Merecía otro marco




Por cómo terminó, por lo que había en juego y porque quedaban tres fechas, el triunfo de Colo Colo sobre Everton debe ser el mejor partido de lo que va de torneo. O, al menos, el más emocionante, sin dudas. Por eso mismo, merecía que las tribunas del Sausalito estuvieran llenas.

La incomprensible decisión del local de solicitar un aforo de 10 mil personas -apenas la mitad de lo que puede albergar el estadio-, sumada al ridículo protocolo inicial para que los hinchas albos adquirieran las 500 entradas que se les entregaron en principio, la que se terminó eliminando por la aún más absurda determinación de la gobernación de Valparaíso de evitarse cualquier problema y sólo darle 100 boletos de cortesía a la boleta, atentó contra eso.

Fue como si nadie quisiera un marco acorde a la relevancia del partido que se disputaba. Fue rendirse ante las eventuales complicaciones que podrían generarse y darse por vencidos en esta lucha contra la violencia que nadie sabe cómo ganar. Y, lo que es peor, que nadie parece querer hacerlo.

El temple que mostró el Cacique en el cierre, para mantenerse arriba en esta cerrada lucha que sostiene, principalmente, con Universidad de Chile, luego de la caída de Iquique; y las dificultades que le plantearon los ruleteros, incasables en su afán de involucrarse en la discusión, aunque fuese desde una posición secundaria, merecían más respeto por parte de todas las autoridades, las del fútbol y las políticas, que le fallaron de forma rotunda al espectáculo que es el fútbol, que en esta oportunidad brindó lo mejor de sí mismo.

La disputa por el Clausura comienza a desgranarse. De los 12 a los que las matemáticas les daban una irreal opción al título, el número se reduce notablemente y le entrega a Colo Colo una ventaja mínima, la misma a la que puede aspirar cualquier de los principales candidatos a ser campeón.

El título se definirá por detalles. Cualquier error o desatención serán fatales para quienes los cometan. La emoción en este campeonato de irregular y criticado rendimiento, aparece garantizada para el cierre. Ello obliga el respeto de todos los involucrados, desde los jugadores hasta los hinchas, de los dirigentes a las autoridades, para que en la cancha -donde este juego se hace grande- exista el escenario que amerita. Nada más ni nada menos.

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