Andrónico Farkas
CONFIESO QUE no tengo mayor simpatía por el señor Farkas, pero le reconozco su astucia. Gastando poca plata, se ha servido por largos años de la farándula periodística y de la inocencia (y codicia) de las masas para erguirse como el filántropo de las causas más mediáticas posibles de encontrar. Diez luquitas por llevarle la maleta en el aeropuerto, dos milloncitos para un gimnasta, unas banderitas para los que van al estadio y ya está: nadie cuestiona su fortuna, su origen minero ni sus relaciones societarias. Incluso, sin mucho empeño, hasta podría ser candidato presidencial.
Nunca más eso de que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Basta de destinar millones a la educación, a los centros de estudio o a las universidades. Ahora la filantropía se juega en terreno chico, con poca plata y mucha prensa.
Andrónico, o sus asesores, debe haber tomado nota de esta fórmula cuando decidió jugársela por la estrategia de la hiperexposición en redes sociales. "Hola, soy un tipo común y corriente sentado en el living de mi casa" (con selfie incluida). "Oh, qué estupendo este libro que acabo de leer". Y acto seguido: "¡Libros para todos!". ¿Cuántos fueron? ¿Mil libros? A valor de mercado (aunque supongo que negoció descuento por volumen), unos 15 millones de pesos que, sospecho, no le hacen ni cosquilla al patrimonio de este gentil tuitero.
"Pero no sea tan amargado", me dirá usted. Claro, al menos está promoviendo la cultura y con un libro que -yo también lo leí- es bien entretenido y contribuye enormemente al conocimiento de nuestra historia.
Mi problema es que no creo que contribuya a la cultura. ¿Sabe a cuál cultura me refiero? A la del trabajo, a esa porfiada necesidad de comprender que casi nada en esta vida es gratis y que, de la mano de los derechos, cada uno de nosotros tiene deberes que respetar. Y que en una sociedad civilizada nos regimos por leyes y normas, sin diferenciar entre simpáticos y antipáticos, ni entre generosos o egoístas. Mientras respete los derechos del resto y no sea un delincuente, eso es asunto de cada cual.
Lo de Andrónico me suena más a empresario desesperado por mejorar su imagen y construir una figura de gallo común y corriente, amistoso y transparente, provocando -de paso- la angustia de sus pares que no saben si tendrán que meterse al Twitter para conseguir que la comunidad apruebe sus proyectos de inversión.
Pero esa es la lógica de los políticos, Andrónico. Por algo tu propio TL te pregunta si estás pensando en una candidatura (ya sé que lo negaste, pero eso también está en la esencia de un político). Y si lo hicieras, ¿dejarías el Twitter o gobernarías en 140 caracteres como el papá de tu arrendataria?








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