Bachelet y su último cuarto de hora
Tratar de hacer un análisis objetivo sobre estos tres años de gobierno no es para nada una tarea fácil, es más sincero afirmar que es un gobierno a todas luces complejo. Complejo porque los avatares de la naturaleza se han hecho notar, en tres años hemos tenido erupciones volcánicas, terremotos e incendios con claros rasgos apocalípticos. Los expertos dirán que es parte de nuestra geografía y los fanáticos que la presidenta es responsable de estas plagas seudo bíblicas y quizá ambos tengan la razón.
La naturaleza es algo que no podemos controlar, la pro-actividad sí. Como se fue oportuno con el terremoto en Chiloé, no lo fue en el incendio forestal reciente: las autoridades empoderadas marcan evidentemente la diferencia, mientras la ministra Narvaez actuó inmediatamente en el terremoto del sur, el director de la Conaf cayó en indecisiones que dilataron el actuar contra las llamas.
Pero no sólo los desastres naturales nos han acompañado –y nos seguirán acompañando-, este gobierno ha tenido que lidiar con sus compromisos de campaña, desafíos grandes que claramente no fueron medidos en profundidad al momento de plantearlos; una reforma educacional que nos lleve a la equidad educativa son palabras mayores, me enorgullece ver que como sociedad avanzamos en ese sentido, sin embargo requiere mucho más que las ganas de hacerlo, se necesita de gente competente y de los recursos necesarios para lograrlo. Caímos en manos poco expertas e imprecisas, obviamos la realidad económica compleja que se venía y terminamos con una reforma tributaria tan parchada que lo único que dejó fueron vacíos e imprecisiones y pero aún, con ello se perdió la gran oportunidad de hacer una reforma seria y profunda, y que recoja más que el aspecto tributario, sino el sistema financiero global. Terminó siendo una mala reforma que desacreditó el principio noble para el cual fue creada: La educación gratuita y de calidad.
También hubo otras modificaciones legales que es bueno destacar como el acuerdo de union civil -que es de esperar se transforme en matrimonio igualitario-, el fin al sistema binomial y la nueva ley de partidos políticos (fundamental para la transparencia); junto a proyectos tan vanguardistas para Chile como la irrupción en energía renovable, la legalización de la marihuana, la intervención del embarazo, que más allá de nuestras posturas, nos han hecho pensar en la sociedad que somos y queremos ser.
Del resto poco y nada se puede hablar, la reforma laboral es un misterio y con algo de escepticismo y mucho de temor esperamos lo que salga de ella; la constitucional será sólo un recuerdo, nos perdimos la tremenda oportunidad de cambiar aquellos vestigios dictatoriales y que son los verdaderamente importante para la ciudadanía, por querer hacer algo nuevo que a todas luces era inviable, por algo dicen que lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Lo que sí es claro es que en tres años el país ha perdido parte importante de lo logrado como sociedad, hemos vuelto a caer en odiosidad, rivalidad y diferencias que sólo permiten ver en blanco y negro, ni siquiera con escala de grises. Los escándalos y el deambular de políticos por tribunales es algo que ya ni asombra; si viene de la Nueva Mayoría es malo para unos y si es propio de ChileVamos es un grave para los otros. Por ejemplo, si Bachelet no supo de los negocios de su nuera es imposible de creer, pero sí era creíble que Piñera no sepa como administraba su fideicomiso su hijo Sebastián. Si Orpis, Longueira, Zalaquet y Novoa obtuvieron recursos de forma fraudulenta son mártires; si lo hizo Rossi, Leon, Peñailillo y Girardi son delincuentes, es esta la situación monocromática en que estamos y que en lo único que han contribuido es a generar más desconfianza en la clase política.
Estos tres años de gobierno de la presidenta Bachelet han sido malos, los hechos así lo demuestra, los indicadores económicos confirman y la opinión pública lo reciente. No es responsabilidad exclusiva de La Moneda -pese a que pocas veces se ha visto a un gobierno con tanta falta de liderazgo y además comunicar tan mal- pero como la principal autoridad del país es el rostro que representa esta caída, será ella la cara de la crisis.
Queda un año, algunos dirán que por suerte, pero aún está la oportunidad de reflotar temas críticos para la sociedad como son Salud y Pensión, el tema está ahí, los recursos asignados, las propuestas sobre la mesa y la sociedad expectante. Pero este 2017 es de decisiones, de nuestras decisiones; vemos como los partidos no se han podido constituir y es obvio nadie quiere refichar por ellos; tendremos un nuevo sistema de elección proporcional, los candidatos presidenciales hasta ahora siguen siendo un misterio. Kast y Ossandón confrontando a Piñera, quién además tiene no uno, sino varios flancos abiertos con la justicia, pero por sobre todo con la ética, las cosas se pueden hacer de manera legal, pero no implica que sea éticamente correctas. Goic está iniciando una cruzada que cuenta con el debilitado apoyo de la DC; Lagos, sin posibilidad de despegar, y Guillier generando diálogos constantes, pero sin contenido.
En un año más tendremos otro presidente, además un parlamento renovado y nuevos gobiernos regionales, quizá es el momento de como sociedad considerar seriamente acercarnos a las urnas y votar por lo que realmente queremos, no podemos darnos el gusto de permitir que el 30% de nuestra sociedad decida por el 70% restante. Sólo cambiando eso es como los sueños en política se pueden hacer realidad.








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