Me opongo a una regulación




ME RESISTO a la regulación. Cuando comencé a trabajar en encuestas éstas eran "reguladas", lo recuerdo muy bien: el cuestionario debía ser enviado en forma previa a una oficina del gobierno, donde funcionarios revisaban qué preguntas eran aceptables y cuáles no. Pasado algunas semanas, el cuestionario era devuelto con tachas en lápiz rojo, indicando qué preguntas debían eliminarse. Además, debíamos enviar una lista con el nombre y rut de los encuestadores en forma previa al trabajo de terreno. Algunos nombres de la lista eran borrados, sin mayores explicaciones. Bueno, eso era Chile a fines de la década de los 70, y esas sí que eran "regulaciones". De más está decir que, por entonces, muchas otras áreas de la vida ciudadana eran también "reguladas" y en forma bastante más drástica.

Es por esta experiencia que tengo profundo temor y rechazo a las regulaciones, a casi todas. A veces son necesarias, es cierto, pero esto constituye siempre un mal necesario, una pérdida de libertad que solo es posible justificar por un bien superior y siempre deben ser minimizadas en duración y alcance.

Pero mi rechazo no es solo por lo vivido. La opinión pública es un elemento clave de una sociedad democrática. Los estudios de opinión pública son parte de la democracia. Ellos son una forma de expresión ciudadana, de actitudes y opiniones difíciles de manifestarse y de conocerse por otros canales. Las encuestas de opinión no son, desde luego, la única forma que tienen los ciudadanos de hacer oír su voz, siendo la más solemne y formal el voto emitido en elecciones democráticas. Pero no todo se decide por elecciones y las políticas públicas requieren conocer más de las opiniones y actitudes de los ciudadanos, así como de la evaluación que hacen de sus gobernantes. Los estudios de opinión permiten sacar a la luz la opinión de muchos que no tienen acceso a otras formas expresión, como protestar, presionar u otras formas del "movimiento social". Así, postulo, los estudios de opinión son un irreemplazable contrapeso a otras formas de expresión ciudadana y permiten una visión más equilibrada del ánimo colectivo. Las dictaduras de todo el mundo, de cualquier color, siempre limitan, suprimen o "regulan" la expresión de la opinión publica medida por encuestas.

¿Regular qué? Muchos países han implementado regulaciones a las encuestas. Éstas van desde prohibiciones totales, a prohibiciones de preguntas específicas tales como la evaluación de las autoridades y sus familias, religión y otros (es el caso de Arabia Saudita, China, Jordania), en general se trata de países con sistemas de gobierno no democrático, monarquías o dictaduras. Otra regulación común es establecer plazos de prohibición en días previos a las elecciones. Tal plazo de prohibición no existe en 22 de 85 países analizados (Chung, University of Hong Kong, 2012) donde destacan países como Estados Unidos, Alemania, Dinamarca y Austria. Varios paises fijan un período corto de prohibición 1 o 2 días antes de la elección (Noruega) y otros más largo (Argentina 15 días, Honduras 45 días). Por último, un tercer tipo de regulaciones se refiere a la información que debe ser entregada junto con los resultados de la encuesta. De acuerdo al citado análisis efectuado por Chung de 85 países en 2012, en 30 de ellos (35%) existían normas legales a este respecto. Las normas más frecuentes obligan a informar sobre: quién encarga la encuesta (35%), cobertura geográfica (25%), fecha de toma de datos (25%), margen de error (24%), fraseo preciso de las preguntas (21%), caracteristicas de la muestra (20%), método de entrevista (19%) y en último lugar la tasa de respuesta (15%).

¿Regular? Los ciudadanos tienen derecho y capacidad para decidir en qué encuestas creen y en cuáles no creen. Ojalá haya muchas y variadas. Como sucede con la prensa, no hay duda alguna que para la democracia es mejor una prensa libre a una regulada, aun cuando a veces se cometan errores o excesos. La libertad tiene riesgos, lo sabemos, pero vale la pena protegerla.

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