¿Qué sabe Javiera?




TENÍA contemplado dedicar esta columna a las lecciones que nos dejaron las elecciones primarias. Comentar la impresentable actuación de un gobierno que, con su desidia, hizo lo posible para que la participación ciudadana fuese reducida. Llamar la atención al señor Ossandón para que se deje de gustitos personales y asuma que lo suyo apenas supera el caudillismo en Puente Alto. Pedirle a Kast que, por favor, no pretenda ser el príncipe aspirante a la corona durante los próximos cuatro años. Restregar en el rostro del exrostro de TV sus incoherencias frente a la necesidad de efectuar primarias en la Nueva Mayoría.

Todo eso rondaba por mi cabeza cuando sucedió lo de Javiera. Pero si hasta el ministro de Hacienda, probablemente lo más razonable del actual gobierno, corría por los pasillos para convencer a los diputados de rechazar el informe de la comisión investigadora del Sename.

¿Qué tiene Javiera que merece tanta dedicación? ¿Javiera sabe algo que les podría perjudicar gravemente? ¿Por qué Javiera es desplazada del gabinete pero compensada con un cargo vitalicio? Francamente, tanta movilización y preocupación por Javiera resulta sospechosa. Quizás solo se trate de lealtad y compañerismo entre ministros y exministros. Quizás la Presidenta está muy agradecida del trabajo efectuado por Javiera. Pero el problema es que la historia nos dice otra cosa. Javiera, en la época del comando en Avenida Italia (ese espacio bien resguardado al que solo accedían algunos privilegiados), sufría. Decía que no formaba parte del núcleo más cercano a la entonces candidata, encabezado en ese entonces por los chicos de la G90 y que lideraba el galán rural. Que su cercanía a la DC la convertía en objeto de recelos y sospechas. Y a más de algún incauto hizo creer que, gracias a ella, las propuestas del programa resultaban menos revolucionarias de lo contemplado por la izquierda.

¿En qué momento, entonces, esta Javiera tan desprotegida y débil se convirtió en un baluarte a defender con tanto esmero? ¿Es cierto que la estrategia de Fernández era evitar un conflicto al gobierno? Pues bien, estimado ministro, esto se llama apagar el fuego con bencina.

Me temo que los ciudadanos merecemos una explicación, considerando que seguiremos soportando a Javiera por largo tiempo debido al cargo que la Presidenta tan graciosamente le obsequió. Explicación también nos deben los diputados y diputadas que votaron a favor del informe en la comisión respectiva y, dos semanas más tarde, optaron por su rechazo o abstención (que, para este caso, es lo mismo) en la sala. A ustedes, supuestos honorables, no los olvidaremos: Maya Fernández, Marcela Hernando, Ricardo Rincón, Claudio Arriagada, Luis Rocafull y, entre sollozos, la infaltable Camila Vallejo.

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