Efectos del cambio climático en la Gestión de Riesgo de Desastres
Durante el último tiempo, hemos sido testigos de cómo lluvias, vientos, marejadas e incendios forestales se han ido transformando, con mayor frecuencia, en eventos extremos debido a las condiciones meteorológicas. Dicho escenario tiene su causa principal en el cambio climático.
No es casual que la Convención Marco de la ONU sobre este fenómeno (Cmnucc) ubique a nuestro país entre los más vulnerables debido a sus características geográficas, que incluyen zonas urbanas en áreas costeras de baja altura —proclives a la fuerza del mar durante marejadas y tsunamis—, así como zonas áridas y semiáridas que, expuestas a sistemas frontales intensos, generan condiciones para aluviones.
Esta advertencia ha podido palparse en los últimos eventos climáticos que han causado, incluso, mayor destrucción que los terremotos registrados en el mismo lapso de tiempo.
Recientemente, pudimos observar el alto poder de destrucción del intenso temporal que afectó al litoral central y que sorprendió a los vecinos de la zona, quienes reconocieron que las salidas de mar se presentan cada vez con más violencia, así como los daños que produjo la caída de nieve en la Región Metropolitana y que afectó el suministro energético en miles de hogares. De igual forma, en el norte y centro, en las regiones de Antofagasta, Atacama y Metropolitana se produjeron precipitaciones de grandes intensidades en zonas específicas y en pocas horas, aumentando el caudal de los ríos y activando quebradas.
De hecho, de acuerdo a un estudio de la Cepal (2012), de no tomarse medidas, el impacto del cambio climático proyectado para Chile en términos de pérdidas económicas podría representar un 1,1% del PIB anual de aquí a 2100. Esto plantea una serie de desafíos país, y el Sistema Nacional de Protección Civil (Snpc) y la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi), en su rol coordinador, se han ido adaptando a esta realidad con avances sustantivos, convirtiéndose en referentes internacionales.
Destaca el Programa Chile Preparado, que contempla simulacros de borde costero, y en el sector educación a través del Programa Integral de Seguridad Escolar. De igual forma, desde 2016 se desarrollan ejercicios de evacuación de aluviones. Todo lo anterior se refuerza con información en el sitio web de Onemi.
Gran aporte ha sido también el trabajo de la Plataforma Nacional para la Reducción de Riesgos de Desastres, integrada por una serie de instituciones expertas en la materia, a través del diseño del Plan Estratégico Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, que incluye acciones que aportan a la adaptación al cambio climático, como el monitoreo de amenazas relacionadas con eventos meteorológicos y una respuesta integral del Snpc.
Sin embargo, este nuevo escenario nos obliga a ir más allá en el trabajo de transformación de comunidades vulnerables en resilientes. Además de actividades de preparación, es necesaria una mayor inversión en obras de prevención y planes reguladores que integren la Gestión del Riesgo y la microzonificación (identificación de las amenazas en el territorio) en su diseño. Es decir, un mayor protagonismo de las municipalidades, entendidas como organismo de primera respuesta. Y esta tarea requiere el aporte de todos, con una coordinación público privada robusta, apoyada con el incremento de políticas públicas en la materia.
A la luz de lo anterior, podemos decir responsablemente que Chile cuenta con un SNPC adecuado a nuestra realidad geográfica, económica y cultural que ha demostrado ser el camino correcto para enfrentar las emergencias. No obstante, éste debe ser optimizado y reforzado institucionalmente con una legislación vinculante largamente esperada, para responder así a desafíos cada vez más complejos, entre otras cosas, por los efectos del cambio climático.








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