezcla todo, con esa mezcla entre el fútbol y la patria que yo no la hago. Para mí, no tienen un carajo que ver. La gente se confunde y cree que por una cuestión meramente futbolera, a la que estamos acostumbrados, se lo toma como que estuvieras ofendiendo a un país, a un pueblo. Ese encono, futbolísticamente hablando, se lo ganaron en base a actitudes. Hasta el 2015, el partido entre Uruguay y Chile era un partido más. A partir de ahí, con el montón de cosas que pasaron en la Copa América, que no tengo ninguna duda, es más, hay un montón de elementos que acreditan que hubo cosas raras, y las actitudes de los jugadores chilenos fueron llevando a que no siempre le quiera ganar a Chile y disfrute cuando tiene tropiezos deportivos”, reflexiona, inspirado.
Contextos distintos
Raimundi se esfuerza en separar contextos. “Esto es fútbol, no es política. Yo le llamo politiquería, porque la política está al servicio del mal. Por ejemplo, estoy absolutamente en contra de la entonación de los himnos, porque el fútbol y la patria no tienen nada que ver. Son dos cosas distintas. La gente se cree que es patriota porque va al estadio a cantar el himno o a alentar una selección de fútbol que no es la patria, es una selección de fútbol. Entonces, claro, dentro del código futbolero está la cargada, la chanza. O dices lo que sientes, por esto que te venía diciendo que se lo ganaron, con la soberbia, con las actitudes. Entonces, parece que estás atacando a toda una patria, a todo un país y eres el enemigo. Y, en realidad, estás hablando de fútbol”, manifiesta.
En esa línea, explica su otra intervención polémica vinculada con Chile: los insultos en 2015 a la entonces Presidenta Michelle Bachelet. “Lo de Bachelet fue en el año 2015. Lo he hecho con el presidente de acá y con cualquier presidente. Detesto a los politiqueros porque son enemigos de los pueblos. Y ahora sí no estoy hablando de fútbol. La gente no se da cuenta, pero si lo hiciera, se daría cuenta. Son gerentes o secretarios de unos poderes superiores. Están completamente alineados. En ese momento me calenté porque fue un robo artero, con lo de Cavani, y ella estaba ahí tranquila, sentadita. Y en la mañana habían reprimido a los estudiantes en la calle. Y ahí me salió el insulto del alma, pero lo haría con cualquiera, no porque sea el presidente de Chile. Lo hago siempre, porque los considero enemigos y me pone muy nervioso cuando hacen ese tipo de actos demagógicos y patrioteros de estar en un estadio de fútbol cuando son terribles ladrones, delincuentes”, enfatiza.
“No es odio”
“No sé si es odio la palabra, pero con un montón de actitudes se han ganado el enojo o el sentimiento negativo. En mi caso, hablo de fútbol, pero cuando discutes con un chileno te tiran un montón de cosas que no tienen nada que ver. Creen que viven en un país europeo, rodeado de latinoamericanos, que somos nosotros. Y te dicen ‘muerto de hambre’, te hablan de Las Malvinas, del submarino. No estoy de acuerdo con esas cosas. Pero sí, son soberbios y no están mejores que nosotros. Somos todos esclavos, lamentablemente. Tenemos el potencial para estar muchísimo mejor. Se han ganado ese sentimiento negativo, porque son bastante soberbios”, amplía.
Su última reflexión es para dar cuenta de una situación que parece extraña. “Con Chile no tengo problemas. Lo que quiero aclarar que soy hincha de Uruguay. Entonces, no es resentimiento por lo de las finales que ganaron. Soy argentino, pero esos partidos ni los miré, no los vi. No pasa por ahí. Pasa por lo que pasó con Uruguay y por cómo se vinieron comportando todos estos años. Me los puse como rivales a ganar y cuando les va mal, me pongo contento. Pero no es odio ni algo personal, es producto de las circunstancias. Y no tienen que ver las finales. No soy hincha de Argentina. Me importa un carajo Messi. Soy hincha de Uruguay por un montón de circunstancias que ya he explicado”, dice. “¿Si Chile volverá a ser el que fue? No sé. Se dieron un montón de circunstancias que no sé si se van a volver a dar. Futbolísticas y extrafutbolísticas”, concluye.