Donación y transplante de órganos: el equilibrio entre generosidad y necesidad




Los avances de la Ciencia Médica han posibilitado, cada vez en mayor medida, que fallas orgánicas considerables y enfermedades graves puedan abordarse con complejas cirugías, incluidas las de trasplante de órganos, los cuales han llegado a desarrollarse con bastante éxito, otorgando a los pacientes más años de vida y de una mejor calidad.

Como todos los avances científicos, la sociedad no sólo requiere que el procedimiento se encuentre disponible, sino además que exista una debida promoción para entender la importancia que este tema implica, concientizando sobre la relevancia de ser donante, y contar con una regulación que asegure criterios de equidad en las prioridades de trasplantes, condiciones que tiendan a evitar el riesgo exagerado del donante, la disponibilidad de órganos con respeto al consentimiento informado y límites que eviten el abuso de estas situaciones por motivaciones económicas o de otro orden.

Establecer un equilibrio entre estos todos estos elementos no ha sido fácil y en el panorama nacional hemos experimentado ciertos vaivenes que no siempre mejoran la situación, sino que además contribuyen a la incertidumbre y desconfianza, barreras que es indispensable superar.

En primer término, es fundamental que las personas –requieran trasplantes o no – cuenten con la debida información sobre qué significa y cómo se realiza la donación de órganos y también sobre las implicancias de la donación entre vivos, como de órganos de personas fallecidas, pues aunque la ley nos haya declarado "donantes universales" - salvo que expresemos nuestra negativa ante notario- ello no significa en realidad un fácil acceso si el potencial donante no deja suficientemente clara su voluntad a su familia y todos entienden que éste no es un acto de disposición de su vida sino de generosidad.

En efecto, los casos dudosos se consultan a la familia y normalmente allí surgen aprehensiones y versiones sobre lo que su deudo hubiera o no querido.  A modo ejemplar, la encuesta efectuada en 2015 por IPSUSS de la U. San Sebastián, indica que un 74% de los encuestados autorizaría la donación de órganos de un familiar cercano; cuatro de cada diez personas no confía en el sistema de trasplante en Chile; del 13% que no donaría sus órganos, un 68% recibiría igualmente órganos de un trasplante (estos encuestados no saben que hay un impacto en declararse no – donante respecto de la prioridad para ser trasplantado) y 43% de quienes no donarían sus órganos, no lo han conversado con su familia.

En ello, se han de considerar también las creencias de las personas, su visión sobre el compromiso social y su confianza en el entorno médico, todo lo cual es tema de hilado fino, que impacta directamente nuestra realidad, explicando desde largas listas de espera para trasplantes hasta deficiencias en los protocolos o su incumplimiento.

Si bien y procurando incentivar la donación entre vivos, en enero de este año se dictó una modificación a la ley de trasplantes que permite la donación cruzada para ampliar el universo de donantes histocompatibles, la reglamentación que hace operar esta importante posibilidad aún no se dicta, por lo cual aún queriéndolo, una persona viva no puede donar un órgano a terceros, sólo a sus parientes, todo lo cual desmoraliza a los que esperan y malogra sus expectativas.

En consecuencia, en momentos en que la interdisciplina es tan necesaria y resulta aventurado abordar temas complejos sólo desde un frente, se requiere para responder decididamente a la problemática de la donación y trasplantes, tanto de campanas de incentivo y comunicacionales, como de información detallada y comprensible. A ello debe agregarse, esencialmente, una normativa legal y reglamentaria eficiente en su objetivo y a la vez protectora de los derechos de todos los incumbentes y criterios médicos cuidadosos no sólo de la operación misma, sino de las condiciones de pacientes y donantes antes de ésta y a posteriori.

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