Rechazo y acuerdo
En Chile necesitamos cambiar muchas cosas, una de ellas es la Constitución, pero esta no es lo más importante. Las mejoras en equidad, superar la pobreza que queda, la calidad de la educación pública, el acceso a la salud, acabar el narcotráfico, proteger a los consumidores, etc., nada de eso requiere cambio constitucional alguno. Basta que quienes elegimos para gobernar y legislar hagan su trabajo y se enfoquen en lo que necesitan las personas. No busquen excusas. Si no lo saben hacer, váyanse a su casa, dejen espacio en la próxima elección a nuevos talentos, más generosos y eficientes.
Quienes perdieron la democracia el 73 y lucharon por recuperarla saben lo que vale y que se debe cuidar; saben que no admite la violencia y barbarie que seguimos viendo. El matonaje y el miedo no permiten la libertad de conciencia que exige el actuar democrático. Mantenerlos significa perder la democracia. Atribuirle legitimidad a una masa que apedrea carabineros, destruye comercios, quema edificios, y luego usarla para imponer ideas políticas, ofende el recuerdo de quienes sufrieron tortura, muerte y exilio, para que volviésemos a vivir sin miedo y con libertad.
Aunque probablemente perderá, creo que el voto de rechazo del 26 de abril es crucial para proteger la democracia. Nos da la oportunidad de expresar ahora la necesidad de cambios pacíficos, con acuerdos responsables. Antes del plebiscito, nuestros líderes de izquierda y derecha deben decirnos a qué nos invitan. No más palabras vagas sobre un “Chile justo”, concretamente qué cosas, qué artículos de la Constitución deben cambiarse para que ello sea así y con qué proponen reemplazarlos. Estoy convencido de que al aterrizar las propuestas veremos que los cambios que tienen sentido (eliminar las leyes con quórum calificado, terminar la reelección parlamentaria indefinida, cambiar los plazos presidenciales, etc.) surgirán. La cortina de humo, la excusa constitucional se levantará. Será evidente que no se necesita una nueva Constitución. No hay necesidad de inventar un nuevo Chile.
El día clave será el 27 de abril, ese día parte el trabajo real. Si gana el rechazo, comprometamos que ocurran los cambios constitucionales que se acuerden ahora. Acaban de modificar la Constitución, no digan que no se puede cambiar. No es excusa el histórico rechazo de la derecha dura, basta que nuestros representantes se atrevan, venzan el miedo y se den la mano. Y si, como es más probable, gana el Sí, entonces apoyemos esos cambios en la Comisión Constituyente. Esta será una ruta más larga, cara, incierta y probablemente desviará el foco de lo que hay que hacer en salud, educación o pensiones; pero, bueno, hagámosla con responsabilidad.
Desde ya hay que proteger el camino político que recorreremos contra aquellos que, ocultos en las necesidades de los más pobres, buscan aprovechar la violencia y el temor, para hacer lo que jamás lograrían democráticamente. El primer paso es trabajar un gran acuerdo ahora. Quedarán así descubiertos aquellos que no quieren la democracia representativa, sino imponer sus ideas a cualquier costo. Sin renunciar a la violencia, como nos han dicho con descaro y como vimos a partir del 18 de octubre.
El voto de rechazo será importante para proteger ese camino, para mostrar que somos millones las personas que defendemos la democracia representativa, que no nos intimidan los encapuchados, sus barricadas y sus piedras, que apoyaremos a quienes se atrevan a representarnos. Millones que exigimos que se trabaje ya, sin demora, en resolver los problemas que sufren los chilenos. Basta de desidia y cinismo.
Llegó la hora de sacarse las capuchas, los hombres y mujeres de verdad damos la cara. Los que rechazamos y los que aprueban podemos ponernos de acuerdo. Juntemos fuerza y razón, dejemos en su rincón a quienes quieren destruir nuestro país.
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