La Franja de la Post Verdad




A esta década en política se le ha llamado de la Post Verdad, que el diccionario Oxford define como: "Circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal"; en otras palabras, le creemos más al show que a la realidad. El ícono de la Post Verdad fue la campaña presidencial de Donald Trump.

Cuando llevamos esto al plano local y observamos la franja electoral de las primarias, iniciada la semana pasada, vemos que el principal inconveniente de ésta no es su transmisión. El objetivo de que todos los candidatos -independientes de su poder adquisitivo- puedan tener su espacio en la televisión abierta me parece bien; el problema que tiene nuestra franja presidencial es que se ha transformado en la venta de un producto (candidato) y no en su objetivo primario de informar sobre el qué y el cómo se lograrían las propuestas de sus diferentes programas de gobierno.

Hace ya bastante tiempo que el marketing se tomó este espacio televisivo, pero sus creativos han olvidado algo que es clave y es que, tanto para un producto determinado, como para un candidato, junto al carácter comercial del anuncio debe incluirse un aspecto informativo y la franja no lo tiene, "vende" trenes, vacaciones, pensiones, salud, es casi un ofertón al mejor estilo all inclusive.

Mientras Mayol nos vaticina una crisis total con cataclismos, guerras y hambrunas; proponiendo a su vez conectividad vial, salud, educación y justicia social, por medio de la reasignación del dinero de las AFP, es que francamente parece que no ha entendido nada. Todas sus medidas requieren de un Congreso con el que no cuenta y no va a contar. Una de las características de la post verdad es la manipulación de los datos y cuándo nos dan información incompleta, se cae en eso.

Una cara totalmente distinta nos ofrece Beatriz Sánchez, al menos tiene la deferencia de no prometer cosas que se escapan de sus manos. Apelando a la emoción y a los sentimientos invita a los electores a votar por ella, es una campaña claramente comercial donde el producto es ella, de ideas sólo esbozos y uno que otro rostro, pero al menos es dinámica y entretenida a la vista.

Felipe Kast, a diferencia de Mayol, no habla sobre hechos consumados, sino que lo hace como propuestas, como lo que le gustaría hacer. Aunque su primera franja era sobre explotada en imágenes, con el paso de los días ha ido bajando la intensidad de la misma y agregándole toques de humor, lo que se agradece. Muestra equipos, muchos del ex gobierno de Piñera y además logra esbozar algunos principios liberales que le han permitido desmarcarse de la derecha tradicional; sin embargo, su primo José Antonio sigue siendo su sombra, el apellido común confunde entre quién propone un programa de gobierno basado en la Biblia y Felipe que pretende recoger lo mejor de Harvard y La Habana.

En el caso de Piñera, él partió mirando desde la ventana de una moderna oficina y aceptando que está dispuesto a ser nuevamente candidato porque Chile lo necesita; esa imagen mesiánica de su primera franja fue algo extrema, con los días ha empezado a transmitir una mayor cercanía con la gente, algo que evidentemente no le queda cómodo, afortunadamente para él, Cecilia Morel sí encarna esa cercanía. De igual manera pretende transmitir una imagen de estadista que tampoco le queda, el exceso de escudos, estrellas y banderas -tan republicano o derechista- apela exclusivamente a un público: el adulto conservador. ¿En qué minuto el empresario liberal se transformó en un cauto conservador? Quizá en el mismo momento en que dejó de ser Cruzado y se hizo colocolino, pero eso es otra historia.

Volviendo a la post verdad, la omisión es otra de sus tradicionales características, cuando Piñera muestra un esbozo de su gobierno, también cae en ello; si a eso se le suma el ofertón cómo subir los días de vacaciones, ya llegamos al populismo en su mayor expresión.

Ossandón es caso aparte, no sólo por su obsesión beligerante para con el ex presidente Piñera, sino que también porque sus recursos son escasos, reduciéndose al abrazo y el beso, propios de una campaña del siglo pasado y el resto del tiempo, en vez de dedicarse a mostrar ideas y equipos para gobernar, lo destina -en su estilo campechano, pero latifundista a la vez- a criticar el anterior gobierno de derecha, evidenciando otra característica de la Post Verdad: la "demonización del adversario", en este caso Piñera.

Las franjas, unas más otras menos, caen en este concepto de la Post Verdad. Sería conveniente que, junto con verlas, los ciudadanos vayan analizando que tan factibles son de llevar a cabo las propuestas que nuestros candidatos prometen y les exijamos acto seguido que demuestren cómo lo planteado es posible de lograr. Ese es un desafío que dudo mucho los candidatos puedan lograr.

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