¿Crisis? O una oportunidad para la innovación educativa
Por Alejandra Arratia, directora ejecutiva de la Fundación Educación 2020; Gonzalo Plaza, director ejecutivo de la Fundación 99; Tomás Recart, director ejecutivo de Enseña Chile. Organizaciones de Acción Colectiva por la Educación
Las crisis nos permiten renovar el sentido de urgencia sobre los programas de transformación que ya desde antes veíamos como necesarios. Una crisis nos abre los ojos, nos revela puntos ciegos, nos permite reconocer nuevas oportunidades y desarrollar una cultura de mejora continua, que deje atrás ineficiencias y nos permita focalizar mejor los recursos y energías. Como dijera el economista Paul Romer: “una crisis es una cosa terrible para perdérsela”, relevando el valor que tienen las crisis para cambiar nuestra mirada.
Desde hace años, el consenso creciente de educadores, académicos, expertos y los mismos estudiantes ha sido que el sistema educativo necesita cambiar sustancialmente si quiere ser una respuesta eficaz a los desafíos del siglo XXI. Las tasas crecientes de abandono escolar en educación media y de docentes que dejan el ejercicio profesional, debieran ser señales de alerta gigantes para la política pública.
Es entonces cuando la innovación, entendida como la capacidad humana de encontrar una respuesta novedosa a un problema emergente, toma un rol central. La automatización y el desarrollo tecnológico, la inteligencia artificial, la desigualdad socioeconómica, la desconfianza en las instituciones democráticas, la participación local en contextos de globalización, el desarrollo del mundo rural, son desafíos críticos y constitutivos del mundo que hoy compartimos y que apenas tienen espacio en la educación, que se supone prepara a las y los estudiantes para el mundo que van a vivir.
En este momento crucial para la escuela, parte importante de nuestros esfuerzos debiera estar destinado a pensar, compartir y construir el sistema educativo del siglo XXI que estamos éticamente obligados a impulsar con urgencia. Un modelo que reconozca la diversidad al interior de cada sala de clases, pero también las distintas realidades de las comunidades educativas. Solo de este modo podremos ofrecer a niñas, niños y jóvenes oportunidades pertinentes para abordar los desafíos que el siglo XXI nos presenta. Nada reemplazará a un buen profesor que favorezca la inclusión digital, fortalezca el desarrollo emocional y prepare a sus estudiantes para ser ciudadanos globales comprometidos y respetuosos de la diversidad.
Creemos que este es el momento para que desde el Ministerio de Educación, la sociedad civil, las y los docentes, y expertos, abordemos con fuerza y compromiso este camino. Desde Acción Colectiva por la Educación ponemos a disposición nuestra experiencia y entusiasmo para hacer juntos, de esta crisis, una verdadera oportunidad. Estamos seguros que hay pocos problemas más urgentes, que la renovación de los sistemas educativos.
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