Liderazgo educacional: silencioso abandono del hombre actual




En las últimas décadas se ha generado consenso sobre la importancia del liderazgo como una variable fundamental en las escuelas. Se ha resaltado el liderazgo del director, de su equipo y el del maestro al interior de la sala de clases.

La investigación sobre eficacia escolar ha ratificado una y otra vez que la capacidad de influir es la principal función de liderazgo con foco en el aprendizaje de todos los estudiantes. Además los estudios identificaron una especie de "reglas de oro" de todo liderazgo, entre otras: compartir buenas prácticas, construir una visión de escuela y comunicar de manera efectiva.

Los avances que se han producido son muchos y fundamentales, pero esconden un abandono silencioso y real. Se ha dejado de pensar en el hombre, en lo que es, está siendo y lo que puede llegar a ser, reemplazando esta visión por un conjunto de "competencias" para llegar a ser productivo en una sociedad que corre tras el desarrollo. Un hombre que se siente cansado como bien menciona el filósofo Byung-Chul Han (Sociedad del Cansancio) o bien uno que vive en una constante impaciencia según nos argumentaba Zygmunt Bauman (Modernidad Líquida).

Algunas veces parecería que quienes ejercemos el liderazgo educativo nos hemos vuelto una especie de tecnócratas del aprendizaje, olvidando las responsabilidades sociales del tiempo y, por lo tanto, dejando de estar a la altura de nuestra tarea. Bien lo advertía, a mediados del siglo XX, el educador alemán P. José Kentenich cuando llamaba a tener el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso de los tiempos.

Resulta interesante recordar nuestra historia. En Latinoamérica nuestros pensadores –o más bien nuestros educadores- dejaron eco de esta urgencia. Paulo Freire (Brasil) sostenía que le educador debe, por la obligación que su rol merece, involucrarse en los desafíos de su tiempo. En nuestro país no podemos olvidar a Gabriela Mistral, quien ve al niño en su plena dignidad de sujeto y al educador como quien se experimenta instrumento de promoción de esa persona.

Estos pensadores tienen en común que despliegan su mirada educativa, didáctica e incluso política desde sus más profundas convicciones de lo que es el hombre, el ser humano y su comunidad. Así, en las situaciones de injusticia que afectan a nuestros pueblos, ven en primer lugar un atentado al ser de la persona y no solamente un daño a las posibilidades de desarrollo externo de nuestros países.

Hoy, más que nunca, necesitamos de líderes educativos que, conocedores del hombre actual, se comprometen con el desarrollo del ser. Resulta inaplazable escuchar sobre convicciones de hombre , de sociedad y no sólo de gestión: necesaria, pero no absoluta…

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