Los festines de la prens




Hace dos semanas, en el Palacio de Gobierno, Bruno Villalobos, el general director de Carabineros, interrumpió al ministro del Interior durante una conferencia con los periodistas y se dirigió a ellos con el rostro encendido. Estaba ofuscado, tanto, que hablaba de él mismo en tercera persona. El general Villalobos levantó el dedo índice -como lo podría haber hecho un inspector de colegio cabreado por el mal comportamiento de los alumnos- y advirtió: no hagan un festín de la situación que estamos viviendo. Se quejó de los medios de comunicación y dijo algo sobre la mala costumbre de lanzar barro sobre la institución que él dirigía.

A lo que el general director de Carabineros se refería era a un fraude anunciado por él mismo a principios de marzo, en una causa iniciada en Punta Arenas. En esa fecha, el propio Villalobos citó a una conferencia de prensa para informar de un desfalco en Magallanes que involucraba a Carabineros. Como consecuencia del hallazgo del fraude les pidió el retiro a nueve oficiales. En ese momento, Villalobos no anunció el monto del robo, pero la cifra deslizada a los periodistas fue inicialmente de 600 millones de pesos.

Lo que en un principio se juzgó como un gesto de transparencia de parte del alto mando de la institución, con los días fue matizado por los antecedentes que surgían. Ciper informó que durante siete años, de distintas maneras, se dieron a conocer indicios de fraudes en Carabineros. El sitio de investigación periodística aseguraba que hubo más de 40 alertas "que nadie quiso escuchar".

La prensa había encontrado contratos y licitaciones que no cuadraban, muchas grietas por la que los fondos se perdían en compras y licitaciones de todo tipo a lo largo del país. Dinero público que iba a parar por las razones más insólitas -como contratación de televisión por cable premium- a cuentas corrientes de privados.

En cosa de días el monto estimado del fraude difundido a principios de marzo por el general director de Carabineros trepó de los 600 millones de pesos que originalmente se había informado extraoficialmente, a más de mil millones. A la vuelta de la semana ya eran 10 mil millones y a principios de abril se acercaba a los 20 mil millones de pesos. Los nueve oficiales inicialmente destituidos sumaron compañía: van más de 40 expulsados de la policía uniformada. Por último, el desfalco tampoco era un asunto radicado en la lejana Región de Magallanes como inicialmente se sugirió, sino una trama nacional que comenzaba en Santiago.

Un par de días después de que el general director de Carabineros reprendiera a los medios desde La Moneda, el programa Informe Especial, de TVN, transmitió una entrevista a Patricio Morales, teniente coronel en retiro imputado por el caso. Morales aseguró que el desfalco era parte de la cultura de ciertas áreas de la institución, un asunto conocido por muchos desde hacía años, que el dinero incluso se sacaba en maletines, que era una red tupida de personas la que lo sostenía y que las hebras alcanzaban a funcionarios de la Contraloría General de la República.

Según Morales, durante su trabajo en Carabineros pudo observar que "había toda una estructura para cometer ilícitos y para proteger al alto mando". Frente a esta información, Jorge Bermúdez, contralor general de la República, contestó expulsando a los funcionarios de la Contraloría involucrados según los antecedentes internos y de prensa: "Si la Contraloría fue 39 veces a auditar a Carabineros y no encontró lo que pasaba, yo exijo una explicación", dijo Bermúdez, quien está desde el año 2015 en el cargo.

A diferencia del contralor Bermúdez, el general Villalobos no ha aceptado entrevistas. Sólo ha declarado que cuando él era jefe de inteligencia -durante el tiempo en el que ocurrieron los desfalcos encontrados hasta ahora- nunca supo nada de los fraudes que se extendían como manchas de aceite. Una explicación que si bien lo puede exculpar de responsabilidades, habla muy mal de la calidad del trabajo de una unidad que justamente debiera prevenir que estas cosas sucedan. Lo único que podría concluirse de la respuesta del señor Villalobos es que, además de los robos, deberíamos lamentar la ineficiencia de los encargados de contrainteligencia que estaban bajo sus órdenes y que nunca supieron que bajo sus narices estaban robando a manos llenas; organizando una celebración privada con dinero público, una orgía de millones que no fue ideada por la prensa, sino planificada por obra y gracia de una banda conformada por maleantes con rango y uniforme.

Hasta ahora, los medios no han hecho ningún festín, sólo han hurgado en los rastros de la resaca, buscando la verdad de los hechos, la misma que muchos querrían dar por sepultada.

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