La lectura en baja




A RAÍZ DE los pésimos resultados de la prueba Simce en lectura, vuelven a salir a flote argumentos que bien pueden ser calificados de lugares comunes. El primero, y más preocupante, es que los jóvenes tienen que leer lo que les interesa. Tras este argumento está la peregrina idea de que John Green o Stephenie Meyer contribuirían a formar mejores lectores que Shakespeare, Cervantes y Homero.

La raíz etimológica de la palabra educar, sin embargo, es educere, que significa "ser llevado a otro lugar". O sea que la función intrínseca de la escuela sería transportar a los alumnos a otros mundos, abrirlos a un abanico de experiencias inesperadas que, a su vez, también reflejan lo que tenemos en común los seres humanos de todas las épocas. Acceder a un conocimiento de este tipo por medio de novelas, poemas u obras de teatro es lo que facilita la comunicación y la comprensión del otro, dos condiciones que están a la base de la formación de ciudadanos libres, responsables, críticos o, como diría Kant, "mayores de edad".

En el incisivo ensayo "La escuela en crisis", Beatriz Sarlo plantea que la educación representa justamente un corte respecto de la espontaneidad juvenil: "El criterio de lo que interesa a los chicos es solo un punto de partida, no un instrumento de chantaje que convierta a la transmisión cultural en un simulacro pálido y demagógico de la cultura adolescente". Dicho de otra forma, todo bien con que los jóvenes lean lo que quieran en su tiempo libre (o que jueguen videos y naveguen por la web), pero la cultura define la identidad no solo de un país, sino que permite sentirse parte de algo más amplio, una comunidad que comparte ciertos valores y costumbres, principio básico del ideal democrático.

Otro lugar común dice que los alumnos de hoy están acostumbrados a hacer muchas cosas en forma simultánea, lo que va en detrimento de una actividad más específica, como la lectura. Siguiendo esta hipótesis, habría que aprovechar los dispositivos digitales para fomentar el lenguaje.

Que los alumnos sean capaces de chatear, buscar información y ver tutoriales al mismo tiempo está fuera de dudas, aunque quienes dicen que la lectura es una activad más "pasiva" desconocen lo que hace nuestra mente cuando leemos. Orhan Pamuk ha descrito las variadas operaciones que se desarrollan al mismo tiempo y con gran concentración: transformar las palabras en imágenes, buscar las ideas que hay tras los acontecimientos, distinguir entre realidad y ficción, enfrentarse a ideas contradictorias y aprender a ver el mundo con los ojos de otros, la mirada de los protagonistas, que es sin duda una de las mayores lecciones de tolerancia, de empatía.

De pronto la pregunta de fondo es para qué estamos educando. ¿Para el mercado laboral? ¡Pamplinas! Nadie sabe siquiera cómo será el trabajo en cinco años más. En cambio las humanidades preparan para la vida, que está lejos de ser divertida y vertiginosa, a la manera de un videojuego. Leemos, de hecho, para tener la ilusión de que es posible vivir otras vidas.

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