Felipe Kast y sus mediáticos agresores




Felipe Kast, el más ansioso de los candidatos en las primarias, organizó esta semana un acto donde pretendía sumarse a la larga lista de personas que quieren apropiarse del legado de Lagos. Su participación entró en los noticiarios, no por el documento donde se presentaba como el verdadero neolaguista, sino por las imágenes donde un grupo de personas corren por el parque Bustamante con intenciones claras de agredirlo. La violencia de las imágenes hizo temer lo peor y, por suerte, la integridad del diputado no sufrió daños.

El rechazo a tal acto de vandalismo fue transversal, incluyendo a la diputada Vallejo, quien en una misma frase donde muestra todo su desprecio por lo que representa el diputado por Santiago, condena con dureza la violencia de la que fue víctima.

Felipe Kast ha construido una campaña sobre la base de llamar la atención más que proponer ideas. Lo curioso de su estrategia, y que lo diferencia de un populista tradicional, es que alrededor suyo ha logrado constituir un partido con lo mejor de la intelectualidad de la derecha en Chile. Mientras Kast busca segundos en TV, sus asesores elaboran programas y buscan desatarse del viejo estigma del  conservadurismo tradicional chileno, siempre ligado más a los poderes fácticos que a la defensa del mercado y de las personas. Mientras el think tank que lo apoya propone una sociedad donde prime la competencia, su candidato dedica su espacio a criticar a Manuel José Ossandón, quien ha sido el mayor impulsor de competir dentro de su sector político.

Paradojalmente, el más conservador de su grupo es el mismo Felipe Kast, que al mismo tiempo que se viste de mujer, defiende a ultranza la legislación más restrictiva del mundo en materia de derechos reproductivos. Sin temor alguno a la represión de la dictadura, marcha con decisión con las Damas de Blanco, grupo opositor cubano formado por familiares de presos políticos, pero nunca en su vida política ha ido a ver a las mujeres de la asociación de familiares de detenidos desaparecidos o ha alzado su voz para defender el museo de la Memoria, vilipendiado por su sector político.

Felipe Kast es en sí un contrasentido, y por ello es un candidato interesante en esta campaña y un símbolo de la liquidez de esta. El diputado es un buen militante de la nueva política, donde las formas se convierten en la mayor fortaleza, y donde es más importante parecer liberal que serlo. Y al mismo tiempo que hace lo imposible por segundos en los noticiarios, promueve el más interesante proyecto de renovación en la derecha para el largo plazo.

Su propia campaña puede convertirse en un hecho político inédito. Si logra su objetivo y logra obtener una alta votación, podría hacer que Ossandón derrote a Piñera, pues su crecimiento en las encuestas es solo a costa del ex presidente.

Volviendo a la agresión de que fue víctima, y fiel a su estilo posmoderno, el diputado Kast comunicó por redes sociales que se ha negado a tener protección policial y hasta ahora no ha efectuado denuncia alguna. No ha tenido en cuenta que la violencia política es una enfermedad que puede extenderse, y solo prevenirla desde sus inicios evita la espiral en que han caído otros países, con el correspondiente desprestigio de la democracia. Muchas veces, detrás de los agresores hay intereses, como fue el caso de quien funó con publicidad al senador Girardi en un vuelo internacional. En contraste, para el diputado, su propio martirologio mediático es lo más importante.

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