Democracia, la peor de las pobrezas




Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Aunque hemos tenido avances importantes en la reducción de la pobreza medida en ingresos y reducido la pobreza desde un 45% -a comienzos de los noventa- a alrededor de 10% en la actualidad, lideramos los ránking de las naciones más desiguales a nivel mundial.

Este fenómeno se expresa en muchos ámbitos cotidianos de las personas. Un caso paradójico se relaciona con las diferencias nutricionales que incuban una pandemia de obesidad en los niños que viven en la pobreza: ya no se mueren de hambre, sino que de las complicaciones que les genera la obesidad desde su niñez.

Las paradojas del Chile de US$25 mil de ingreso per cápita se dan también en materia de seguridad, tema donde nos encontramos con municipios pobres acechados por el narcotráfico, y municipios ricos con presupuestos para financiar guardias municipales y tecnología de vanguardia para disminuir los niveles de inseguridad de los vecinos.

También las desigualdades alcanzan lo medioambiental, porque hay zonas de Chile donde las personas más vulnerables toman agua con plomo, tienen más prevalencia de cáncer por la misma razón o sencillamente los niños y adultos mayores respiran contaminación.

Es en este contexto en que la participación electoral se transforma igualmente en un factor de desigualdad.

De acuerdo a cifras recientes, Chile posee un triste récord: ser uno de los países con la mayor abstención electoral del mundo, porque cerca del 60% del padrón electoral no ejerció su derecho a elegir en las pasadas elecciones municipales de 2016. En la práctica, eso se tradujo en que las autoridades locales fueron electas con el voto de una minoría de 36% de chilenos.

La forma en que ejercemos y vivimos la democracia es nuestra peor pobreza. Y no es sólo la pobreza del debate de esta elección presidencial o de los diversos casos de corrupción que golpean a algunos parlamentarios. Somos pobres de Democracia por nuestra propia irresponsabilidad social de no concurrir a votar.

El Chile de hoy es consecuencia de la democracia que hemos construido nosotros mismos. El único camino para la superación real de la pobreza, es involucrarse y participar en la toma de decisiones. Pero para eso hay que informarse, intercambiar opiniones con otros, reflexionar, decidir e ir a votar.

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