Infraestructura




Tuve el privilegio de asistir a dos muy relevantes seminarios sobre la infraestructura en Chile durante este mes. El primero de ellos fue organizado por Icare el 4 de mayo y el segundo de ellos fue organizado por el Consejo de Política de Infraestructura, CPI, el 18 de mayo. Sorprende lo difícil que ha sido relevar nuevamente el tema de la infraestructura en Chile. Casi una década en que se perdió la brújula. Primero íbamos a ser desarrollados para el bicentenario de la independencia, después para el bicentenario del abrazo de Maipú. Es como si estuviéramos adormecidos y no pudiéramos reconocer que sin el programa de concesiones en infraestructura en los noventa y en la década pasada, que le cambió la cara a Chile, estaríamos muy retrasados en nuestro desarrollo, y por la falta de claridad en esta materia hemos postergado una y otra vez nuestro salto de país de ingreso medio a uno desarrollado.

El agresivo plan de infraestructura pública y privada es indispensable para volver a poner al país en una nueva senda de progreso significativo. Inversiones significativas en carreteras interurbanas y urbanas, Metro, infraestructura para el transporte público, puertos, aeropuertos, embalses, corredores ferroviarios de carga, trenes rápidos de pasajeros a Valparaíso y al Sur, carretera hídrica para trasladar agua desde donde sobre hacia donde falta, cárceles, hospitales, infraestructura sanitaria, túneles de conectividad, puentes, caminos transversales en todo Chile y una gran carretera digital a lo largo y ancho del país, con extensiones interoceánicas.

Las propuestas están ahí, descritas en detalle en ambos seminarios mencionados. Los que desaparecieron son los estadistas que siempre son imprescindibles para que un plan de estas características pueda ver la luz. Dos de ellos han sido desplazados de las contiendas presidenciales en las últimas dos elecciones. Sin duda alguna que la historia hará el merecido reconocimiento a los presidentes Eduardo Frei y Ricardo Lagos por la herencia que nos han dejado, y que, por razones que aún no es posible desentrañar con claridad, las nuevas generaciones no pueden ver o reconocer.

Invitarlos a persistir en la porfía de mejorarnos la memoria, de recordarnos lo obvio: la firmeza y convicción que ambos tuvieron en sus respectivos gobiernos para impulsar la alianza público-privada en infraestructura se encuentra en la base de todo el desarrollo vivido por Chile en estas décadas.

Pero perdimos la brújula. Por tres motivos creo. En primer lugar una nueva ideología de lo público puso en cuestión el modelo de desarrollo de infraestructura a través de concesiones. Que lo público y lo privado estuvieran juntos en este modelo pasó a ser un signo de contubernio, y hasta de corrupción. Errores de diseño en cárceles ayudaron al desenlace, los hospitales por ningún motivo.

En segundo lugar, ha existido confusión acerca de las posibilidades de financiamiento público y de los beneficios futuros de la infraestructura y la manera de evaluar dichos proyectos. Se subestiman severamente los retornos sociales de la inversión en infraestructura y lo que ello significa. Si algo descubrimos con la primera ola de inversiones en carreteras interurbanas y urbanas es que se subestimó la disposición a pagar de los chilenos y se subestiman las externalidades en plusvalía, congestión, medio ambiente. Los sistemas de evaluación social de proyectos se encuentran desactualizados. En tercer lugar se ha perdido el marco institucional. Por mucho tiempo fue el MOP legitimado, respaldado por un presidente estadista, la base institucional del sistema. Años de sospechas y más de algún prejuicio respecto a como se administraron los aumentos de obras ha terminado por desmoronar la base institucional del sistema. Indispensable una nueva institucionalidad de largo plazo, que exceda 2 o 3 gobiernos en la planificación de la infraestructura su planificación. El nuevo Fondo de Infraestructura con una gobernanza supra gobiernos es el camino para recuperar la iniciativa. Se busca un estadista para la tarea.

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