Lo pequeño es hermoso




Detrás de este capitalismo, decía, hay un individualismo despreciador de las virtudes comunes, que siempre tienen algo de heroico al intentar poner la atención en el/la otro/a, especialmente en el pobre, el disminuido. Su gran critica se dirigía a su profesor J.M. Keynes, quien durante la depresión de los años 30 afirmaba (citado por Schumacher): "la avaricia, la usura y la precaución deben ser nuestros dioses por un poco más de tiempo todavía. Porque solo ellos pueden guiarnos fuera del túnel de la necesidad económica a la claridad del día". Según esta convicción, la paz y la estabilidad de una sociedad solo se procura con una riqueza macroeconómica, aunque sea solo de algunos ricos. Su discípulo, en cambio, expresa que un "hombre dirigido por la ambición y la envidia pierde el poder de ver las cosas tal como son en su totalidad y sus mismos éxitos se transforman en fracasos". A ello agregaba las palabras de Gandhi: "la tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre".

Es muy claro que el liberalismo económico y moral son hermanos de sangre, aun cuando sean reivindicados por la derecha y hoy, por la izquierda, respectivamente. Ambos son reflejos de una especial "subcultura capitalista" (ver Taylor). Pero aunque suene paradójico, es precisamente una moral social la que exige mirar con profundidad al y lo pequeño. El hombre y la mujer, desde la pequeñez y aunque anónimos en una sociedad esclavizada por su pasión de grandeza y por su caprichoso concepto de libertad, siempre pueden ser "señores" para construir una sociedad con rostro humano. Ello si buscan virtuosamente –y no solo como excepción heroica, sino como un hábito bueno– rescatar al más pequeño, es decir, al pobre y al niño por nacer.

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