Cultivos biodinámicos: hijos de la luna

biodinámico

Desde afuera la palabra biodinámica habla de aquellos que se rigen por los astros para trabajar y vivir alejados de lo químico. Desde un poco más cerca, se palpa una profunda conexión con las fuerzas de la tierra practicando conductas y acciones responsables. Desde adentro se revela que ven el entorno como organismos completos, vivos e individuales, donde el mismo humano es parte de ello igual que el animal, bicho, planta. Una visión sustentable que abarca lo económico, social y ecológico.




En el techo/terraza de su casa, en Providencia, Mirentxu Ruiz puso una colmena de abejas. Es de madera, con techo triangular de troncos pequeños que ella hizo. Por el frente salen algunas abejas. Nos muestra un traje para ponernos. En nuestro pelo se pueden enredar algunas, creer que las atacan y defenderse. Aclara que no hay que ponerse frente a la colmena porque se tapa la luz, la señal madre con que funciona este micromundo apícola, de roles y tareas naturalmente dados. En la mente humana podría aparecer la imagen de un montón de abejas volando alrededor, tal vez enloqueciendo, disparando con lanceta lista para la batalla. En este momento, nada. Ocurre lo opuesto: las abejas están ahí, en su miel, cera, cajones. Haciendo como si todo fuese igual, como si una energía diferente las envolviera. Mirentxu la destapa para mostrar los marcos, justo cuando se cree va a empezar una batalla y aparece la mágica sorpresa de ver la abeja reina, un privilegio, rodeada de más abejas que están ahí, y punto. "Viste, son tranquilas mis abejas", comenta, mientras explica un poco del funcionamiento, habla de unas alfombras de totora que pone en el verano para bajar el calor y de cómo tuvo que pintar a hurtadillas con spray negro los focos de la calle para que no las molestaran en la noche haciendo creer que era día. Antes, vale contarlo, había cambiado la hora de visita para este encuentro, diciendo que entre las 15.30 y las 16 de la tarde habría sol, por lo tanto ellas estarían en acción, haciendo la fiesta que significa la luz.

¿Cómo puede saber eso Mirentxu? Por el calendario biodinámico que cuelga en su pared, hecho por René Piamonte, algo así como el gurú de esta agricultura en América Latina, un hombre que año a año lanza esta publicación con ese nivel de exactitud dado por la aplicación astronómica que ocupa esta práctica, donde la fuerza de los astros influye en el comportamiento tanto para ese organismo completo –la colmena– como para lo que el humano puede hacer con ellas en pos de potenciarlo o, más bien, para respetar su propio funcionamiento. Un mundo donde las constelaciones, el Sol y la Luna ejercen energías que guían, tal como lo hacían los primeros humanos que trabajaron la tierra.

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Lo biodinámico

Todo parte de Rudolf Steiner, filósofo austríaco fundador de la antroposofia, la cosmovisión que liga lo espiritual del hombre con lo espiritual del universo. De su pensamiento nacen las bases para la medicina y educación antroposófica –Waldorf– y la agricultura biodinámica, básicamente una búsqueda por desarrollar una agricultura con mejor fertilidad recuperando la biodiversidad e integrando valores humanos y sociales justos, con viabilidad económica y sostenibilidad para el futuro.

"Yo siento que es el sistema de producción de agricultura ecológica que logra mejores resultados en muchos ámbitos. No solo de mejora agroecológica, condiciones de suelo, fertilidad y protección de los cultivos, como control de enfermedades y plagas, sino que tiene un contexto muy importante de desarrollo social, el involucramiento de las personas, de nuevos mercados, y eso es más que trabajar la tierra, es trabajar los individuos allí dentro", plantea René Piamonte, por estos días en Chile, asesorando una serie de proyectos biodinámicos que van desde vinos a manzanas, cursos de preparaciones para suelos, charlas, consejos y –como cuenta– conversaciones intensas en cada campo que visita o que él llega. Un ser que desde su natal Colombia parte a Brasil a estudiar agronomía en los ochenta, conoce la biodinámica, que recién aparecía en ese país, le hace sentido y la sigue a Alemania para especializarse, vuelve a Brasil para hacer su doctorado, se muda a Salta, Argentina, donde tiene su huerto y termina en Lima, con su esposa peruana. Hoy, después de 30 años dedicados a esto, no para de viajar realizando asesorías y clases, sin dejar de preguntarse sobre esta filosofía que si bien tiene principios y fundamentos comprobados, actúa con respuestas a varios niveles. "Hoy tenemos una tecnología bastante afinada, acciones concretas para hacer frente a eventualidades que se van perfeccionando. Cada campo y situación es diferente, particular y no dejan de ser sorprendentes. Todo se prueba. No hay recetas obligadas pero sí experiencias que orientan. Pero eso es secundario. Lo importante, que yo he visto personalmente, es el compromiso de las personas. Mi pega realmente es dar entusiasmo, impulsos, mostrar luces y caminos, pero son ellos quienes los hacen. Es un cambio de mentalidad. Es fácil hacer lo que conoces o te enseñaron, echar químicos para producir la tierra creyendo que mejoras, cuando así es como enfermas la tierra", afirma.

Su calendario, Terra Habilis, es esperado la gran mayoría de los agricultores biodinámicos, es una guía para organizarse, un apoyo en las faenas de la tierra dado por las relaciones matemáticas de los ángulos que forman los ritmos del Sol y la Luna más los movimientos de los planetas y las constelaciones. Un esquema que René hace para este lado andino del planeta, que comenzó analizando lo que la gran investigadora alemana María Thun planteó en la construcción de su calendario para hortalizas, al que él hace siempre referencia y donde hay, además del día a día, un montón de información sobre preparados naturales bases con los que funcionan, haciendo cambios porque cada campo es individual. Todo este mundo de los hijos de la Luna.

