El Parlamento multicolor




A primera vista, pareciera que el único hecho político en la elección parlamentaria es la irrupción del Frente Amplio con 21 diputados y un senador. Pero el verdadero cambio político de esta elección es un Parlamento multicolor, con ninguna fuerza o coalición con mayoría suficiente para dominar el Congreso, independiente de quién gane la segunda vuelta. Tampoco se ve fácil la existencia de una megabancada de todos los antipiñera, pues las agendas del Frente Amplio y lo que quedó de la Nueva Mayoría son completamente distintas. El trabajo de la Segpres será, sin duda, el más difícil del futuro gobierno.

El cambio de sistema electoral redibujó el Parlamento que conocíamos. En primer lugar, aumentó sustancialmente la presencia de mujeres en ambas cámaras del Congreso. El impulso generado por la ley de cuotas demostró que era necesario. Eso obligará a cambios en la correlación de géneros de los propios partidos, donde las listas siempre las armaron negociadores hombres al calor de la noche en conversaciones de confianza.

Tampoco esa sobrevalorada renovación de la política en materia de edad se produjo. Políticos veteranos como José Miguel Insulza o Tomás Hirsch desafiaron todos los presagios posibles y entraron al Parlamento con altas votaciones. Lo que fueron apuestas muy arriesgadas que significaban cambios en los ejes de poder dentro de sus coaliciones, como la de Álvaro Elizalde en el Maule o Felipe Kast en La Araucanía, funcionaron.

El Parlamento que viene no se corrió a la izquierda, como algunos quieren ver. El sistema proporcional, muy a pesar de ella, favoreció a la derecha, que quedó a muy pocos votos de tener mayoría en la Cámara y, además de ello, logró que la Nueva Mayoría perdiera la supremacía en el Senado, pese a sus dos doblajes del sistema anterior. Venciendo a sus outsiders en la Quinta y en la Novena Región, la derecha logró ganar y, además, de ello se suma la victoria en el Maule, donde Velasco no constituyó amenaza alguna. Esa lectura no será tan fácil de ver en esta borrachera por el triunfo del Frente Amplio.

Quien pagó los mayores costos del nuevo sistema fue la DC. Demostró que no es capaz de ser una fuerza autónoma y la apuesta de su grupo más refractario a la Nueva Mayoría salió completamente derrotada en esta contienda. Distrito por distrito debieron ver cómo sus votantes simplemente se esfumaron. Sus críticas a la coalición solo le dieron más votos a la derecha y su bancada de 13 diputados los coloca en una difícil posición para negociar presidencias de comisiones claves.

El poder que podían constituir en el Congreso los democratacristianos se diluyó por completo. No solo en cantidades, sino por pérdidas significativas. Parlamentarios claves en la historia del Congreso, como Andrés Zaldívar, Aldo Cornejo o Ignacio Walker, estarán fuera de este Parlamento que viene. Pero sigue siendo un partido que puede jugar un rol como dique de contención a la evidente pretensión por el centro que hará Piñera. No les queda más que comerse el orgullo y apostar a la elección presidencial con Guillier.

Pero el hecho político más importante es que el cambio de sistema electoral, una de las más profundas reformas de este gobierno, demostró ser absolutamente necesario. El Parlamento refleja mucho mejor ahora la diversidad de la sociedad chilena, y serán las fuerzas que allí están las que tendrán que demostrar responsabilidad política. Quizá ese sea el momento para empezar a recuperar el prestigio de nuestro alicaído Congreso.

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