Méndez




A estas alturas pocos cuestionan la debilidad de las candidaturas presidenciales elegidas por los partidos de izquierda. Tanto Guillier como Sánchez han ido de más a menos, una vez que han debido probar ante la ciudadanía cuán presidenciable es su estatura. Marcan en las encuestas por lo que representan, pero no han salido bien parados. Otros, vistos como menos competitivos -Carolina Goic es un caso, pero no el único- han dado más el ancho personal y programático que los primeros. Apostaría que Goic superará los pronósticos.

Curiosamente Guillier y Sánchez llegan a ser candidatos de sus coaliciones por lógicas y procedimientos casi calcados. Buscar una figura independiente, fuera del ámbito de "la desprestigiada política", con conocimiento y buena evaluación pública en el trabajo previo que desempeñaron, que asegure un buen piso en encuestas. Y en cuanto a procedimientos, en ambos casos, un conciliábulo de pocos directivos políticos, "cocinando" este caldo dentro de su coalición.

En el caso de Fuerza de Mayoría fue la directiva del PS en un Comité Central a puertas cerradas la que impuso a Guillier, hasta entonces candidato solo del PR. Precipitaron la renuncia de Lagos y la extinción de una Nueva Mayoría que ni primaria pudo tener: Guillier se transformó en su destino inevitable. La DC se vio forzada a optar entre la subordinación o la candidatura propia.

En el Frente Amplio la situación no fue muy distinta con Beatriz Sánchez. Su descubrimiento y nominación fue obra de los diputados Jackson y Boric; protestas internas fueron casi inmediatas, pero tuvieron la fortuna de poder convalidarla en una primaria gracias a Mayol. Beatriz Sánchez alcanzó luego de ganarlas, porcentajes en las encuestas que más tarde solo han declinado. La campaña permitió a la ciudadanía evaluar cuánto calzaba esta "novedad" que partía con el atractivo que lo nuevo tiene en tiempos de una política estigmatizada.

Esta mezcla de vieja política camuflada en rostros nuevos, no ha sido una buena idea.  Es sorprendente que, la Nueva Mayoría de su traumática derrota y el Frente Amplio de su soñada victoria, no hayan sacado las lecciones que dejó la candidatura de DJ Méndez en la elección de Valparaíso.

La política tiene algo que la empuja al abismo cuando ha perdido la brújula de lo que significa para su sociedad. Cuando cree que sortea desprestigios y camina al triunfo a horcajadas de artistas, futbolistas, gente de la tele u otros. Para peor, pidiéndoles luego solvencia política, claridad programática y equipos, que no les exigieron al inicio ni les aportaron después.

No es culpa de Méndez, de Guillier o de Sánchez. Es de quienes vendieron popularidad en otros ámbitos, como vara mágica que califica para Presidente. La ciudadanía no baila al compás de los aprendices de brujo. Aunque algunos prueban no creerlo, está de verdad empoderada y quiere buena política.

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