Expectativas incumplidas




La centroderecha sufrió una enorme desilusión el pasado 19 de noviembre. En parte porque el comando de Piñera y los dirigentes de los partidos de Chile Vamos generaron expectativas desmedidas respecto a los resultados que pensaban obtendría su candidato. Hay quienes llegaron a transmitir que se ganaría la elección presidencial en primera vuelta. Entre ellos algunos antiguos dirigentes que terminaron haciendo francamente el ridículo con sus videos difundidos por redes sociales alentando a los electores a consolidar en las urnas un supuesto escenario de triunfo inmediato. Como atenuantes a tan craso error de estimación valga mencionar los porcentajes desconectados de la realidad que vaticinaron diversas encuestas de opinión y la inmejorable oportunidad potencial que abría el desencanto popular con el pésimo segundo gobierno de Bachelet. Con todo, como consecuencia lamentable, la clara primera mayoría relativa obtenida esa noche de domingo se transformó en una derrota político-psicológica para el sector. Sin lugar a dudas, en relación a lo esperado el resultado fue magro. Pero, a no confundirse, solo en parte debido al hiato antes señalado.  

El desengaño experimentado parece ser explicado en buena medida por otros aspectos reales que urge tener en consideración por la coalición de cara al balotaje del 17 de diciembre y, tanto más, a contar de esa fecha independiente de quien gane. Primero, hay que superar un mal endémico: el déficit de auténtica política. La economía y la eficiencia en la gestión siguen siendo el leitmotiv de programas, propuestas y la comunicación de los mismos. Ocurre que los porcentajes de crecimiento económico, por relevantes que puedan ser, no configuran ideales ni suscitan adhesiones personales, menos conquistan corazones. Así de claro. Segundo, como la sociedad ha caminado hacia relaciones cada vez más horizontales y cercanas, los votos se obtienen con empatía y conexión emocional, no únicamente con apelaciones racionales y afirmaciones de autoridad. No basta tampoco con digitar información desde centros de operación, se requiere "calle", el máximo contacto y trato personal posibles. Tercero, y en conexión con los puntos anteriores, es preciso entender el sentir profundo de la ciudadanía, aquel que subyace tras la simple constatación de sus necesidades concretas. Queda la impresión de que no se logra interpretar cabalmente los anhelos de amplios grupos de la población. Cuarto, aunque ya imposible en el tiempo restante para la definición presidencial, todo indica que han de ser renovados liderazgos y estilos, tanto de los posibles candidatos como de sus equipos. Sea justo o no, se percibe cansancio con los mismos nombres y caras, miembros de una generación que, más allá de sus eventuales méritos y aportes, han quedado asociados probablemente para siempre con la proliferación de malas prácticas y la falta de un lenguaje sincero y creíble. Entre las aspiraciones de los chilenos parece estar la de una verdaderamente nueva forma de hacer política (la alta abstención podría estar diciendo algo al respecto).

Aun en circunstancias de que la centroderecha ganase en dos semanas más, deberá cambiar si quiere representar a la mayoría.

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