El camino de la derecha al poder
Sebastián Piñera ya es oficialmente candidato, teniendo las encuestas de su lado. Si bien ganar la presidencial no será cosa fácil, comienza a instalarse en la derecha un ánimo optimista y una seria proyección de ser gobierno. Al final del día, los tiempos son de cambio y la ciudadanía está profundamente desilusionada de la Nueva Mayoría.
Pero el optimismo es ilusorio. Los tiempos actuales requieren de una lectura política precisa que permita enfrentar a una ciudadanía distinta. Nos encontramos abrumados por la desconfianza, la sensación de abuso y falta de oportunidades, lo cual se arrastra desde tiempos anteriores a los de la Nueva Mayoría. Se ha dañado la relación entre la sociedad civil y la política, se ha cuestionado la relación entre la economía y la política, y ello obliga a pensar cómo fortalecer las espaldas de una clase dirigente vulnerable a no poder liderar.
Frente a esto, la idea de representación se torna un concepto relevante para el fortalecimiento de una institucionalidad cuestionada y dirigentes debilitados. Si la derecha vence, es necesario distinguirse de la ciudadanía, sin que esta considere la brecha como un abuso. Es decir, debe empoderarse con normas lo suficientemente claras y transparentes que impidan sospechar de sus acciones y efectivamente representar a la sociedad. Esto iría más allá de un fideicomiso.
Perfeccionar la división de poderes del Estado, con todos sus contrapesos, es un paso fundamental para evitar las repercusiones del populismo constituyente. Si continúan señales de impunidad como las del caso Dávalos, que muestra la débil independencia de poderes y los privilegios de la política, es difícil volver a confiar en esta última. Sumado a ello, también será relevante integrar a equipos heterogéneos que no representen solamente a una elite profesional. Si la derecha se instala como un sector clausurado, iluminado y beneficiado, de difícil manera podrá encontrar vasos comunicantes con el imaginario colectivo.
Ahora, el tema no refiere solamente a quienes tendrían poder. También entre los ciudadanos y la clase política ¿cómo será esa relación? ¿qué hacer con la temida opinión pública? Será necesario observarla y considerarla, pero sobre todo influir en ella. Hacerlo es ejercer verdaderamente la autoridad del gobernante y evadirlo es caer en las lógicas reaccionarias e insípidas de meros gobiernos administradores. No habría proyecto político y se terminaría gobernando para minorías opositoras que conocen la organización de masas.
Lograr un empoderamiento limitado, que devuelva la confianza en la clase política, permitirá gobernar sin profundizar la crisis actual. Si no se consideran estos temas, es posible que la derecha llegue al poder para desocuparlo en el corto plazo. Los resultados podrían favorecer a quienes hoy quieren debilitar el orden sistémico y acrecentar la crisis de liderazgo. No la Nueva Mayoría, sino al Frente Amplio. Un sector con hambre de reformas y con ganas de destacar la caricatura colectiva de la derecha.








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