La ciudad inclusiva




Recientemente visitó el país el Filósofo y antropólogo francés Marcel Hénaff autor, entre otras numerosas publicaciones, del libro "La Ciudad que Viene", quien se hace cargo de entender la ciudad desde una lógica dinámica, la del movimiento y no sólo la del monumento, tan propio en las culturas clásicas. A partir  de la Revolución industrial, la ciudad se transforma en un engranaje productivo, complejo, en que la conectividad abre la cuidad en un destino global, en una ciudad sin límites, pero  donde el espacio público adquiere una relevancia vital que  permite no sólo la coexistencia, sino un sentido de comunidad. Es acá en donde radica la ecuación que define la identidad urbana, en que  cabe responderse cómo conciliar el crecimiento de la población con la capacidad de mantener en ello un lugar de encuentro en que se exprese la convivencia y donde se habite con especial conciencia del otro. Esta mirada devela la Ciudad inclusiva, la que no segrega, la que conecta y crea un entorno habitable donde se expresa el diálogo, se construye el respeto y se ejerce la solidaridad.

La visita de Hénaff nos hace reflexionar  sobre cómo estamos mirando nuestra propia ciudad, desnudando la inequidad manifiesta en la construcción o mantención de áreas verdes, cuando de un extremo a otro el verde se tiñe de gris, o en la degradación de los espacios periféricos y la inseguridad de los barrios configurados sin espacios públicos ni servicios.

Recientemente, se ha levantado una dura polémica en torno a edificios de alta densidad en la comuna de Estación Central,  en que subyace la necesidad de las familias por vivir incluidos en un entorno con servicios públicos, transporte, educación etc. aún a costa del espacio habitable, pues alternativamente la segregación conlleva un deterioro aún más brutal de sus condiciones de desarrollo.

Es por esto que se hace necesario contar con buenos elementos de planificación urbana que permitan conciliar la calidad de vida con el crecimiento urbano y las posibilidades de toda la población de acceder a espacios habitables y conectados a los servicios. Hace siglos nuestra capital tuvo su primer ordenamiento en torno a los cursos agua, naciendo en medio de cuencas que se unen en la configuración de los ríos Maipo y Mapocho nutriendo una vasta red de canales, en cuyo alrededor fueron apareciendo los primeros asentamientos. Con el tiempo la línea del ferrocarril fue estableciendo otro eje, completando verdaderos circuitos urbanos.

Hoy el Metro va configurando la piedra angular sobre la que indudablemente se concentra la mayor necesidad de densificación y ahí surgen nuevamente los bordes de cursos de agua como espacios transformables en activos ambientales, disponibles para crear espacios públicos que a la vez conecten cómo ha sido el ejemplo de paseos peatonales y ciclovías con conexión intermodal a estaciones del Metro.

La recuperación de los bordes urbanos es una de las iniciativas desarrolladas por la Fundación San Carlos de Maipo, a través de configurar un Anillo Verde Metropolitano que contenga la ciudad dando un nuevo valor a la periferia. Este proyecto apunta a  una red efectiva de 26 comunas con borde de aguas en más  de 250 km sustentado en la diversidad funcional y socioeconómica de 63 tramos y 22 nodos de transporte que se definen desde  la multi modalidad en un sistema de ejes verdes. Impulsar este tipo de iniciativas requiere de articular las herramientas de planificación y estrategias en torno a una visión común que apunte a una ciudad inclusiva con un espacio público de calidad, donde las familias y sus niños cuenten con lugares, no sólo recreativos, sino útiles  para el desarrollo de la convivencia en comunidad.

Este es el desafío pendiente que nos revela la situación conocida en Estación Central;  necesitamos mirar la ciudad desde la periferia y entender la forma de revertir las inequidades existentes para quienes viven en torno a sus márgenes, con una prioridad clara en los instrumentos de planificación.

Es indudable que estos últimos años la participación ciudadana ha sido clave, también el diálogo en torno a la ciudad ha permitido abrir no sólo la discusión, sino impulsar la gestión pública y privada en la construcción y comprensión del espacio como un bien común. La Ciudad que viene nos exige mirar el territorio desde la Inclusión, en que la calidad de vida sea un elemento común, un punto de encuentro, el ágora para compartir la Vida, desde donde seamos partícipes de la construcción de una sociedad más justa para todos.

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