Hora de decir adiós




NO HAY  que ser adivino para advertir que Venezuela avanza hacia un estallido. En esas condiciones, a la comunidad internacional le cabe presionar para que Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) dejen el poder. Es lo único que puede impedir un colapso de consecuencias impredecibles.

Si lideraran un gobierno decente, Maduro y sus socios chavistas habrían renunciado hace rato. Han sumido al país en una crisis inédita: hay escasez de alimentos; los hospitales no pueden atender por falta de medicinas; el aparato productivo está en el suelo; la inversión es nula; la violencia delictual es imparable; la emigración se ha vuelto masiva, y los ciudadanos desesperados se han arrojado a las calles a protestar e, incluso, a saquear. Venezuela es hoy un estado fallido.

Los únicos que parecen no tomar nota son Nicolás Maduro y el chavismo, que se aferran como ventosas a sus cargos. Para ellos el Rubicón ya quedó atrás. Desde hace rato actúan fuera de la ley y no están dispuestos a dimitir porque entienden que, si lo hacen, la justicia que han manipulado por tantos años caerá sobre ellos. Su respuesta es destructiva: doblaron la apuesta llamando a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), le dan un trato privilegiado al ejército para prevenir tentaciones golpistas y se atrincheran para que pase el tiempo.

Por años, América Latina fue observadora impasible del desangramiento venezolano. Mucho tiempo y oportunidades se perdieron debido a esa desidia. Hoy las cosas han cambiado. Mientras algunos gobiernos -como el chileno- se esconden tras insulsos llamados al diálogo, el secretario general de la OEA ha mostrado la voluntad que no tuvo su antecesor y, junto a otros países, demanda la celebración inmediata de elecciones libres.

Pero Maduro no llamará a votar. Su gobierno resistió la convocatoria a un referéndum revocatorio y suspendió los comicios para gobernadores que debieron haber tenido lugar en diciembre. Para él, la vía electoral está cerrada, al punto que los integrantes de la ANC que ha propuesto no serían escogidos a través del sufragio universal.

Aunque la resolución de la crisis dependerá primordialmente de cómo se desarrollen los hechos en Venezuela, la comunidad internacional puede tratar de influir en lo que allá ocurre.  Entendiendo que Maduro y el chavismo son el problema y no la solución, el llamado debe ser abiertamente a un cambio de régimen.

La hora de Maduro y el PSUV ya pasó. Lo único que consiguen hoy es acercar más y más a Venezuela al enfrentamiento. Si los países latinoamericanos quieren que Venezuela evite el caos, deben presionar para que Maduro y el PSUV dejen el poder.

El cambio de régimen no solo es necesario; también es urgente. Solo un nuevo gobierno legítimo puede reencauzar el proceso hacia la paz social. Mientras antes se vayan Maduro y el chavismo, más posibilidades tiene Venezuela de impedir un desastre.

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