Tarde po’ don Lucho
Dice la historia que en una soleada tarde en la década de los ’90 se reunieron alrededor de un asado varios connotados referentes de la historia del fútbol chileno, habitués de las glorias deportivas.
Entre ellos estaba don Luis Santibánez, el ex seleccionador del equipo chileno que acudió al Mundial de España 82. Esa selección que llegó bien aspectada a ese Mundial y con grandes ilusiones, pero del que volvimos con la cola entre las piernas, “como siempre” (expresión común en épocas pasadas).
Las críticas llovieron y una de ellas hacía referencia a los pocos minutos que estuvo en la cancha uno de los futbolistas más talentosos que ha visto el fútbol nacional y que fue elegido por Círculo de Periodistas Deportivos como el mejor futbolista de Chile en 1980: Manuel Rojas. Palestino, América de México y Universidad Católica conocieron esa zurda mágica.
Esa tarde, Rojas -de visita en Chile (vivía en Estados Unidos)- también participaba de la reunión.
Después de comer, empezó a rodar la pelota, como antes, entre amigos. Una cancha improvisada, más kilos, pero con un talento puro en acción, incluido Manny, como ya lo llamaban en el país de norte.
El otrora entrenador seguía atento el juego junto a otros espectadores. Regates, control, goles, risas y bromas. Hasta que Santibáñez irrumpe con su voz ronca y pausada: “Oye, puchas que juega bien Manolito”.
Con sagaz picardía criolla otro espectador soltó en milisegundos: “Tarde se dio cuenta, po’ Don Lucho”, con la distancia de las décadas era obvia la respuesta.
Una labor fundamental de los seleccionadores nacionales es mantenerse al tanto del rendimiento de los jugadores convocables al primer equipo. Algunos los llaman, otros los van a ver jugar, otros los observan por la televisión. Su objetivo es determinar si están en condiciones físicas y mentales de jugar el próximo partido. Quizás esto no es tan importante para aquellos destacados y consolidados, pero para las figuras en ascenso es crucial, en especial si juegan en equipos pequeños o en ligas extranjeras quitadas de luces.
Lo que hace un seleccionador es justamente trazar a las potenciales piezas de un esquema que tiene en su cabeza. Trazar requiere tiempo y dedicación. Es acompañar a alguien que puede llegar a ser titular en el próximo partido o, haciendo el paralelo en nuestra realidad de pandemia, acompañar a una persona que pudiese contagiar a otros.
Trazar no solamente es encontrar a esa persona, al caso positivo, sino también a sus contactos, estos “candidatos” a enfermar y a contagiar a sus cercanos o a la comunidad. De ahí la importancia de llegar a tiempo primero, con diagnóstico rápido y la investigación de todos los contactos para que se mantengan en cuarentena.
Trazar significa seguir a ese caso y también a esos contactos estrechos, llamarlos o, a veces, visitarlos, orientarlos y ofrecerles colaboración, en especial si requieren ayudas económicas o si desarrollan síntomas cuando pudiesen requerir evaluación médica especializada. Eso es trazar, como un buen seleccionador que aconseja y sigue acompañando, aunque sea a la distancia.
A cuatro meses de la llegada del virus a Chile vemos el primer protocolo del Minsal para trazar los casos en la atención primaria. Una gran noticia que organizará y hará que podamos enfrentar de mejor manera esta pandemia de hoy en adelante.
Pero ante la evidencia de los mas de 300.000 casos diagnosticados y más de 10.000 fallecidos, emana la misma expresión como le surgió a esa anónima figura del deporte nacional en esa soleada tarde de asado: “Tarde po’ don Lucho”.
* Médico, Doctorado en Salud Pública de la U. de Pittsburgh, académico de la Universidad de Santiago de Chile
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