Marsellesa Socialista
SI PUDIERA expresar unas ideas en imágenes, tal vez mostraría primero una vela consumida, de esas en las que cuelga una mecha lacia sobre una palmatoria; otra toma captaría una llanura seca. Luego la cámara enfocaría un galpón de reuniones, paredes de tablón, de las que cuelgan algunos panfletos y rostros de Marmaduke Grove, Salvador Allende, Clodomiro Almeyda. El foco se acercaría lentamente a un disco de vinilo en el que se distingue el nombre de Quilapayún. A su lado emergerá, en fondo rojo y nítido, la Marsellesa Socialista, y a la pasada, los apellidos de sus creadores, Pereira, Yáñez. Por último, con la música del himno a todo volumen, y en letras grandes, la pantalla electrizará a la audiencia: "Contra el presente vergonzante, el socialismo surge ya. Salvación, realidad liberante, que ha fundido en crisol la verdad. 1939."
Los antes respetuosos correligionarios socialistas, que compartieron jornadas en los farragosos tiempos de Allende, y que, tras su derrocamiento, sintieron el miedo y vivieron la clandestinidad; que pensaron el país repasando manifiestos altivos y filósofos profundos, dándoles sentido a sus vidas y a sus luchas, hoy, viejos y correteados, se lanzan palabras hirientes, enrostrándose cinismo y traición. Todo, a propósito de un dinero bien habido por el partido, originado en las expropiaciones del régimen militar e invertido con rédito por sus administradores. Ellos fueron criticados duramente por quienes habían recibido debida cuenta de las inversiones.
Lo que se quiere plantear en esta columna es que entre los propios socialistas se ha creado un clima maledicente en un período político de extrema complejidad en el que, esté o no uno de acuerdo con ellos, serían deseables sus planteamientos de fondo para el mejor intercambio de ideas en aras del desarrollo y crecimiento del país.
En este contexto, aparte del señalado episodio sobre las inversiones, se advierten otros tres motivos de reflexión. El primero es que, sin nunca saberse las razones verdaderas, retiraron su apoyo, en voto secreto, al expresidente Lagos, en cuyo gobierno los socialistas florecieron. Una traición bíblica entre ateos. Lo que quedó flotando, sin embargo, es que todo se debió a su ansiedad por mantenerse en el poder y en los cargos. Es bueno que sepan que esto se dice, aunque a estas alturas no sea reparable.
Luego, se sumaron con mansedumbre a la candidatura de Guillier. Cada día el candidato parece exigir de ellos más fuertemente dos condiciones indignas: lacayismo y silencio frente a la contingencia. El señor Guillier asume que el socialismo se doblegará ante sus actitudes y respuestas, aunque sean atemporales y vagas, en una palabra, aunque Guillier por ahora tenga la personalidad de John Gardiner en "Desde el jardín".
Finalmente, el socialismo ha quedado casi vacío de intelectuales y pensadores. Las nuevas generaciones han migrado a otros grupos o facciones donde se han sentido acogidos y pueden expresarse sin reservas ni ataduras.
De este modo, es curioso el extraño tono que, siendo en su origen amenazante contra los opresores capitalistas, ahora parece volverse contra los propios fundadores cuando la vieja Marsellesa Socialista reclama: "Contra el presente vergonzante, el socialismo surge ya." Más bien se ve como un adiós que un surgimiento.








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