La Democracia Cristiana
EL PAÍS vive tiempos difíciles. En parte, ellos obedecen a problemas reales que nos amargan e inquietan. Me refiero a una profunda crisis de confianza ciudadana que afecta a los políticos (qué duda cabe); a los empresarios que han minado profundamente su respetabilidad; y, también a las propias iglesias sacudidas por escándalos.
Pero si vamos a ser honestos y no dejarnos arrastrar por la moda que hoy saca aplausos fáciles, de encontrarlo todo malo, es necesario matizar el juicio. Pongo ejemplos.
Las encuestas indican que a nivel del país la gente ve el futuro muy negro, pero no así a nivel de su familia y de su futuro personal, donde es bastante optimista. En otro plano, en la economía, es cierto que un crecimiento entre el 1% y 2% es mediocre. Pero las calificadoras de riesgo, sin excepción, al evaluar a la economía chilena, la ubican como la mejor del área.
En este contexto, cómo se ve a la DC.
Yo creo que también vive contradicciones. Aunque que resulte doloroso reconocerlo, una sensación de malestar atraviesa al partido. Pero hay muchas razones para tener una visión más balanceada y optimista de su situación.
Para partir por lo más obvio, es la columna vertebral de toda actividad política: hoy, 80 años después que fuera fundada como Falange Nacional, la DC es la segunda fuerza política del país y la primera de la Nueva Mayoría. Representa un tercio del total de diputados de la "Nueva Mayoría" y, en el Senado, con seis miembros, es un tercio de la bancada de la NM. Todo ello indica -y esto es un dato y no una apreciación subjetiva- que en la actualidad es una de las fuerzas políticas más relevantes, con enorme influencia en la estructura de poder del país.
Por cierto, ser un partido de estas dimensiones no es gratis. Ello, por razones entendibles y algunas odiosas, ha molestado siempre a nuestros adversarios y a veces a nuestros aliados. Siempre ellos nos vaticinan que estamos en decadencia y prontos a desaparecer.
Algunos en la izquierda nos condenaron porque éramos unos reformistas a los que la revolución arrasaría. La dictadura nos persiguió y también anunció nuestra desaparición de la faz de la Tierra.Hoy nuestra situación no es distinta. Hay algunos en la derecha que nos acusan de irrelevantes por la sencilla razón que no impulsamos sus políticas; y, para contar toda la verdad, algunos, por suerte pocos, en nuestra coalición nos acusan porque no adherimos de modo acrítico a posiciones ideológicas que no compartimos.
Pero, para verdades, la historia. La DC ha hecho una contribución al país que figura entre las más significativas. Desde su nacimiento rompió con el clericalismo de los viejos partidos conservadores y planteó al país una política que, ajena al tutelaje de la Iglesia, sí se inspiraba en valores cristianos, progresistas, profundamente democráticos.
La historia da cuenta del orgullo del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Qué mayor orgullo que haber encabezado la lucha contra la dictadura.
El orgullo de los diez años de las presidencias de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle, que son la década de mayor crecimiento (8% anual), que haya conocido la República en más de un siglo. Tiempo de grandes transformaciones, de modernización de la justicia, de una profunda reforma educacional, de modernización del Estado, de enormes esfuerzos por avanzar, en materia de derechos humanos en la verdad, la justicia y la reparación.
Sí, también el orgullo de la Concertación y de su obra, de las presidencias de nuestros aliados Lagos y Bachelet. Su obra se considera como propia.








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