¿Qué busca realmente Corea del Norte con sus ensayos nucleares?




Esta es, sin duda, la pregunta que cientos de políticos, militares y analistas se han estado haciendo desde el reciente ensayo nuclear norcoreano ―el sexto desde 2006―, el cual esta vez realmente habría sido una bomba de hidrógeno (Bomba H), considerando la intensidad del estallido subterráneo.

Hace años que el régimen de Pyongyang ha estado llevando adelante pruebas con misiles balísticos y detonaciones nucleares. Y durante todo ese tiempo la respuesta de la comunidad internacional, encabezada por Washington, han sido sucesivos paquetes de sanciones económicas que siguen sin generar ningún impacto en la dinastía de los Kim.

Las dos primeras detonaciones ocurrieron en 2006 y 2009, durante el gobierno de Kim Jong-il, padre del actual gobernante. Y las cuatro restantes se concretaron a partir de 2013, bajo el gobierno de Kim Jong-un, apenas dos años después del fallecimiento de su predecesor.

Algo similar ha ocurrido con las pruebas de misiles balísticos, las cuales se incrementaron drásticamente desde la llegada al poder del "joven Kim" hasta ahora, generando inquietud entre vecinos como Corea del Sur y Japón, y el rechazo unánime de la comunidad internacional.

¿Qué busca ganar Kim, entonces, con todo este despliegue de poder? La respuesta no es fácil, pero sí se pueden aventurar algunos puntos.

En primer lugar, probablemente, Corea del Norte continuará realizando este tipo de actos hasta obligar a Occidente en general, y a EE.UU. en particular, a sentarse a una mesa de negociaciones. Pero no pensando en iniciar el desmantelamiento de su programa nuclear y de misiles balísticos; nada de eso.

Lo que Kim desea es que el mundo reconozca a Corea del Norte como una potencia nuclear, con derecho a tener ese poderío, y en igualdad de condiciones que India, Pakistán, Reino Unido o Francia. En otras palabras, que la comunidad internacional acepte a una "Norcorea nuclear" como parte de un nuevo e irreversible escenario mundial.

En ese contexto, lograr ese objetivo sería una demostración clara de la capacidad de Kim para "doblarle la mano" al mundo, lo que lo posicionaría como un actor de primera línea en el este de Asia y todo el planeta.

Y siendo aceptado como potencia nuclear, las sanciones que han impuesto EE.UU. y Naciones Unidas, entre otros actores, ya no tendrían ningún sentido, obligando a levantarlas. Algo similar a lo ocurrido con Irán ―un caso muy diferente, por cierto, ya que Teherán tiene tecnología nuclear pero no bombas―, que tras los acuerdos de 2015 vio la suspensión de varias de las sanciones que asfixiaban su economía.

En segundo lugar, un triunfo como el anterior, sería una poderosa señal "puertas adentro", que fortalecería aún más su posición de poder, tanto frente a la población civil como los militares. Y de paso, permitiría enrostrarle a Seúl una supuesta superioridad militar; una obsesión de los tres gobiernos norcoreanos desde el fin de la guerra entre ambos países, en 1953.

Un tercer punto es que ser reconocido como una potencia nuclear le permitiría a Norcorea ganar una posición más ventajosa frente a su aliado histórico, la República Popular China, que durante años ha intentado convencer a los Kim de cambiar el rumbo de su política exterior, bajo la amenaza de cerrar su mercado a las exportaciones norcoreanas; China le compra prácticamente el 85 por ciento de su producción a Corea del Norte, pero a pesar de eso, Kim se ha mostrado abiertamente díscolo ante Beijing.

Por último, ser reconocido internacionalmente, desde la perspectiva de Pyongyang, garantizaría que ni Estados Unidos ni ningún otro país intentarían atacarlo o derrocarlo. Kim Jong-un tiene muy claro cómo acabaron figuras como Saddam Hussein, Hosni Mubarak o Muamarl Gadafi. Y frente a eso, desde su perspectiva, el poder nuclear lo volvería intocable.

El próximo 9 de septiembre es el aniversario de la fundación de Corea del Norte, una fecha en la que tradicionalmente el gobierno norcoreano ha realizado importantes despliegues militares. De modo que es probable que Kim aún guarde alguna sorpresa bajo la manga, que elevará más la tensión mundial, en un abierto desafío al Estados Unidos de Donald Trump y el resto del mundo.

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