Después de Escondida, ¿qué?




EN SOLO pocos años -desde los años noventa-, en Chile se construyó el mayor y más moderno parque minero de la industria del cobre en el mundo, con minas extraordinarias como Escondida, Los Pelambres y Collahuasi. Casi tres décadas después, estas minas ya no son "joyas de la corona" sino operaciones maduras que necesitan inversiones crecientes e innovación permanente para mantener su competitividad.

Este gran desarrollo minero se dio en el contexto de un Chile con un nivel de desarrollo mucho menor al actual y que recién recuperaba la democracia. ¿Cómo debían plantearse las relaciones laborales en esta nueva y moderna industria, que traía estándares de clase mundial pero que llegaba a un país subdesarrollado y con un esquema laboral afectado por años de autoritarismo? Es posible que las relaciones laborales resultantes hayan sido mayormente paternalistas para dar viabilidad a una industria de este calibre en una realidad difícil.

Las utilidades que generaron los altos precios durante el período de precios altos conocido como súper ciclo (2003-2011), plantearon el dilema de cómo compensar a los trabajadores en este período extremadamente favorable pero temporal. La industria minera sabía que la bonanza sería transitoria y por ende buscó mecanismos de compensación no-permanentes -los grandes bonos-, para evitar aumentar sus costos laborales permanentemente.

Además, la búsqueda por evitar pérdidas de producción en paralizaciones laborales durante el súper ciclo, llevó a consolidar un sistema de compensación laboral "transaccional", ejemplificado en los bonos de término de conflicto, los cuales se desvirtuaron al pasar a ser un monto a cambio de paz, que se tornó exorbitante y que intensificó el foco de las relaciones laborales en torno al valor de este bono y no a elementos de largo plazo.

Pero la situación que enfrenta la minería y el país es diferente y eso obliga a pensar y actuar de manera distinta. Si bien es posible que los precios del cobre vuelvan a tener ciclos muy positivos, es poco probable que se repita el súper ciclo de 2003 y 2011. Por otro lado, el mayor nivel de desarrollo del país obliga ciertamente a otro nivel de relaciones laborales, con un estándar superior.

El desafío que tiene Chile en cuanto a relaciones laborales en minería es gigantesco. Se debe lograr que trabajadores, empresa y mundo político, tomen conciencia de que existe una nueva etapa en que se requieren mayores esfuerzos para mantener la competitividad de la industria. El más importante es el de lograr que los objetivos de productividad sean la base de las compensaciones laborales, lo cual ocurre hoy solo tímidamente, distorsionando el objetivo final de las negociaciones de contratos laborales.

Y luego de alcanzar esta visión común, se requiere implementar un nuevo marco de relaciones laborales. Sin liderazgos visionarios en los ámbitos sindical, empresarial y político, se corre el riesgo de seguir repitiendo negociaciones transaccionales, con cada vez menos posibilidades de concederlas, y por ende de caer en una espiral de conflictividad y miradas de corto plazo.

Chile se juega mucho en esta partida. Además un nuevo código laboral debutará en pocos días. Liderazgos y mayor capacidad de diálogo y comunicación serán imprescindibles.

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