Insultos fulminantes
LOS INSULTOS están al orden del día. En estos últimos días hemos tenido toda una racha: "Da la impresión de que nunca hubiera sido presidente […] es de aquellos que dicen 'Viva Chile, viva Pinochet'" (Aleuy contra Piñera). "Los que apoyan a Piñera hicieron con Pinochet un Estado docente a través de las municipalidades" (Nicolás Eyzaguirre tratando de defender a Aleuy y diciendo algo que, viniendo de un reciente ministro de Educación, no se entiende). "Que le vaya a pedir disculpas a su abuela. Yo no tengo por qué pedir disculpas […]" (Reymi Ferreira, el ministro de Defensa de Bolivia contra Heraldo Muñoz). "[E]s peor que el régimen de Pinochet […] El entorno pinochetista le está haciendo un profundo daño, quizás por eso es que tiene solo el 20% de aceptación" (Ferreira de nuevo, esta vez contra el gobierno de Bachelet). "[E]fectivamente lo escribí y lo repito, es un usurpador, un mentiroso, miente en cosas múltiples" (Carlos Huneeus refiriéndose a Enrique Correa, a quien además lo compara con Karadima). "[E]stos técnicos al ser de derecha, no son técnicos" (el mismo Huneeus refiriéndose esta vez a gente con quien no comulga).
No sigo para no cansarlos, y porque si sigo van a entender menos que lo que entendían antes. Eso tienen los agravios, las injurias y otras expresiones gratuitas vociferadas con la intención puramente de dañar: impiden el entendimiento mínimo. Me recuerda la famosa frase de G. Bernard Shaw que alude a cómo se puede perder el arte de la conversación, aunque lamentablemente, no el poder del habla, por ejemplo cuando algunos la confunden con ladridos (lo último es agregado mío).
Obviamente, las rabias vienen exteriorizándose desde hace rato. El diputado aquél, quien injuriara a Andrónico Luksic, sigue punteando, nadie lo ha superado. Ello es cierto solo si tomamos en cuenta lo que se dice en público. El nivel de agresividad, no solo verbal, con que uno se topa a diario es solo comparable, quizás, a cuando, bajo la UP, los chilenos se creyeron, ya una vez, que la "experiencia chilena" ha de ser popular (en sentido de vulgar) si se quieren hacer cambios mayores aunque no todo el país esté de acuerdo.
Con la salvedad que ni siquiera entonces se llegó a lo que sucede hoy. Como lo de enero recién pasado cuando un grupo de "mujeres historiadoras" postearon una carta abierta a Gabriel Salazar en que lo califican de "ignorante" [sic], haciendo estallar las redes sociales, por no estar de acuerdo con él en cuestiones de "género". Nada menos que "colegas" suyas, algunas ex-alumnas, académicas de la misma facultad de Filosofía y Humanidades de la UCh, a quienes les respondió dura pero no incivilizadamente para, luego, este semestre renunciar como profesor porque se le hizo intolerable seguir allí.
Es que lenguajes tóxicos corroen, producen consecuencias de lamentar, y nadie está a salvo, ni siquiera de "fuego amigo". Hemos llegado al punto que solo valen las sectas y sus lógicas "amigo-enemigo", también su corolario "el amigo de mi enemigo es mi enemigo".








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