Antonio Ledezma, en libertad
El recambolesco escape de Antonio Ledezma, legendario ex alcalde de Caracas que se convirtió en un líder de la resistencia democrática contra el régimen chavista, suscita sentimientos encontrados. De un lado, cómo no regocijarse de que haya alcanzado la libertad un hombre al que cruelmente tenían preso y neutralizado en su propio país. En España, adonde llegó después de ingresar a Colombia, podrá tener una base desde la cual emplear su considerable cabeza política (quizá la más estratégica y sofisticada de la oposición) para seguir batallando por la democracia.
Del otro lado, además de tristeza por el hecho de que Venezuela pierda, en el interior del territorio, a una persona tan valiosa por el simple hecho de pedir libertad, está la frustración que supone para la causa democrática no poder contar con él ya donde se juega el destino venezolano, que no es en el exterior sino dentro de su país. Es una tragedia -como la que vivió en su día Cuba- que los líderes más capacitados para llevar a cabo una transición y dotar a la democracia de contenido no puedan vivir en su país y se vean obligados, para evitar la muerte o las mazmorras, a actuar desde el exilio.
La oposición venezolana está partida y debilitada dentro del país y carente de organización y conducción en el exterior. Quizá, ahora que Ledezma está libre y puede dedicar su tiempo a Venezuela sin constreñimientos, él sea capaz de dar a los venezolanos del extranjero, que son muchísimos y cuentan con importantes figuras políticas, empresariales, intelectuales y profesionales, una cierta estructura desde la cual ser más eficaces en la titánica tarea que hay por delante. Ninguna oposición ha logrado derrotar a una dictadura desde el exilio; las cosas se definen en el interior. Pero son muchos los casos -en Europa central y oriental, o en la propia América Latina- en los que un exilio bien organizado y eficaz en sus acciones logró contribuir a la victoria que obtuvieron principalmente los que estaban en el interior del territorio.
Como Ledezma tiene un ascendiente sobre muchos opositores internos y, a juzgar por la ayuda que debe haber recibido de militares y guardias nacionales para poder burlar obstáculos en su escape, contactos dentro del chavismo descontento, quizá su esfuerzo pueda tener consecuencias internas también.
Como es sabido, la Mesa de la Unidad Democrática ha volado por los aires debido a sus trayectoria errática, la mala conducción de tiempos recientes, y las divisiones que el régimen exacerbó entre sus dirigentes. Urge que algo reemplace a esa MUD y que lo que la suceda tenga amplitud, convocatoria y una conducción estratégica. No será fácil para Ledezma contribuir a eso desde afuera, pero si alguien puede hacerlo, aunque sea parcialmente, es él. Lo acompaña la legitimidad moral que le ha conferido haber acertado en sus juicios y pronósticos, además de haber sabido recobrar su libertad en contra de la aplastante maquinaria represora que lo había aherrojado.
La comunidad internacional ha tomado una actitud mucho más solidaria con la causa democrática venezolana que hace algunos años, cuando había complicidad con el chavismo al tiempo que cometía sus tropelías. Ledezma será ahora una voz autorizada ante esa comunidad internacional y será indispensable que los gobiernos y la opinión pública mundial lo escuchen con respeto y atención.
Dos palabras finales para transmitir a su familia mi alegría. Tuve el honor de tratarlos y compartir con ellos jornadas de denuncia de las violaciones a los derechos humanos y las libertades públicas. Sólo puedo imaginar la felicidad que los embarga tras haber recobrado a Antonio Ledezma.








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