El vino

"Mira profundamente la naturaleza y entenderás todo mejor". Esa frase de Albert Einstein abre los reportes de sustentabilidad que año a año publica Emiliana, la primera viña en desarrollar la agricultura orgánica y biodinámica, en 1998, en Chile. Un cambio de mentalidad y trabajo que José Guilisasti, gerente en ese entonces de la viña, y Álvaro Espinosa, asesor enológico, impulsaron en el tradicional vino nacional, haciendo profundas transformaciones mentales y físicas. Ellos fueron los que explicaron esta concepción a los Undurraga, cuando el inquieto y apasionado Cristóbal (quinta generación de esta familia ligada al vino) tuvo el impulso de transformar este tipo de viñedos queriendo no solo diferenciarse, sino que ser parte de una visión que mira el futuro de manera sostenible, fuera de, como él dice, lo químico, "que todos sabemos son malos, pero que además no hace productos de real calidad. Un mirar más allá de uno como productor. Algo que podía ser una locura y que necesitaba confirmaciones". Él lo planteó –hace ocho años– en su núcleo íntimo, como una apuesta, prueba, riesgo, novedad. Ellos fueron, desde lo que había pasado en Emiliana, los que lo archiconvencieron. "Yo lo presenté a mi familia en una primera instancia y me dijeron te pegaste el que te fumaste, que es la primera reacción del grueso de los agricultores en Chile, pegados a lo convencional, que miran lo biodinámico como algo superdifícil. Porque es un aprendizaje continuo. José nos dio el impulso, mostrando ventajas y lógica. Porque lo que pasa es muy lógico, lo puedes ver. Mi familia sabía de agricultura y vinos. Pero cuando fuimos incrédulos con mi viejo, mis dos hermanos y el arquitecto que estaba trabajando en el desarrollo de lo que hoy es Los Lingues, nos contaron todo. Salimos y en el auto mi viejo me dice, "Oye, biodinámico de todas maneras", casi como un qué habíamos estado haciendo todo este tiempo".

Así comenzaron con Koyle, desarrollando viñedos biodinámicos Koyle –junto a René–, que incluían varios tipos de suelos, que asesorados también por especialistas –los franceses Lydia y Claude Bourguignon– mostraron su propio terroir, suelos de minerales profundos con potencialidades reales.

Hace ocho años que Koyle se lanzó. Los primeros tres años de inversión, preparación, cultivos especiales con cuerno de vaca, cuarzo, exposición a la luna, trabajos meditados, educación a los trabajadores. Este 2018 Koyle recibió y celebró a finales de abril el sello Demeter de Alemania en sus botellas, que los certifica como biodinámicos, con la calidad que expresa la tierra pero además con una producción, con el mismo tractor y la misma gente, que produce más del 40% por sobre lo que proyectaron. Vinos que se venden aquí y en el exterior sin una gota de químicos, con producción de uvas para otras viñas que crean un sistema donde todo el viñedo es un organismo que lo concibe como ser vivo, cambiando el concepto –por ejemplo– de maleza por pasto nativo, metiendo ovejas y caballos entre las parras, para dar el ingrediente vital –guano– que crea el compost con que se alimentan hoy –más de 100 hectáreas– en campos que dan no solo más uvas que mantienen la expresión del lugar, sino que todo un organismo donde tanto animales como frutas y personas trabajan felices conectados con la naturaleza. Un vino que recibe altos puntajes, que se vende más que al doble que el resto de las botellas chilenas, con el diferenciador de comprobar un proyecto viable económica, agrícola y socialmente rentable.

La miel

"Para Rudolf Steiner las abejas son un organismo completo y complejo que muestra un funcionamiento asombroso, revelador en cuanto a su trabajo y comunidad. La miel, si se quiere ejemplificar, para un adulto mayor, es el equivalente a la leche de la vaca para un niño; el comienzo que lo constituye o encarna. Es lo que puede acompañar el trabajo espiritual cuando desencarna para mantener una forma física adecuada. La colmena representa –dentro del esquema de la naturaleza– una comunidad en la que todo se mueve interconectado. Si se analiza, nada de lo que ellas trabajan y hacen es para beneficio propio. Todo es para su futuro, para los que vienen y en completa armonía. Las abejas son seres solares organizados de una manera muy alta. Es a lo que tendría que llegar el hombre como evolución, donde las fuerzas, representadas en los distintos animales, humanos, plantas, astros, conforman un todo unido. La abeja tiene esa especial misión. De mostrar al hombre hacia dónde aspirar como comunidad. Porque nada es aislado. No separas la abeja madre de la obrera o del zángano que la fecunda de la etapa en que la obrera forma la cera o da la jalea real. Yo invito a pensarlo como un organismo que funciona maravillosamente en armonía. Es como lo que pasa entre el corazón, el pulmón, el hígado, el brazo, la piel, por nombrar algunos. Cada cosa tiene un rol, pero todo es necesario para que funcione. Lo que ocurre adentro de una colmena es el grado más alto de organización, donde se actúa por separado dentro de un todo, con plantas, flores, animales, humanos", cuenta Mirentxu Ruiz, la mujer de las abejas en el techo de su casa en Providencia, que tiene su grueso de producción en Futrono, donde las abejas merodean en bosque nativo para dar como resultado la miel Auquinko, frascos translúcidos que están en varios centros medicinales antroposóficos como un elixir –jamás mirado por ellos como tal– tan puro y conectado con el todo terrestre y astral, como un alimento/medicamento para funcionar acorde a la propia evolución.

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