Columna de Gonzalo Cordero: Es razonable

Proceso constitucional


El proceso constituyente está llegando a su fin con un buen texto que recoge nuestras instituciones tradicionales, organizando una democracia inobjetable, con sistemas de control del poder, autonomía del Poder Judicial y de otros órganos indispensables para el buen funcionamiento del Estado y el pluralismo, así como con un conjunto de derechos necesarios para la seguridad y el progreso, en la medida que estas instituciones sean administradas con sensatez por gobernantes, autoridades y funcionarios.

La ortodoxia jurídica encontrará justificadas razones para criticar aspectos del texto, pero una constitución no puede ni debe ser expresión de la pureza conceptual académica. Tiene que lidiar de una manera viable con la cultura, contradicciones y aspiraciones de una sociedad en concreto, de manera que la mayoría de ese conjunto la valide con su voto.

Tampoco existe una constitución neutra en la que quepan por igual todos los proyectos políticos, pero ésta permite desde los socialdemócratas hasta los más liberales, ambos probados en países desarrollados. Seguramente resulta intolerable tanto para una visión anarco capitalista, como para el chavismo comunista o para el fascista. Pero ninguna de esas opciones es, ni ha sido nunca, una alternativa mayoritaria entre nosotros.

Hay aspectos de la Constitución vigente que prefiero al texto propuesto, pero en su conjunto este es un todo más coherente y armónico en las cuestiones fundamentales, además de hacerse cargo de temas urgentes en la actualidad. La razón es obvia: el texto vigente ha sido modificado sucesivamente, los cambios del 2005 fueron razonables en lo sustancial, pero otros, como los que permitieron poner fin al sistema electoral mayoritario, dieron lugar a un sistema político desastroso, que es imprescindible y urgente corregir, lo que el Congreso nunca hará.

Además, haber rebajado recientemente a 4/7 el quórum de modificación de todas sus normas, junto con eliminar las leyes orgánico constitucionales, debilitó la estabilidad de una serie de aspectos importantes del sistema constitucional.

La mayoría de los chilenos, de izquierda y derecha, quieren vivir seguros, sin bandas que se apropien del espacio público y también quieren tener opciones en los aspectos fundamentales de la vida. Eso no significa proscribir la participación del Estado, pero tampoco entregarle un monopolio que no es parte de nuestra tradición ni cultura mayoritaria.

Pero la dirigencia política que fue eje de la Concertación abandonó su vocación de centroizquierda, renegó de sus gobiernos, se rindió a los jóvenes revolucionarios del frente amplismo, apoyó el texto chavista de la Convención y se subsumió en el actual gobierno. Por eso, desecha la oportunidad de una Constitución surgida de un proceso democrático, contradiciendo lo que demandó por décadas.

Dos tercios de los chilenos, que van desde la socialdemocracia hasta la derecha liberal conservadora, debieran sentirse razonablemente interpretados con este buen texto y aprobarlo.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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