Piñera: la postverdad y su enemigo íntimo




A esta década en política se le ha llamado de la postverdad, que el diccionario Oxford define como: "Circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal"; en otras palabras, le creemos más al show que a la realidad. El ícono de la postverdad fue la campaña presidencial de Donald Trump.

En Latinoamérica la dictadura de Maduro ha recurrido constantemente a ello, acusando de todo al "imperio mismo yanqui" para justifica los males que azotan Venezuela.

Existen varias características en la demagogia en política que dan base a la postverdad:

  • Omisiones: se ofrecen informaciones incompletas.
  • Estadísticas fuera de contexto: utilizar datos que no reflejan la realidad.
  • Demonización: identificar a un grupo o persona, con valores negativos.
  • Discurso digerible: oratoria simplista como estás conmigo o contra mí.
  • Táctica de despiste: si preguntas "A", respondo "B".

Cuando llevamos esto al plano nacional y observamos la reciente declaración de Sebastián Piñera sobre un hipotético fraude electoral -aunque después haya minimizado su comentario- se revive una de las mejores armas de la postverdad: la campaña del terror (demonización).

Lo que sorprende es que una estrategia así se usa habitualmente por quién va perdiendo y recurre a estas prácticas para una eventual justificación. Independiente de las encuestas que han salido -y que como experiencia país sus proyecciones son de dudosa credibilidad- lo que todo indica es que, aunque el resultado sea estrecho, Sebastián Piñera debiera ser electo presidente el próximo domingo 17. Las razones de ello radican principalmente en el tibio apoyo que le han dado los partidos del Frente Amplio al abanderado de la Nueva Mayoría, varios los partidos que han dado libertad de acción, otros han condicionado su apoyo y el resto ha optado por decir que no votará por el candidato de derecha, rememorando en muchos aspectos lo vivido el año 2009 dónde Marco Henríquez-Ominami (ME-O) sólo se limitó a confirmar que no apoyaría a Piñera, pero nunca que respaldaría a Frei.

Ahora, y pese a que la Democracia Cristiana fue el primer partido en entregarle su apoyo, todavía queda en la nebulosa saber cuál es la DC que comprometió el voto: ¿La de los hermanos Rincón o la de los Walker? Confirmando que el traslado del 100% de los votos es solo una utopía. Los únicos partidos 100% cuadrado son el PRO de ME-O, y el PAIS de Navarro, pero con eso a Alejadro Guillier no le alcanza.

El resto de los partidos tanto regionalistas y del centro liberal, como Todos y Ciudadanos, ha preferido marginarse de un apoyo institucional; es cierto que algunos del partido de Andrés Velasco han decidido cruzar al comando de Piñera, son los menos dentro de los 90.000 votos que recibió Ciudadanos en la última elección.

Dicho eso, ¿dónde está el riesgo para Piñera? Su programa es sólido, sus equipos de trabajo están liderados por gente competente, basta recordar que el expresidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, comanda los temas económicos; y a su vez, el doctor Enrique Paris, expresidente del Colegio Médico, lidera Salud. Como ellos hay varios destacados personajes que trabajan en el aterrizaje de Piñera en la Moneda.

El riesgo es otro y se potencia con el paso de los días: el gran adversario de Piñera no es Alejandro Guillier, sino él mismo. Cicerón ya lo había vaticinado en la Roma antigua "el hombre no tiene enemigo peor que él mismo" y el ex presidente cae en esa definición. El nerviosismo mostrado en los últimos días, sus salidas involuntarias de libreto, como sembrar la duda sobre un hipotético fraude electoral; su intento de mostrarse como estadista y caer en una burda comparación de Guillier con Maduro; o su afán por ser cercano subiéndose a una micro o entregando volantes en las esquinas no solo lo transforma en foco de burlas y manifestaciones, sino que también lo aleja del rol por el que ya fue electo una vez. Eso está bien para Ossandon, Felipe Kast o Lavín, pero a Piñera le juega en contra, lo expone y da cabida para que los medios festinen de ello y las redes sociales lo destruya; obligando con ello a que alguien de su comando salga a explicar lo que muchas veces es inexplicable. Ya sus últimos comentarios envalentonaron a Beatriz Sánchez a expresar su apoyo explícito a Guillier; le dio la justificación que necesitaba la abanderada del Frente Amplio para respaldar a su colega periodista, y de paso confirma esta teoría del enemigo íntimo.

Tampoco le conviene caer en el juego de Guillier, el periodista tiene la destreza para llevarlo a su terreno -no por nada el candidato de izquierda cuenta con una exitosa carrera en radio y televisión, y que és la que lo tiene hoy en esta competencia-, porque digamos las cosas como son, no es su rol en el parlamento el que lo catapultó como presidenciable, sino que al igual que Beatriz Sánchez, son sus años en los medios de comunicación los que lo tienen en segunda vuelta.

Siendo así, Piñera debiera volver a encarnar ese perfil, que aunque poco empático y simpático, es el que lo hizo presidente 8 años atrás. En la medida que recoja, como lo ha estado haciendo, las propuesta de sectores aledaños al de él y ello se pueda comunicar oportunamente, su éxito debiera estar bastante más asergurado. Lo hecho con los programas de Goic y Kast van exactamente en esa línea.

Pero, si quiere mostrarse como lo que no és o si continúa con frases desafortunadas, logrará que su actuar lo termine traicionando, volverá a ser portada por sus "piñericosas" y el triunfo se le puede escapar. "Ni tus mayores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos" decía Buda y en este caso se ajusta perfectamente a la realidad.

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