¿El gol?
Si usted espera encontrar en estas líneas más sangre para descuartizar a Marcelo Díaz siga a la próxima página. Si quiere leer un linchamiento público por su error no desgaste su vista en estos párrafos. Él sabe perfectamente que el último enganche fue innecesario. Patearlo en el piso o señalarlo con el dedo como el único y gran culpable por perder la final, cae dentro de una grave miopía. Díaz sigue siendo, para este columnista,un soberbio volante que tiene pegada en su cuerpo la camiseta de titular. Por una mancha no lo voy a colgar en la plaza roja.
Recuerdos, historias negras de nuestro fútbol y episodios vergonzosos, se me cruzaban en mi mente mientras apreciaba con admiración a este grupo de privilegiados que, sin asombro, miraban de frente al campeón de Europa y luego,en la final, al campeón del mundo. Cómo hemos cambiado. Cómo hemos crecido. Cómo nos respetan. Orgullo y emoción sentí cada vez que Chile entraba a la cancha con una personalidad desbordante, sin temor a nada y con una confianza admirable en una filosofía de juego memorizada.
Ahora cerremos la Copa y miremos al futuro, pero con una lección del pasado.¿Qué nos faltó para ser campeón? Hubo dos claves que suenan muy simples, pero que terminan decidiendo todo frente a los mejores: el error y el gol. Cuando Ángelo Sagal pateó el balón al cielo se me apareció nuevamente la imagen de Esteban Paredes. Desde la entrega de la nómina final que su ausencia me sonaba una equivocación.Tal vez fui el único que lo pensaba y que aún lo sostengo, por experiencia y efectividad. Paredes debía estar.
Chile debe sincerarse para combatir a las superpotencias y asumir que el gol es un fantasma que se exhibe y desaparece. Cuando se convierte, se olvida todo. Pero cuando no anotas la alarma debe sonar fuerte. Prefiero cubrirme antes de calentar la prueba. Siento que es bueno gritar si pretendemos dar un gran salto en el mundial. Hoy teniendo a Sánchez como goleador histórico y a Vargas como su lugarteniente pareciera que estamos cubiertos, sin embargo, cuando el zapato no tiene tiza no cerramos los partidos.
Lo que hace más notorio este análisis es que frente a Alemania tuvieron seis ocasiones para cerrar la final y se fallaron todas. Ellos tuvieron una y nos enterraron el cuchillo. En el balance del juego Chile fue superior, pero esa contundencia en el dominio no se reflejó en el arco rival.
Antes del gol alemán, el fútbol de Chile era un ballet del Mariinsky. Toque seco y preciso del balón, movimientos coordinados de presión en la salida, explosión permanente con los laterales, dominio total del medio, acciones de gol. Todo era perfecto, pero sin inflar las mallas del estadio más caro del mundo. De esa forma el aplauso no se cierra por completo. Para liquidar a los más fuertes hay que pegarles donde duele.








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