Política, ciencia y posverdad
En Abril de este año casi 3.000 personas asistieron a la Marcha por la Ciencia en Santiago. Lo mismo ocurrió en otras 600 ciudades alrededor del mundo. ¿El objetivo? Protestar para que la ciencia sea parte de decisiones políticas.
Hoy por hoy existen grupos en la sociedad civil que entre otras cosas promueven una vida saludable, asegurar una buena alimentación, cuidar el medio ambiente, proteger nuestros recursos. ¿Quién podría estar en contra de esto? El problema es que los argumentos utilizados para apoyar u oponerse a temas específicos generalmente no están apoyados por la evidencia científica. Y aquí está el origen de un problema mayor, ya que buscando provecho político muchos de nuestros parlamentarios y autoridades optan por comunicar y conectarse con la gente y estas causas, a través de mensajes simples y emotivos sin importar si la ciencia apoya sus dichos. Esto ha llevado a que en diversas ocasiones se ha relativizado la información científica primando creencias populares y mitos urbanos, lo que conocemos hoy como posverdad. Este concepto que se ha popularizado en el último tiempo ha sido definido como "las circunstancias en las que los hechos objetivos influencian menos a la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales". Esto no es reciente y ha influido e inducirá a errores en la toma de decisiones.
En ciencia la verdad absoluta no existe, pero si existen los hechos que conforman la evidencia que permite tomar decisiones. Los ciudadanos, en general, no tienen porque saber y compartir lo que los expertos y el consenso científico, libres de emociones, dicen en relación a distintos temas técnicos. Sin embargo, es responsabilidad de los políticos y autoridades tomar decisiones basadas en evidencias y hechos, donde prime el bien común y el interés público, por sobre cálculos respecto al propio futuro político y el aplausómetro popular.
¿Cómo es posible que aún haya parlamentarios que de manera contraria a la evidencia científica insisten en comunicar que las vacunas producen autismo? ¿Cómo puede haber autoridades que abiertamente digan que los transgénicos no han sido estudiados y que son un peligro para la salud y el medio ambiente? ¿Cómo es posible que existan personajes públicos que promuevan prácticas médicas no reconocidas o remedios mágicos?
Las últimas semanas hemos sido testigos de varios ejemplos de lo anterior. Por un lado el Servicio de Evaluación Ambiental autoriza un proyecto de desarrollo pero las autoridades políticas lo rechazan. ¿La institucionalidad técnica no sirve?. Por otro lado en un matinal de Tv se concede amplia tribuna a un médico que realiza recomendaciones contrarias a la ciencia y a todo lo que prescriben sus colegas. Esto muestra la necesidad de exigir mayor rigurosidad a algunos medios de comunicación.
Las personas que no quieren vacunar a sus hijos, o que no desean comer transgénicos o prefieren la medicina alternativa en vez de la tradicional, de manera genuina están preocupadas por su bienestar y deciden según lo que creen mejor. Actúan en base a lo que leen y escuchan, de personas a las que atribuyen autoridad y conocimiento. Por ello, se hace necesario fortalecer la educación en el país y estimular el pensamiento crítico que permita que la evidencia científica y los hechos primen a la hora de tomar decisiones. Debemos exigir los datos, las pruebas y evidencias que sustentan las decisiones.
En Chile carecemos de una cultura científica, y así el ambiente es propicio para la aparición de líderes populistas que nos seducen con mensajes que apoyen o confirmen nuestros puntos de vista meramente emocionales. En los próximos años tendremos que definir cuestiones ambientales, de salud pública, y de alimentación, entre otras, y aunque el conocimiento técnico por si sólo no garantiza que se tomen las mejores decisiones, será importante que tengan espacio en la opinión y decisiones los expertos de cada tema. Expertos de verdad, con credenciales, grados y publicaciones científicas.
Si los científicos no se pronuncian, no participan, o sencillamente no se les considera; se permitirá que las verdades alternativas basadas en emociones, fantasías y mentiras predominen en nuestra sociedad.
¡La política, las comunicaciones y la ciencia se deben unir para derrotar y mantener a raya la posverdad!








Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.