Nuestra mayor falla




Durante sus casi 500 años de historia, Santiago ha probado ser una ciudad resiliente a los desastres urbanos. El último siglo sobrevivimos a seis terremotos, 18 erupciones volcánicas, 10 temporales con inundaciones y 14 aluviones con desborde de cauces. Si a estos shocks puntuales agregamos estreses crónicos como la contaminación ambiental, los efectos de la segregación espacial o la compleja gestión de movilidad urbana sin duda los santiaguinos, al igual que el resto de los chilenos, somos duros de matar. En este contexto, cobra relevancia que el Gobierno Regional de Santiago y el programa 100 Ciudades Resilientes de la Fundación Rockefeller, hayan institucionalizado una Dirección Ejecutiva de Resiliencia, que acaba de lanzar la "Estrategia de Resiliencia de la Región Metropolitana: Santiago Humano y Resiliente," disponible en www.santiagoresiliente.cl .

La Estrategia aborda en forma holística, transversal e integradora seis pilares clave de la resiliencia urbana: Gestión de Riesgos, Medio Ambiente, Movilidad Urbana, Equidad Social, Seguridad Ciudadana y Desarrollo Económico; estableciendo 21 objetivos y 75 planes, programas y acciones concretas para enfrentar los riesgos y desafíos futuros. Dentro de la Estrategia, se invitó a siete centros de estudio a realizar un informe de "Profundización Académica" respecto al estado de los seis pilares.

El "informe de Gestión de Riesgo Sísmico" elaborado por el Programa de Reducción de Riesgos y Desastres -Citrid- y el Programa de Riesgo Sísmico -PRS- de la Universidad de Chile, junto con realizar un exhaustivo análisis de los estudios existentes y condiciones geológicas de la Región, advierte que el peligro sísmico en la Región Metropolitana es alto, particularmente respecto de eventuales sismos corticales asociados a la falla de San Ramón, emplazada en el pie de monte cordillerano del sector oriente de Santiago.

Los sismos corticales, por tener epicentros muy cercanos a la superficie, son altamente destructivos, no están incluidos en la zonificación sísmica del país y no están integrados en las normas sísmicas nacionales. Estudios han establecido escenarios posibles sobre la ocurrencia de un evento sísmico importante en la falla de San Ramón con desplazamientos promedios de 1 a 4 m, y magnitudes comprendidas entre 6,6 Mw y 7,4 Mw. Un sismo de estas características sería extremadamente destructivo para la región. La alta concentración de personas, bienes y estructuras, entre ellas un reactor nuclear, cinco hospitales y clínicas, varias universidades, colegios y miles de viviendas; junto con la exposición a un alto peligro sísmico, hace de vital importancia identificar y caracterizar la amenaza sísmica de la región y establecer estudios de estimación del riesgo sísmico que permitan prevenir, mitigar, transferir riesgo, y preparar un potencial impacto.

El PRS inició en 2016 un proyecto de simulaciones de terremotos en la falla de San Ramón, de manera de estimar el peligro sísmico asociado a ella y que incluye una red de 12 sismógrafos que permitirán monitorear la actividad en la falla.

Para no subestimar el riesgo sísmico en la región, ni alarmar irresponsablemente a la población, es necesario continuar con una caracterización de la amenaza sísmica, incorporando las vulnerabilidades físicas y sociales. Si no lo hacemos, sin duda ésta podría ser nuestra mayor falla.

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