Columna de Arnaldo Canales: El valor de la Salud Mental: Un compromiso permanente

Foto: Olivier Douliery / AFP.


Vivimos en una sociedad que valora la productividad y el éxito, a menudo a expensas de nuestra propia salud mental. La presión constante por alcanzar metas, la exposición a noticias estresantes y la creciente sensación de soledad en un mundo cada vez más digital, no hace más que empeorar esta situación.

Recientemente, un estudio publicado por Ipsos, reveló que en Chile dos de cada tres personas consideran que la salud mental constituye el problema sanitario más apremiante del país, resultados que reflejan un cambio en las inquietudes de los chilenos, por cuanto en 2018 la mayor preocupación sanitaria de los encuestados era la obesidad (59%).

Que este cambio en las prioridades sanitarias de la población chilena haya tenido lugar en un lapso de menos de cinco años no es menor. Este hecho cobra aún más relevancia al considerar que la salud mental precaria está estrechamente vinculada con la rápida transformación de la sociedad, las tensiones laborales, la discriminación de género, la exclusión social, estilos de vida poco saludables, el riesgo de violencia y problemas de salud física.

Es evidente que la mala salud mental no hace distinciones basadas en la edad, el género o el estatus socioeconómico. Por lo mismo, es urgente que trabajemos arduamente para proporcionar recursos de apoyo emocional y herramientas de afrontamiento que nos permitan superar las crisis de ésta índole que podamos enfrentar a lo largo de nuestra vida, así como aprehender que, incluso en los momentos más difíciles, la salud mental debe ser una prioridad.

Que todos tengamos las herramientas para reconocer las señales de alerta y buscar apoyo cuando sea necesario, es esencial para crear ambientes educativos, laborales y personales que promuevan una óptima salud mental, individual y colectivamente.

Para lograr este objetivo, resulta prioritario que las instituciones educativas se comprometan constantemente a incorporar la educación emocional en sus programas curriculares, ya que reconocemos que abordar esta cuestión desde la infancia es fundamental para prevenir problemas a largo plazo y construir una sociedad más resistente. Esto requiere un enfoque integral de la salud que abarque tanto el cuerpo como la mente, reconociendo la intrínseca conexión entre ambas.

Como sociedad, es imperativo que renovemos nuestro compromiso y nos movilizarnos para mejorar la salud mental de los chilenos. Debemos unirnos para enfrentar los desafíos actuales, abogar por políticas inclusivas y garantizar que cada ciudadano acceda de manera integral a servicios en esta área. Comencemos esta transformación desde la base, priorizando la educación y la prevención. Es momento de marcar una diferencia.

Por Arnaldo Canales Benítez, director ejecutivo, Fundación Liderazgo Chile

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